Procesos y geopolítica del cambio histórico Cuba-EEUU – Por Paola Bianco

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Después de 53 años de la interrupción de relaciones diplomáticas, que siguió al bloqueo más extenso de la historia iniciado durante la presidencia de Eisenhower en 1961, apenas transcurridos dos años de la Revolución cubana, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro concluyeron el histórico acuerdo que devino de negociaciones secretas propiciadas bajo la mediación del Jefe de Estado vaticano, el Papa Francisco, y bajo auspicio de Canadá.

El motivo directo del diálogo de alto nivel fue un intercambio de prisioneros, sin embargo, el diálogo implica, per se, un giro radical en la política norteamericana hacia Cuba, a partir del reconocimiento de su soberanía en una instancia diplomática de negociación, negada por todos los gobiernos anteriores. Esto es justamente lo que generó la reacción del ala neoconservadora más dura, integrada tanto por republicanos como demócratas, que intentarán dificultar la derogación del bloqueo en el congreso. Pero, ¿por qué la administración Obama planteó este giro radical del enfoque de la política exterior hacia Cuba? ¿Qué procesos históricos desencadenaron este cambio en las relaciones bilaterales? Y, ¿qué intereses se jugaron en la reorientación de la política norteamericana hacia la isla?

La influencia de la alternativa latinoamericana

El restablecimiento de relaciones, que tiene como finalidad el fin del bloqueo por parte de Cuba y, como veremos, también por parte de Estados Unidos, busca poner fin al agobio económico al que dio lugar esta política de guerra en «tiempos de paz», al igual que las medidas de apertura implementadas por la Habana en los últimos años, que recogieron los lineamientos económicos y sociales trazados por el Partido comunista tendientes a ceder competencias al mercado en una economía centralmente planificada, que ya propiciaron el surgimiento de medio millón de cuentapropistas que se rigen por las leyes de oferta y demanda.

Ahora bien, estos cambios, que implican una redefinición de la última experiencia del socialismo real, se produjeron en un contexto histórico en América Latina en el que se erigió una alternativa al neoliberalismo sustentada en la reconstrucción del estado regulador y, en algunos países de la región como los del bloque del ALBA, integrado por Cuba, en la experiencia de un nuevo socialismo que promueve una economía mixta en la que coexisten empresas públicas nacionalizadas y formas de cooperativismo con capitales nacionales e inversión extranjera en países del bloque. La alternativa latinoamericana, se sustenta, además, en un socialismo aggiornado basado no sólo en la participación, sino también en la democracia representativa y en la garantía a las libertades individuales, a la par que promueve el bienestar como consecuencia de políticas distributivas o igualitaristas.

El paradigma socialista del siglo XXI explica entonces, muchos de los cambios producidos en Cuba en el último periodo, incluido el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, ya que el socialismo cubano, si bien garantiza los índices más altos de alfabetización, de salud y esperanza de vida al nacer, no ha logrado terminar con la pobreza, obviamente también por el bloqueo, además de enfrentar cuestionamientos permanentes por el tema de las libertades.

El desafío chino-ruso-latinoamericano a la hegemonía hemisférica de Estados Unidos

El ascenso de nuevos actores internacionales con capacidad de desafiar la hegemonía norteamericana, como China y Rusia, que en los últimos años han incrementado su presencia en la región y, con ello, desafiado la hegemonía de Estados Unidos en el hemisferio, sobre todo a partir de la inversión en áreas estratégicas y del creciente comercio, a la par de la profundización de los vínculos políticos de ambas potencias emergentes con América Latina como bloque integrado, que se expresa en posturas coincidentes en los organismos internacionales tendientes a la multipolaridad, completan el cuadro de aislamiento de Estados Unidos en la región, tal como lo expresó el secretario de estado John Kerry cuando afirmó que la política hacia la isla “ha aislado a Estados Unidos en vez de aislar a Cuba”.

La salida del aislamiento, que implica terminar con un bloqueo condenado por todos los países latinoamericanos y por el mundo en la ONU, y los intereses de empresarios norteamericanos que buscan hacer negocios en Cuba, explican mucho del nuevo enfoque de Estados Unidos hacia la isla. Pero el giro de la administración Obama se inscribe en una estrategia geopolítica más amplia que aspira a la par a restar influencia regional y mundial a sus rivales, a partir de sanciones económicas a Rusia por su intervención en Crimea y de medidas indirectas, como la promoción de la baja del precio del petróleo, determinada a partir de la negativa de Arabia Saudita, miembro de la OPEP, mayor productor y exportador de petróleo y aliado de Estados Unidos en el organismo, de aumentar las cuotas de producción, y de la inversión sostenida en hidrocarburos no convencionales como el shale oil, que orientan el aumento de la oferta y la baja del precio, lo que condujo a una disminución abrupta de las reservas del Banco ruso y finalmente a una devaluación del rublo que terminó por impactar en la economía china.

La baja del precio del petróleo también influyó en la búsqueda de negociaciones de Cuba con Estados Unidos, por el impacto que generó en Venezuela y en Petrocaribe, un organismo regional que mediante los recursos petroleros venezolanos promueve políticas sociales y de desarrollo en el Caribe, por medio de las cuales Cuba se abastece de petróleo a cambio de servicios de salud y de educación, una cooperación que no está garantizada frente esta crisis que podría agravar aún más el bloqueo.

El desafío cubano

Los procesos regionales y mundiales descritos están dando origen a una era en la que el eje de la política mundial gira en torno a la antinomia hegemonía o multipolaridad, ya que países emergentes como Rusia y China vienen cuestionando el predominio norteamericano, del mismo modo que Latinoamérica, desde la alternativa al neoliberalismo. Por ello, si bien el restablecimiento de relaciones implica un enorme desafío para el proyecto socialista cubano, del mismo modo que las medidas de apertura, la redefinición de un socialismo a tono con el siglo XXI constituye no sólo una necesidad sino la posibilidad de fortalecer la alternativa latinoamericana, que es también una alternativa al unilateralismo instaurado desde el derrumbe de la Unión Soviética, cuyo reverso es la hegemonía del capitalismo financiero.

*Licenciada en Relaciones Internacionales y maestrando en Ciencia Política y Sociología (Flacso), con posgrados en Ciencia Política, Historia, Cultura, Sociología y Opinión Pública. Es investigadora del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires

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