Didice Godinho Delgado, sindicalista brasileña: “El feminismo es la herramienta más fuerte que tenemos para provocar los cambios dentro del sindicalismo”

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Didice Godinho Delgado: “El feminismo es la herramienta más fuerte que tenemos para provocar los cambios dentro del sindicalismo”

por Tali Goldman

Mina Gerais es uno de los estados más grandes, al sureste de Brasil. Es conocido por sus ciudades de la época colonial. Allí nació y se crió Didice Godinho Delgado. Fue presidenta del Sindicato de Trabajadores Sociales, en San Pablo, y se convirtió en la primera coordinadora, de la Comisión Nacional de la Mujer Trabajadora, de la Central Única de Trabajadores de Brasil. La CUT, es la mayor central sindical de América Latina y el Caribe, y la quinta en magnitud en el mundo. “Yo vengo de una familia muy grande. Mis padres eran muy católicos vinculados a la teología de la liberación. Y mi papá, que era juez, tenía un sentido de Justicia. En mi casa sin haber una vinculación directa con el sindicalismo crecimos en un ambiente en el que se hablaba de la solidaridad, de ayudar a los demás, y eso definitivamente me influyó”, cuenta a LatFem esta mujer que tiene una maestría en Trabajo Social y hace tres décadas investiga y reflexiona sobre el cruce entre sindicalismo y género. Ella también fue parte del equipo que produjo la investigación Centrales, de FES Sindical que es el insumo de nuestro podcast sobre historias de mujeres sindicalistas de América Latina y el Caribe.

—Cuando empezaste en el sindicalismo, a finales de la década del ´70, era una época efervesente y atravesada por la dictadura, ¿Cómo fue esa experiencia?

—A comienzo de 1978 Brasil estaba viviendo un momento muy de mucha efervescencia porque todavía teníamos dictadura militar, que duró hasta 1985. Ya estaba toda la movilización del sindicalismo de los metalúrgicos con Lula (Da Silva) como el líder principal. Yo tenía 23 años me había recibido de trabajadora social, estaba en San Pablo y me fasciné con ese ambiente deslumbrante. Fue un momento también en que entraron muchas mujeres, sobre todo mujeres de clase media, al mercado laboral en áreas que donde todavía no había muchas mujeres, y por supuesto, con una demanda a los sindicatos. El 8 de marzo de 1986 nace una propuesta de organizar a las mujeres en la Central, porque en agosto iba a haber un congreso de la Central. Y entonces pronto me invitaron porque yo era presidente de un sindicato y a la vez de un sindicato con muchas mujeres y yo mismo tomé entonces ese proceso. Hicimos un Encuentro Nacional de sindicalistas para debatir una propuesta.

—¿Y cómo fue esa experiencia?

—En aquel entonces tuvimos un apoyo muy grande de activistas feministas. Ellas, por ejemplo, participaron del encuentro que hicimos previo al Congreso, que fue un encuentro de sindicalistas de varios estados de Brasil, de varios sectores para debatir una propuesta. Y en ese encuentro había varias activistas feministas, académicas, feministas, que estudiaban el tema del trabajo femenino. Allí propusimos una campaña nacional. En aquel momento elegimos el tema de las guarderías con la discusión del cuidado. No usábamos la palabra cuidado, claro, pero era una propuesta para que las mujeres tuviera donde dejar a sus hijos para trabajar y para poder participar del sindicato. Llegamos al Congreso Nacional y aprobamos la propuesta de la creación de una Comisión de la Mujer Trabajadora en la Central Sindical. Eso fue un comienzo en el sentido de entrar en la estructura de una forma muy legitimada. Ya en 1991 empezamos a abrir el debate sobre el cupo y en 1993 aprobamos el cupo de un mínimo de 30% mujeres. El comité Ejecutivo de 1994 fue compuesto con un mínimo de 30% de mujeres. Pero hasta hoy nunca tuvimos una presidenta en la Central y esa es una una expectativa y una demanda de las mujeres de la actualidad.

A nivel global, según la Confederación Sindical Internacional, las mujeres representan el 42% de las personas afiliadas a los sindicatos, pero su participación en los órganos de conducción no llega al 30% y es de tan solo el 7% en los cargos directivos más altos.

—Un clásico: los cargos más importantes siguen ocupados por los varones…

—Exacto y acá te quiero dar un ejemplo muy reciente que me enojó mucho, pero a todas las sindicalistas de la CUT y me imagino que las demás también. Apenas asumió el nuevo gobierno de Lula hubo una reunión de las centrales sindicales. En la foto no hay ninguna sindicalista. ¿Por qué? Porque todos los presidentes son hombres. Pero a ninguno, a ninguno de los presidentes, se le ocurrió pensar “no podemos hacer una reunión de centrales sindicales con Lula sin la participación de mujeres sindicalistas que están en los comités ejecutivos, aunque no sean presidentes”. No. A nadie se le ocurrió esto. Y esto incluso a pesar de que en ese desarrollo en la CUT se llegó a la paridad.

—¿Cuáles son entonces los desafíos que tienen todavía hoy las sindicalistas?

—Hay enormes avances, pero aún con todos los avances dentro del sindicalismo de la región de América Latina y el Caribe, las mujeres siguen ocupando un lugar secundario aún cuando están muy avanzadas. Hemos constatado que en el Cono Sur, que es la subregión que es la más avanzada, no hay señales de que las mujeres todavía ocupen el lugar que debería ocupar, que es que es un lugar de paridad completa.

—¿Cómo analizas esta escena?

—Primero, porque el sindicalismo es parte de una estructura social que si queremos podemos llamarla patriarcal o machista donde todavía no tenemos una participación equitativa de las mujeres en ningún ámbito de espacios de poder. Aunque en algunos países más que otros…en algunas regiones del mundo más que otros. Pero no tenemos una paridad. Y el sindicalismo tiene una historia que es una historia de predominio masculino. Y eso cambió mucho en las últimas décadas, pero no cambió lo suficiente. Los hombres, en muchos casos, siguen decidiendo o tomando las decisiones “de mesa chica”, donde las mujeres no participan. O cuando llegan a la reuniones las decisiones ya están tomadas. Y no es solamente que no nos escuchan porque tenemos una oratoria distinta a la oratoria masculina. Es porque no se interesan por lo que hablamos. Y creo que es un mecanismo de mantener el poder en manos masculinas.

—Y el mecanismo para ser escuchadas muchas veces es masculinizarse…

—Exacto. Y cómo es difícil crear un espacio para sí mismas dentro de ese ámbito, las mujeres tienen que estar resistiendo a ese peligro de masculinización. Aunque es interesante observar que las centrales sindicales tienen cada vez más mujeres en los ámbitos de dirección, tiene más participación de las mujeres también, porque en el mercado laboral el número de mujeres va creciendo. Entró una fuerza de las mujeres dentro del sindicalismo y que está presionando, poniendo sus demandas, peleando por esos espacios de poder para cambiar las estructuras y claro, es una relación de una lucha de poder, para conseguir y romper con esas estructuras que todavía son muy muy fuertes. Las mujeres son impresionantes. Son una leonas cómo luchan dentro del sindicalismo para cambiar esas estructuras y a la vez para imponer sus demandas. Es un proceso largo y lento.

—¿Cómo ves la forma de hacer política sindical que tienen las mujeres? ¿Hay un diferencial?

—Hay una característica fundamental y es que las mujeres buscan construir una unidad entre ellas. El esfuerzo que hacen de construir una unidad, aunque con muchas diferencias, de posiciones políticas, diferencias de grupos políticos, diferencias de esto o aquello, pero de intentar entonces construir una unidad en torno a los temas comunes de interés común de las mujeres. Y eso incluso contrariando una cierta lógica que hay en el sindicalismo, que es una lógica de una competencia brutal, eso me parece un valor muy importante que traen las mujeres. Otra cosa interesante en la dinámica interna es que la presencia de las mujeres en los espacios de toma de decisiones provoca, algunos cambios. Me acuerdo de una de aquellas primeras dirigentes de la CUT. Cuando ella entró, ella era de los maestros y entró el ejecutivo de la CUT y ella tenía un hijo chico que criaba sola. Y entonces empezó a poner límites y dijo “no, yo no puedo quedarme más tiempo porque tengo que buscar a mi hijo en el colegio”. Y esto empezó a crear una dinámica que con el tiempo algunos hombres empezaron también a decir “ah, no, mira, no puedo porque hoy tengo que estar con mi hijo”.

—¿Qué importancia tuvo y tiene el feminismo dentro del sindicalismo?

—El movimiento feminista y el feminismo tiene una importancia fundamental para el fortalecimiento y el empoderamiento de las mujeres sindicalistas y también la capacidad que tiene de provocar cambios internos, de pelear por cambios internos. El feminismo es quizás la herramienta más fuerte que tenemos para provocar los cambios dentro del sindicalismo. Son las mujeres o somos nosotras que llevamos dentro del sindicalismo temas que no eran considerados temas del trabajo. Por ejemplo, el tema de los cuidados, el concepto de trabajo doméstico como trabajo. Dentro de la salud laboral cómo el trabajo afecta especialmente a las mujeres. Fueron las mujeres las que pusieron dentro de los sindicatos los temas que tienen que ver con una dimensión del trabajo que el sindicalismo tradicional muy poco ha considerado.

LatFem

 

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