Una lucha regional antinarco choca con la doctrina injerencista de EEUU  – Por Mirko C. Trudeau

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Mirko C. Trudeau*

El paradigma de la guerra contra las drogas, lanzado en hace medio siglo por el gobierno de Estados Unidos, está en bancarrota: se fue haciendo evidente que esa estrategia ha servido a Washington para cargar la responsabilidad por el fenómeno de las drogas en las naciones de Latinoamérica.

Por otra parte, la crisis de la doctrina de la guerra contra las drogas de las sucesivas administraciones estadounidenses, resulta patente a la luz de la descomposición imperante en su principal instrumento, la Drug Enforcement Administration (DEA), cuyos máximos funcionarios se han visto envueltos en investigaciones de corrupción y conflictos de interés, y varios de cuyos agentes han sido imputados por su vinculación con el narcotráfico.

La política antidrogas estadounidense está basada en la represión, privilegiando el combate al trasiego de estupefacientes por sobre la lucha contra las adicciones; mientras hace la vista gorda sobre firmas farmacéuticas, que desde la legalidad han inducido a la narcodependencia a millones de personas. Y también mienten cuando pretenden imponer el imaginario colectivo de que en territorio de Estados Unidos no existen grandes corporaciones delictivas dedicadas al narcotráfico.

Para dejarlo en claro: EEUU ha sido y es el mayor beneficiario económico del tráfico de drogas, no sólo porque es en sus instituciones bancarias, financieras y cambiarias en donde se lava el grueso de las ganancias de este negocio ilícito, sino porque su industria armamentista ha realizado enormes utilidades vendiendo armas a cárteles y a gobiernos por igual, amparada en la doctrina de la represión.

EEUU le ha hecho pagar a los latinoamericanos y caribeños un costo exorbitante en muertes, destrucción y erosión institucional, así como para emprender acciones y programas de supuesta cooperación que han sido en realidad maniobras injerencistas que han debilitado la institucionalidad allí donde han sido aplicadas.

Ante esta situación, el presidente boliviano Luis Arce Catacora, instó a los gobiernos de Latinoamérica a emprender una lucha coordinada en contra del narcotráfico, el cual, señaló, ha penetrado las esferas políticas, pone en riesgo la seguridad de los estados y ha estado inmerso en la política boliviana con saldos desastrosos.

Arce destacó el enorme poder de infiltración y cooptación de las organizaciones delictivas dedicadas al trasiego de estupefacientes ilícitos, derivado de sus ganancias astronómicas; organizaciones que acumulan en diversos países, como en México y en Colombia, un preocupante poder de fuego, y se han ramificado por encima de fronteras nacionales, lo que es sin duda una amenaza de primer orden para la estabilidad, el estado de derecho y la paz.

En materia de combate al narcotráfico, para las naciones de América Latina y el Caribe en las que se producen y transitan las drogas se hace necesario priorizar la colaboración entre ellas antes que con Washington o Bruselas.

El mapa regional

La Comisión Económica para América Latina (Cepal) señala que los problemas asociados a la producción, el tráfico y consumo de drogas en América Latina, que afectan la calidad de vida de la población, están ligados a formas de exclusión social y debilidad institucional, generan mayor inseguridad y violencia, y corroen la gobernabilidad en algunos países.

América Latina concentra la totalidad de producción global de hoja de coca, pasta base de cocaína y clorhidrato de cocaína del mundo. Posee, además una producción de marihuana que se extiende hacia distintos países y zonas, destinada tanto al consumo interno como a la exportación. Y, crecientemente, produce amapola y elabora opio y heroína.

En relación con el tráfico, la zona del Caribe sigue siendo la ruta más frecuente para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, pero la ruta del Pacífico, pasando por América Central, ha ganado importancia relativa. Recientemente ha cobrado importancia el transporte fluvial desde los países productores de coca-cocaína a través de Brasil y el puerto de Montevideo.

El problema del consumo afecta principalmente a la población juvenil y a los varones más que a las mujeres. La marihuana, seguida de la pasta base de cocaína, el crack y el clorhidrato de cocaína son las drogas ilícitas de mayor consumo en la región, generando mayores problemas en jóvenes de alta vulnerabilidad social. Las drogas ilícitas de mayor impacto en la salud son la cocaína, la pasta báse y el crack.

Leonardo Correa, Oficial de investigación del Programa Global de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas señaló que la cocaína disponible para consumo está en los mismos niveles que en 2006. Reveló que el tráfico de cocaína se ha ido adaptando a las circunstancias, teniendo una mayor producción, nuevas rutas y más países afectados; que los grupos de traficantes se han diversificado y expandido; y que en el consumo sigue dominando en la región de las Américas, seguido por Europa.

Javier Sagredo, director del Programa de Cooperación entre América Latina, el Caribe y la UE en políticas de drogas, señala que la hidrovía del Paraná -con puertos en Brasil y Bolivia que siguen el río, pasan por Paraguay y llegan a Argentina y Uruguay- es una ruta de creciente importancia de la cocaína con destino a Europa

«Pero obsesionarse con las rutas es como querer parar un río que baja de la montaña al valle: puedes poner una presa, pero el agua va a desbordar y va a ir por otro lado”, afirma Sagredo, quien añadió que se ha comprobado en el período de pandemia que el tráfico que se hacía con «mulas” paró, pero se incrementó por otras vías.  Tiempo antes, cuando Estados Unidos bloqueó las rutas del Caribe, comenzaron a abrirse rutas hacia el oeste del África y de ahí a Europa”, recordó.

Cuando se habla de embarcaciones cargadas de droga que parten de puertos latinoamericanos, inmediatamente se piensa en EEUU Unidos como destino. Por debajo, Europa también es un comprador habitual de los narcotraficantes de la región. Sin embargo, la ruta del Pacífico hacia Oceanía está siendo cada vez más utilizada, llegando a un mercado promisorio que paga altas cifras de dinero por cocaína y metanfetaminas.

Si bien la mayoría de los envíos tiene a Australia como destino final, el largo viaje hace que las remotas y casi desconocidas islas del Pacífico queden involucradas.

Política propias

Ante la insistencia de EEUU de mantener su doctrina sobre el combate a las drogas, y tras el fracaso estruendose del Plan Colombia, el presidente colombiano Gustavo Petro aseguró que la hoja de coca “no mata” y que se debe sustituir la economía ilícita.

El Plan Colombia es un acuerdo bilateral que fue suscrito entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos en 1999 durante las administraciones del presidente colombiano Andrés Pastrana y el estadounidense Bill Clinton con tres objetivos específicos: generar una revitalización social y económica, terminar el conflicto armado en Colombia y crear una estrategia antinarcóticos.

Pero resultó ser una pantalla para cubrir la implantación de fuerzas armadas estadounidenses en Colombia. Las operaciones militares fueron dirigidas desde Washington por el general Barry McCaffery, ex comandante en jefe de las fuerzas militares estadounidenses en América del Sur, y nombrado jefe de la lucha antidroga por Bill Clinton en enero de 1996, quien implementó el uso de paramilitares contra la guerrilla de las FARC-EP.

De ser “vendido” como un plan de acciones concretas para erradicar el problema de la droga, lo guiaba un alto contenido geopolítico cuya meta era proteger los yacimientos de petróleo e impedir toda negociación con las guerrillas. La prioridad que se le otorgó a la modernización del Ejército colombiano con el pretexto del combate a la drogas muestra su inconsistencia con el aumento de efectivos civiles y militares estadounidenses (además de siete bases militares) en territorio colombiano.

Petro, reunido con campesinos e indígenas, señaló que “Lo que estamos viendo es cómo la hoja de coca puede ser usada de manera diferente a como una serie de mafias vienen utilizándola en el mundo. Una de esas formas es el abono. Se puede hacer fertilizantes para producir alimentos”. Recalcó que esta posibilidad era igualmente amigable con el medio ambiente, puesto que el uso de la hoja de coca para estos procesos contribuye a descarbonizar el terreno:

“El Gobierno se propone a nivel nacional, en las regiones de mayor producción de hoja de coca, usada de otra manera, poner fábricas para comprar esa hoja de coca y volverla abono sin carbón. Abono descarbonizado o, si queremos otra palabreja, biofertilizantes. Las comunidades indígenas podrían ayudarnos”, añadió.

Colombia va a dejar 350 o 400 mil hectáreas sembradas de coca para el 2026. Estados Unidos consume 200 toneladas métricas al año.

México, los cárteles, el fentanilo

La jefa de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), Annie Milgram,  estimó que los principales cárteles del narcotráfico en México, Sinaloa y Jalisco Nueva Generación (CJNG), tienen más de 44 mil elementos en más de 100 países. Agregó que el fentanilo se produce en masa en México y que esos cárteles son la principal amenaza para Estados Unidos, porque su único límite son las sustancias químicas para fabricarlo.

Para Washington, la cadena de suministro empieza en China, que fabrica precursores, que van a México o a otros lugares de América Latina, dijo la funcionaria, quien añadió que los cárteles mexicanos fabrican el fentanilo y lo envían a Estados Unidos en polvo o pastillas.

Nuevamente Washington tira la pelota fuera de su campo. Las autoridades estadounidenses prefieren olvidar que la solución a su problema de las adicciones pasa por asumir las causas endógenas de la desesperanza, la pérdida de horizontes y el desgarramiento del tejido social que llevan a millones de sus ciudadanos a caer en el uso nocivo de estupefacientes. Obviamente la culpa no es de los chinos ni de los cárteles mexicanos, sino de los sucesivos gobiernos demócratas y republicanos.

Milman dijo que ambos cárteles actúan de forma calculada, diferente a lo que se había visto antes, para ocultar el precursor químico en otros productos, como en píldoras falsas parecidas a la oxicodona, xanax, percocet y adderall.

El fentanilo, una droga sintética 100 veces más potente que la morfina, está detrás del aumento de muertes por sobredosis que sufrió Estados Unidos durante la pandemia de covid-19 y después de ella, alertó Naciones Unidas en un informe publicado en Viena, según el cual las mujeres suponen el 30 % de las víctimas mortales por sobredosis.

Lo que queda en evidencia es que Washington instrumentaliza la espantosa crisis de abuso de opiáceos que asuela a la sociedad estadounidense a fin de golpear a China, su máximo rival económico y geopolítico, al mismo tiempo que reedita sus doctrinas de control hegemónico sobre América Latina y trata de desaacreditar y desestabilizar el gobierno progresista mexicano.

*Economista, politólogo y analista estadounidense, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico – CLAE

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