María Fernanda Espinosa, candidata a Secretaria General de la OEA: «Debemos tener una mirada renovada con Venezuela, que no cope toda la agenda»

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Por Renzo Giner Vásquez

El 20 de marzo, los 34 países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) designarán al secretario general del organismo multilateral más importante de la región para los próximos cinco años.

Luis Almagro, en el cargo desde el 2015, busca conseguir su reelección; mientras que el diplomático peruano Hugo de Zela y la excanciller ecuatoriana Maria Fernanda Espinosa buscarán darle un giro de timón a la organización.

El elegido tendrá por delante el reto de reconducir al continente tras un 2019 marcado por protestas, cambios de mandatos, cierres de Congresos, denuncias por violaciones a derechos humanos y otras turbulencias. Estos tiempos latinos han sido tan particulares que ni la OEA se salva de tener un proceso inédito.

Por primera vez en su historia, dos de los candidatos -Espinosa y Almagro- no fueron postulados por sus propios países. En el caso de la diplomática ecuatoriana, fue propuesta por Antigua y Barbuda; mientras que el secretario en funciones, de nacionalidad uruguaya, fue apoyado por Colombia.

En esta ocasión, El Comercio sostuvo una entrevista telefónica con Espinosa. Graduada de diferentes carreras vinculadas a las ciencias sociales, cuenta con una trayectoria profesional de 30 años. En el 2007 fue nombrada canciller ecuatoriana por el entonces presidente Rafael Correa, en el 2012 estuvo al frente del Ministerio de Defensa Nacional y dos años más tarde fue nombrada Representante Permanente de su país ante las Naciones Unidas.

En el 2017, con Lenín Moreno en el poder, fue nombrada nuevamente canciller, cargo que ocupó hasta junio del 2018 cuando se convirtió en la primera latinoamericana escogida para presidir la Asamblea General de la ONU.

– Cuando presidió la Asamblea General de la ONU recibió el apoyo del presidente Moreno. Ahora, más bien, ha dicho que esta responsabilidad no debería recaer sobre usted.

Creo que en absoluto, para nada. Porque sino lo mismo podríamos decir del actual secretario general. Yo rescato que en el caso de Ecuador ellos hicieron un compromiso público, de voz del propio presidente, para apoyar la reelección del actual secretario. Y lo dijeron antes de que yo anunciara mi candidatura. En segundo lugar, escuché las palabras del presidente, señalando que soy una persona competente y con las credenciales pero que ya se habían comprometido con antelación a apoyar la reelección del actual secretario. Respeto eso porque me parece serio.

– No deja de ser curioso…

Pero creo que eso tiene muchos aspectos positivos.

– ¿Por ejemplo?

Básicamente resaltaría dos. Uno es que hace al elegido una persona absolutamente desprendida de cualquier interés nacional o personal y lo pone a servicio de los 34 estados miembros sin ataduras. Es decir, ganan independencia. El segundo factor es algo que nos toca construir de manera más consciente y es la conjunción de una ciudadanía hemisférica. Independientemente de nuestra nacionalidad pertenecemos a una gran comunidad hemisférica. Pensemos en la Unión Europea, donde circulan libremente y tienen una gran matriz común. Yo propongo construir unidad basada en la diversidad.

– ¿Cuál es su balance sobre la gestión del secretario Almagro?

No me corresponde hacer una valoración, ser una suerte de perito de la gestión del actual secretario. Creo que lo que es bastante evidente es que nos encontramos en una encrucijada en el hemisferio. O avanzamos hacia un modelo de OEA que se ajuste a las prioridades de hoy, de los 34 países miembros y a lo que está ocurriendo en el mundo de hoy, y eso pasa por un diálogo, un acercamiento e incluso una reconciliación hemisférica. Es evidente, y esto lo sentí como presidenta de la Asamblea General de la ONU, hay una gran fragmentación y polarización en el hemisferio. Y creo que hay muchos más temas que nos unen que los que nos separan. Por supuesto que los que nos separan deben seguir siendo parte de la agenda, pero el rol de una secretaria general no puede fomentar ni profundizar las diferencias sino construir consensos de forma neutral, independiente y objetiva.

– Esa es una de las principales críticas a la gestión de Almagro: ser muy parcial en temas como el venezolano. ¿Qué diferencia habría con su gestión?

Creo que ese es precisamente uno de los problemas. La carta constitutiva de la OEA habla de cuatro pilares de gestión: fortalecimiento de la democracia, derechos humanos, desarrollo y seguridad multidimensional. Creo que lamentablemente hubo una suerte de abandono de la riqueza de agenda que tiene la organización. Y hubo una gran concentración en un solo país. Si me dijeran que se concentraron solo en ese tema pero encontraron una salida que beneficie al pueblo de ese país, diría que el esfuerzo valió la pena. Pero en este caso, yo creo que no hubo los frutos deseados. Debemos procesar las crisis de otra manera y evitar que cope toda la energía política y técnica de una organización como la OEA. Creo que una secretaria general no puede llevar sus posturas personales a una escena multilateral.

– ¿Qué nuevos aires le aportaría su eventual elección al tema Venezuela?

He consultado con muchos primeros ministros, autoridades y líderes de la región, y creo que hay un solo camino en la diplomacia: el diálogo. Por lo tanto, debemos tener una mirada fresca y renovada con el tema Venezuela, que no cope toda la agenda de la OEA y que le de un nuevo oxígeno a ese tema. Ahora, la sensación que hay –y no lo digo yo sino varios líderes- es que estamos en un punto muerto.
– ¿Se puede dialogar con una dictadura?

Nuevamente, vuelvo a decirlo, el diálogo es la única herramienta que tiene la diplomacia y el multilateralismo. Nunca es demasiado tarde o nunca se puede descartar el diálogo como herramienta de construcción de consensos.

– El próximo secretario recibirá una Latinoamérica que sale de un 2019 particularmente agitado. Bolivia fue uno de los focos y la OEA jugó un papel clave, ¿qué mirada tiene al respecto?

Independientemente de lo que ocurrió en el pasado, las diferentes lecturas e interpretaciones, lo importante es el presente y el futuro. Y en Bolivia tiene que ver con que todas las partes se pusieron de acuerdo para un nuevo proceso electoral y que se está haciendo toda la preparación para ello. A la OEA le corresponde acompañar un proceso concluyente, transparente y que respete las decisiones del pueblo.

– En el caso de Chile, se criticó la tibieza con la que actuó la OEA en comparación a Venezuela, por ejemplo. ¿Qué opina de eso?

Creo que la CIDH hizo su trabajo, las Naciones Unidas y la oficina de la Alta Comisionada (de DD.HH., Michelle Bachelet) han hecho su trabajo. Pero, nuevamente, el rol técnico e imparcial de la OEA es importante. Se debe usar la misma vara para todos los países, esa es la única manera de recuperar la legitimidad de la OEA como instancia hemisférica.

– No son pocos quienes consideran que la OEA o la ONU no ofrecen grandes soluciones. ¿Ha pensado en cómo revertir eso?

Quizás ese es el tema más importante. Durante mi carrera he detectado que hay una verdadera crisis de implementación y eso es lo que debemos atacar. Durante mi trabajo en la ONU le puse mucho esfuerzo a cumplir los compromisos y realmente revisar cómo actuamos sobre lo que nos comprometemos. Mi lema fue DARE (atreverse, en inglés) y era un acrónimo en inglés de Entrega, Responsabilidad, Relevancia y Eficiencia. En el caso de la OEA, cuando sea electa secretaria general, propongo que firmemos una suerte de 10 mandamientos, un juramento de los principios que guiarán mi labor. Están establecidos en la carta, pero creo que se debe firmar un juramento. En la ONU lo hice y cumplí con todos los puntos. Además, hay un último tema importante…

– ¿Cuál?

Debemos revolucionar la comunicación. La OEA debe estar más cerca de la gente. Tenemos la oportunidad de explicar qué hacemos, para qué lo hacemos y cómo beneficia a la gente. Ven a estar organizaciones como grandes elefantes, extraños a la gente, sin conexión. Creo que se pueden acercar las organizaciones a la gente.

El Comercio


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