Guillaume Long, excanciller de Ecuador: «UNASUR siempre fue vista con hostilidad por la política exterior de los Estados Unidos»

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Entrevista a Guillaume Long, excanciller de Ecuador

Por Pedro Brieger, director de NODAL

El 17 de septiembre la Asamblea Nacional de Ecuador por amplia mayoría decidió desvincularse de la UNASUR, la Unión de Naciones Suramericanas. Esta mayoría es producto de la alianza existente entre los sectores alineados en la actualidad con el presidente Lenín Moreno y los partidos que fueron oposición al expresidente Rafael Correa, uno de los impulsores de la UNASUR. Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú suspendieron su participación en el organismo regional, pero Ecuador es el primero que se desvincula oficialmente fruto de la aprobación parlamentaria. Para comprender el alcance de la decisión NODAL consultó a Guillaume Long, canciller de Ecuador en 2016 y 2017 y exrepresentante de su país ante Naciones Unidas en su sede de Ginebra.

¿Qué reacción le merece, como ex canciller del Ecuador, la denuncia del Tratado Constitutivo de la UNASUR por parte de Ecuador?

Me suscita mucha tristeza. Resulta difícil entender la miopía o el odio, o las dos cosas, detrás de una decisión de esta naturaleza. Son en realidad una serie de actores que se han prestado a este capítulo bochornoso de nuestra historia. En primer lugar hay que lamentar la decisión del gobierno de Lenín Moreno de iniciar este proceso. Luego la resolución de la Corte Constitucional que tuvo que dar su visto bueno pero, aparentemente, sin haber leído nuestra Constitución que establece en su artículo 423 que “La integración, en especial con los países de Latinoamérica y el Caribe, será un objetivo estratégico del Estado” y que “En todas las instancias y procesos de integración, el Estado ecuatoriano se comprometerá a impulsar la integración”. Y finalmente el voto de 79 legisladores en la Asamblea Nacional a favor de la denuncia del tratado constitutivo de la UNASUR.

Es importante recordar que Ecuador había sido un Estado particularmente activo en la consecución de nuestra Unión. Ecuador desplegó importantes esfuerzos en 2009 y 2010, cuando ejercía la presidencia por tempore de la UNASUR, para conseguir la ratificación por parte de los parlamentos suramericanos justamente del mismo Tratado Constitutivo que Ecuador acaba de denunciar. No solamente el ejecutivo ecuatoriano con la figura de su canciller, sino el legislativo también. Recuerdo que hasta el presidente de la Asamblea Nacional se movilizaba por toda la región para alentar a los parlamentos de los diferentes países para que aprobaran ese instrumento, lo que jugó un rol determinante para que finalmente el Tratado entrara en vigor en 2011.

Pero además Ecuador fue escogido como sede de la Secretaria General de la UNASUR

Exactamente. Quito estaba perfilándose como una suerte de capital de esta integración suramericana debido a la decisión de que el órgano ejecutivo de la UNASUR, la Secretaría General, se implantara en Ecuador. Esto era muy importante para Ecuador porque significaba que el país, y Quito su capital, se colocaba en el centro de la integración suramericana, que Quito se volvía una especie de “Bruselas” de la nueva organización regional, una gran apuesta estratégica que fue acompañada de una infraestructura llamativa en un lugar conocido como la Mitad del Mundo que era claramente el inicio de un complejo más importante a futuro. Fue justamente en esta época que Quito construyó su nuevo aeropuerto y sofisticó su infraestructura vial entre otras cosas. Había un proyecto muy importante vinculado a la implantación de la UNASUR en nuestro país. Por este motivo también resulta increíble la decisión de los asambleístas de denunciar el Tratado Constitutivo.

¿Cómo explica entonces esta decisión?

Creo que una explicación importante reside en el odio irreflexivo de las nuevas elites gobernantes a lo que perciben como el “correísmo”. Es parte de una seria de acciones, varias absolutamente nefastas, que buscan borrar el legado de la “Revolución Ciudadana”. Pero también creo que hay importantes cálculos geopolíticos. No hay que olvidar que este gobierno está cumpliendo con un listado de tareas exigidas desde afuera. Hemos visto ya el cumplimiento de varias: el retorno del FMI, una pista aérea en las Islas Galápagos, el fin del asilo a Julian Assange o el reconocimiento del autoproclamado Juan Guaidó en Venezuela. La UNASUR es un ítem más en este listado.

¿Cree usted que presiones de los Estados Unidos estarían detrás de la salida de Ecuador de la UNASUR?

No sabría indicar si ha habido un pedido o una insinuación específica por parte de los Estados Unidos, pero está claro que esta decisión ecuatoriana favorece lo que los clásicos halcones estadounidenses perciben como sus intereses en América Latina. Por ende, la denuncia del Tratado hará mucho por congraciar aún más al gobierno de Lenín Moreno con la administración Trump. Es importante comprender que, a lo largo de nuestra historia, los Estados Unidos siempre han sido hóstiles a cualquier forma de integración latinoamericana que se lleva a cabo sin la presencia e incluso el liderazgo de Washington. El Mercosur siempre fue visto con sospecha y hasta boicoteado por los Estados Unidos. Desde finales de los años 90 del siglo pasado, además, Estados Unidos buscó activamente una solución moldeada al NAFTA con México para aplicarla en toda la región. Esta propuesta llegó a conocerse como el ALCA, hasta que finalmente la iniciativa fue derrotada en 2005 en la Cumbre de las Américas en la ciudad argentina de Mar del Plata. Con mucha mayor razón, la UNASUR siempre fue vista en el establishment de la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos con cierta hostilidad.

Usted ha hablado del rol estratégico de la UNASUR. ¿Pero cuál es ese? ¿Por qué resulta tan importante para nuestra región?

La unión suramericana y latinoamericana es una condición necesaria para alcanzar el desarrollo y la soberanía de nuestros países. Si sumamos los esfuerzos de cada uno de nuestros países suramericanos es evidente que seremos más eficaces en la resolución de nuestros problemas. Si juntamos la capacidad financiera, productiva y técnica de cada uno podremos llevar adelante proyectos de mucho mayor impacto para nuestros pueblos. Podremos además, y esto es fundamental, generar las economías de escala que tanto necesitamos.

Quizás el aspecto más importante sea el poder establecer poco a poco un marco regulatorio propio que nos permita homogenizar nuestros marcos legales hacia arriba: hacia más derechos, más protección a la naturaleza, más contrato social. Solo así podremos actuar en unísono frente a los grandes retos para el desarrollo, la democracia, la seguridad, la salud pública, el medio ambiente, la ciencia, la tecnología, la innovación y el conocimiento.

¿Cómo se puede explicar esta ecuación “unidad igual a soberanía”?

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Pensemos en lo que implica por ejemplo dejar de enviar a nuestros militares a que se formen en países que no necesariamente buscan nuestro interés sino quizás una manera de mantenerse presentes o tener un alto grado de vinculación con nuestros aparatos de seguridad. Por supuesto que debemos tener una agenda de investigación y de innovación propia, en todos los ámbitos, y que debemos coordinar esfuerzos conjuntos para enfrentar desafíos que son nuestros en materia de salud pública. Esto es unidad para actuar soberanamente en defensa de los intereses de nuestros pueblos.

Es importante recordar que la creación de la UNASUR en 2008 fue fruto de la necesidad de evitar la fragmentación de las decisiones y acciones de los gobiernos suramericanos con respecto a actores extrarregionales. La construcción de la UNASUR se justificó por lo tanto sobre la base de un importante diagnóstico: la política exterior de los países suramericanos había sido, a lo largo de la historia, excesivamente dependiente del bilateralismo con el resto del mundo y sobre todo con las grandes potencias. El resultado era que siempre estábamos en desventaja. Resultaba evidente que la fragmentación de las relaciones exteriores de los países suramericanos conllevaba esencialmente una “carrera hacia abajo” entre vecinos para atraer capital y buscar tener mayor competitividad que el vecino. Implicaba, además, una profundización del patrón primario-exportador de nuestros países, esa dependencia histórica de América Latina de las materias primas, y del rol periférico de nuestros países en el sistema-mundo.

¿Es usted optimista que se pueda salvar a la UNASUR o reconstruir en algún momento la integración latinoamericana?

Yo creo que el momento que vivimos es muy destructivo de todo lo que se ha construido en América Latina en estos últimos años. Por muy pasajero que sean estos gobiernos, está claro que hay cosas que son fáciles de deshacer, pero que costarán muchos años y esfuerzo volver a construir. También creo los gobiernos que llevan adelante esta agenda de odio y revanchismo son torpes y que lo han hecho sin gran apoyo popular, más bien tomando por sorpresa a nuestros pueblos, que han estado en varios casos como anonadados. Pero su torpeza y arbitrariedad les pasará factura, por ejemplo, en la forma como han procesado las cosas, violando las leyes o la Constitución y persiguiendo a sus opositores políticos. Los antecedentes políticos y jurídicos de estos abusos, me refiero a los abusos del neoliberalismo autoritario o semi autoritario actual, nos servirán sin duda para reconstruir un proyecto integracionista con fuerza y legitimidad. Así que guardo la esperanza de que estos duros reveses servirán al final de fértil abono para el renacer de nuestra unidad.


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