Las armas secretas eran de Trump – Por Rosa Miriam Elizalde

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Rosa Miriam Elizalde *

Mentir no es complicado, sino aguantar una mentira en el tiempo.

Han pasado siete años del gran embuste conocido como el síndrome de La Habana, según el cual diplomáticos estadunidenses padecieron supuestas agresiones acústicas en Cuba que comprometieron su salud. Una de las especulaciones en boga era que los sonidos dolorosos que percibían de manera selectiva los funcionarios se debían a ataques con armas de microondas. Con el tiempo, el bulo se fue desvaneciendo por falta de evidencia científica –no hubo manera de explicar cómo un sonido ataca a unos individuos y a otros no en una misma habitación–, pero ahora nos enteramos de que el gobierno de Estados Unidos es quien ha experimentado con sistemas de microondas de alta potencia (HPM, por sus siglas en inglés) para detener vehículos o embarcaciones al interferir sus sistemas electrónicos.

De acuerdo con una investigación publicada por la revista estadunidense Wired (https://acortar.link/s0CXpG), la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos tiene al menos un misterioso sistema capaz de inutilizar de manera encubierta (y no violenta) barcos, incluidos los de gran tamaño. El dispositivo fue considerado para su uso contra los buques cargados de petróleo que navegaban entre Venezuela y Cuba durante la presidencia de Donald Trump.

La administración Trump pensó que si EU interceptaba o saboteaba de alguna manera los barcos petroleros que navegaban desde Venezuela a Cuba, podría asestar un golpe a ambos regímenes, declaró una fuente de la CIA a Wired, que publicó esta revelación el pasado 31 de octubre como parte de una investigación más amplia sobre los esfuerzos fallidos de Washington para derrocar al presidente venezolano, Nicolás Maduro, entre 2018 y 2020.

El sistema en cuestión no sólo tiene capacidad de emplear técnicas para detener o ralentizar una embarcación sin causar daños en la estructura del barco, sino que se complementa con ataques electrónicos que interfieren las comunicaciones claves de la embarcación. Según Wired, la CIA valoró el uso de microondas que requieren acercarse discretamente al objetivo, lo que implica el uso de plataformas no tripuladas o disfrazadas para reducir el riesgo de detección.

Al menos una opción involucraba a la CIA, que tiene un sistema móvil que puede inutilizar barcos de manera encubierta (y no violenta). Los funcionarios de la administración Trump querían que la agencia trasladara el sistema cerca de Venezuela, para atacar algunos de sus buques de combustible, continúa Wired. La agencia se negó. Los funcionarios de la CIA explicaron que sólo tenían uno de estos sistemas, que en ese momento estaba en otro hemisferio y que no querían trasladarlo al extremo norte de Sudamérica.

El detalle de que la CIA sólo tenía uno de estos sistemas en otro hemisferio, es muy significativo, según The War Zone (TWZ), plataforma de análisis de temas militares: Esto parecería indicar que el sistema en cuestión ya se está desplegando fuera del hemisferio occidental, y posiblemente con un objetivo muy específico en mente. Esto también podría indicar una reticencia a exponer potencialmente lo que este sistema puede hacer, a menos que se produzca una crisis especialmente grave u operaciones clandestinas de muy alta prioridad.

TWZ asegura que contratistas de defensa de EU trabajan desde hace años en sistemas emisores de microondas especialmente desarrollados para derribar enjambres de drones de forma rápida y a muy bajo costo. Existen al menos dos programas para el uso de estas armas, como el High Power Joint Electromagnetic Non-Kinetic Strike (Hijenks) y el Counter-electronics High Power Microwave Missile Project (Champ), al parecer usados contra buques iraníes en el mar Rojo y al amparo de la alianza entre Washington y Tel Aviv.

Eliminada la pista esotérica del síndrome de La Habana que engañó incluso a respetables académicos estadunidenses, queda lo que sí pueden hacer el gobierno de Estados Unidos y algunos de sus satélites. Ahora sabemos que el alboroto de la primera administración Trump por los supuestos ataques a sus diplomáticos no era más que la proyección de lo que se cocinaba en Washington y de lo que el gobierno estadunidense se negaba a ver de sí mismo: su violencia, su injusticia, su desprecio por la verdad, su indiferencia por la suerte del otro, su feroz individualismo.

No olvidemos que con el pretexto del síndrome de La Habana se impusieron más de 240 sanciones adicionales de bloqueo a Cuba, que ha llevado al país caribeño a la crisis actual. Y si así fue la primera temporada de Trump y sus halcones, ¿qué otras armas secretas nos esperan? ¿Con qué mentiras intentarán politizar sus nuevas canalladas?

* Periodista y escritora cubana. Doctora en Ciencias de la Comunicación y autora o coautora de los libros “Antes de que se me olvide”, “Jineteros en La Habana” y “Chávez Nuestro”, entre otros

La Jornada

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