CELAC: mucho ruido, pocas nueces y una foto del nuevo tiempo en la región – Por Gerardo Szalkowicz
Por Gerardo Szalkowicz, editor de NODAL
Con una declaración de cien puntos y sin anuncios de proyectos concretos; con el guiño al siempre marginado Caribe en la nueva presidencia pro tempore y sin avances en la institucionalización del bloque; con presencias destacadas y ausencias notorias; con un debate centralizado en las débiles democracias de la región y sin un pronunciamiento conjunto sobre la sanguinaria represión en Perú (EL tema del momento); y con el regreso de Brasil y Lula como factor excluyente, la cumbre presidencial de la Celac dejó un tendal de aristas para analizar: algunas señales promisorias para el reimpulso de la integración regional y un vaso medio vacío si comparamos con la potencia del ciclo progresista anterior. En todo caso, el encuentro en Buenos Aires muestra una nítida foto de las correlaciones de fuerzas, los proyectos en danza y las relaciones diplomáticas en este nuevo tiempo latinoamericano.
Mucho ruido
Por primera vez, la cumbre contó con delegaciones de los 33 países de América Latina y el Caribe, 14 representados por sus presidentes y el resto por sus cancilleres. Buena parte de las intervenciones —y sobre todo de lo que los medios eligieron resaltar de las intervenciones— se enfocó en reflexiones, advertencias y chicanas sobre las frágiles democracias y el “respeto a los derechos humanos”. Tópicos vinculados al devenir de la política institucional pero no a estrategias de largo aliento que atiendan la difícil subsistencia de las grandes mayorías. Arrancó Alberto Fernández alertando sobre los ataques de la “derecha fascista” (citó el golpe en Bolivia, el asalto en Brasilia y el intento de magnicidio a Cristina), luego Lula repudió “el extremismo, el terrorismo y la violencia política” y, a través de un video, López Obrador repudió “los golpes de Estado, tanto militares como mediáticos, o legales entre comillas”.
Del otro lado de la grieta latinoamericana, Luis Lacalle Pou respondió que “hay países acá que no respetan ni la democracia, ni las instituciones, ni los derechos humanos” y dijo que “no puede haber aquí un club de amigos ideológicos”. El discurso del mandatario uruguayo fue el más discordante y el que levantó la voz de la derecha continental y su insistente campaña contra Venezuela, Cuba y Nicaragua, con lo cual fue el más reproducido por la maquinaria mediática. Lacalle también hizo mención a las diferencias con Argentina y Brasil en el Mercosur y hasta se animó a proponer que “desde la Celac se impulse una zona de libre comercio”.
Aunque en un tono menos beligerante, Gabriel Boric se volvió a sumar al coro conservador contra el “eje del mal”. Sobre Nicaragua pidió “avanzar hacia la libertad de los presos políticos” y sobre Venezuela habló de “encontrar una salida que permita elecciones libres, justas y transparentes con supervisión internacional”.
A fuerza de una insistente construcción mediática, la no venida de Nicolás Maduro copó la escena. El presidente venezolano denunció un plan “de la derecha neofascista” triangulado entre la embajada estadounidense, personajes del macrismo y “el partido judicial”, lo que dejó un signo de interrogación sobre la incapacidad del gobierno argentino para garantizarle su seguridad.
Costó un Perú
La crisis desatada en Perú tras la destitución de Pedro Castillo sobrevoló la cumbre pero no logró plasmarse en las 28 páginas de la declaración final. La cumbre tuvo su punto más flojo en la imposibilidad de un pronunciamiento contundente sobre la represión del gobierno Dina Boluarte que ya dejó más de 60 muertes.
Sí hubo varios repudios a modo individual. El presidente chileno también se anotó en esa: “No podemos ser indiferentes cuando hoy día en el Perú personas que salen a marchar terminan baleadas por quien debiera defenderlas. Más de 50 personas han perdido la vida y eso nos debiera escandalizar”. La hondureña Xiomara Castro condenó “el golpe de Estado en Perú y la agresión de la que es víctima el pueblo peruano” y, en su mensaje virtual, AMLO demandó: “No debemos dejar solo al pueblo hermano del Perú, fue una infamia lo que hicieron con Pedro Castillo y la forma en que están reprimiendo al pueblo”.
Pocas nueces
Con un ínfimo rebote mediático, la intervención más lúcida en clave de relevancia estratégica fue la de Gustavo Petro. “La crisis climática tiene el potencial de acabar con la especie humana. Es el consumo y la producción de petróleo, carbón y gas, al ser utilizado por el capitalismo fósil, lo que puede matar a la humanidad”. El mandatario colombiano llamó a disminuir a cero el uso del petróleo y el carbón, y a “un cambio real de la economía del mundo”.
Tal como viene haciendo en los distintos foros internacionales, y como empezó a proyectar en su país, Petro exhortó a pasar a la acción con la transición energética y el cambio de matriz productiva: “Si hablamos de la retórica de la integración, debemos construirla a partir de proyectos concretos”, y propuso construir una red de energías limpias “desde el sur de la Patagonia hasta la Alaska”.
De la mano de Lula y el “Camarada Ralph”
El regreso de Brasil y la presencia de un articulador como Lula, con su extensa trayectoria internacional y su habilidad diplomática, abren un nuevo escenario para reconstruir los caminos de la integración desandados por los gobiernos neoliberales. Es auspicioso que el bloque regional se pueda recostar, por primera vez, sobre el pívot geopolítico de las tres principales economías (Brasil, Argentina y México), con sus mandatarios en sintonía política y hasta afectiva.
El traspaso de la presidencia pro tempore a San Vicente y las Granadinas también significa una bocanada de aire fresco y un buen gesto hacia el Caribe, región tradicionalmente menospreciada en los procesos regionales. Pese a ser una pequeña isla de apenas 110 mil habitantes, salta merecidamente a la palestra su primer ministro Ralph Gonsalves —conocido como el “Camarada Ralph”—, un líder de izquierda reelecto una y otra vez desde 2001 y aliado del eje bolivariano.
En suma, una cumbre con nuevos rostros y viejos debates, con mucho ruido y pocas nueces, que mostró los límites y las potencialidades de este nuevo tiempo en la región.