Los movimientos populares y el desafío de las alternativas
Como respuesta a la ofensiva neoliberal de los años pasados, un nuevo ciclo de luchas se desplegó en muchos de los países de Nuestra América, particularmente a partir de octubre de 2019. Entre ellos, por su intensidad y masividad, se destacó la rebeldía popular en Chile. Allí, el pasado 8 de marzo más de 3 millones de mujeres hicieron sentir su reclamo en las calles y días después lxs estudiantes secundarixs y universitarixs realizaron masivas tomas de escuelas y manifestaciones; pero el 18 de marzo, en el contexto de extensión del virus, el gobierno decretó el Estado de excepción constitucional con toque de queda y envió nuevamente los militares a las calles.
Con sus particularidades, en todos los países se modificaron drásticamente el escenario de acción y las demandas de los movimientos populares y, de facto, se impuso un bloqueo o dificultad adicional a los procesos de construcción colectiva y de protesta. Pero este cambio en las condiciones de lucha no implicó su desaparición. A través de las redes sociales con tuitazos y encuentros virtuales; organizando cacerolazos o ruidazos en regiones o países; con demostraciones callejeras con mascarillas y distanciamiento social, incluso llegando a movilizaciones locales y, en los últimos meses, con el regreso de las huelgas y los bloqueos de calles y carreteras, la protesta popular cambió de forma para hacerse cada vez más presente ante el agravamiento de la situación sanitaria, social y política.
En este sentido, el efecto de la pandemia y su uso capitalista implicó el crecimiento significativo de los despidos, la reducción de los salarios, la precarización laboral, particularmente en el sector privado, y un avance muy importante de la digitalización del trabajo —la “uberización” precarizante— que ya era promovido por el capital antes de la llegada del virus. Frente a ello, lxstrabajadorxs de la región respondieron con distintas acciones, incluso en los sectores económicos dinámicos bajo la cuarentena, como los paros de lxstrabajadorxs de delivery a nivel regional y global. Un capítulo particular merecen los conflictos y demandas de lxstrabajadorxs de la salud, que se expresaron en toda la región (Ver sobre ello nuestro Dossier N° 29 La salud es una elección política).
La situación resulta más grave aún en los sectores con trabajo precario, ocasional o sin sustento. Allí, la ausencia de políticas sociales ha tenido efectos terribles, agravando las plagas del hambre y la enfermedad (sobre su expresión a nivel global puede consultarse nuestro Boletín N° 20). En este contexto, los movimientos populares han desarrollado una heroica labor, muchas veces en situaciones muy difíciles, organizando ollas y comedores populares, aportando alimentos y enseres sanitarios, contribuyendo a la organización comunitaria, y demandando a los gobiernos soluciones efectivas. Entre estas experiencias pueden mencionarse, entre otras, la distribución de alimentos en barriadas populares realizada en Bolivia por las organizaciones del Chapare, que fueron perseguidas por la dictadura; y la entrega de más de 2.300 toneladas de alimentos en las barriadas populares de diferentes ciudades de Brasil por parte del Movimiento Sin Tierra y de otras organizaciones populares. También en Argentina, las organizaciones de la economía popular protagonizan este esfuerzo, demandan alimentos y medidas que garanticen la asistencia en los barrios populares, castigados por la rápida propagación del virus.
Por otra parte, en Guatemala, El Salvador y Ecuador, mujeres en las carreteras o familias en sus casas cuelgan banderas blancas en reclamo de alimentos; en Panamá, las poblaciones pobres protestan cortando calles y caceroleando; en Chile, las barriadas populares de Santiago hacen barricadas y concentraciones y son reprimidas al tiempo que el gobierno ofrece una magra canasta de alimentos; en El Alto, La Paz y en otros lugares de Bolivia trabajadorxs y vecinxs protestan reclamando trabajo y alimentos; y hechos similares suceden en los vecindarios pobres de Bogotá y en otras grandes urbes de la región. Sumadas al rechazo frente al paquetazo neoliberal en Ecuador, los cacerolazos y petardazos por la convocatoria a elecciones en Bolivia, e incluso a los “panelaços” en Brasil que gritan «ForaBolsonaro» parecen marcar la reanimación de las luchas populares, ahora en las nuevas condiciones que plantea la pandemia.
La propagación del virus en barriadas populares amenaza asimismo con una catástrofe social y sanitaria que viene siendo denunciada por los movimientos, como por ejemplo, en Haití o en el departamento del Amazonas en Colombia, uno de los más pobres del país. Realidad que no se limita al mundo urbano. Las organizaciones indígenas han denunciado la grave situación que se vive en sus territorios e incluso la OPS (Organización Panamericana de la Salud) ha alertado sobre más de 20.000 contagiados en los pueblos de la Amazonía.
La pandemia ha expuesto y acentuado también las tramas de la injusticia, la doble explotación y la opresión y violencia hacia las mujeres, así como contra las disidencias y diversidades de sexo y género. En particular, las mujeres de los sectores populares se han visto afectadas por la pérdida de los ingresos, por la responsabilidad del cuidado doméstico y por el incremento de la violencia, con un rastro de femicidios que no deja de crecer. En este sentido, por ejemplo, desde la Coordinadora Feminista 8M se impulsó la organización colectiva del cuidado en clave feminista de familias y poblaciones en los territorios; la visibilización y atención urgente en la erradicación de la violencia intrafamiliar y la protección de mujeres, niñas/os y adolescentes; el reclamo de no salir a trabajar exigiendo el ingreso y las medidas de emergencia sanitaria.
Los movimientos de mujeres y feministas han planteado con fuerza que el cuidado vale más que las ganancias. De igual manera se han pronunciado las articulaciones de movimientos populares. La Asamblea Internacional de los Pueblos (AIP) llamó a poner la vida antes que el capital, la efectiva expresión emancipatoria de la contradicción que suele formularse habitualmente bajo la idea de la contraposición entre salud y economía. La articulación nuestroamericana de ALBA Movimientos convocó a denunciar a los gobiernos neoliberales, levantar los bloqueos y rechazar las agresiones imperialistas; y a dar vida a un programa y un proyecto político desde abajo. La proyección global del virus hecho pandemia ha acentuado los padecimientos sociales del neoliberalismo pero también ha evidenciado dramáticamente los efectos de la globalización capitalista y puesto en debate el des-orden global. En esta dirección, de las resistencias populares surge también la necesidad de plantear y construir alternativas en este plano, que necesariamente deben potenciar y renovar el internacionalismo.
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