Juan Valdés Paz, sociólogo cubano: “Nos falta osadía para promover de una manera más ágil la participación de las nuevas generaciones”

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Entrevista a Juan Valdés Paz, sociologo y docente cubano

Por Nicolás Retamar, redacción NODAL

Cuba adoptó el 10 de abril de 2019 su nueva Carta Magna. Refrendada y aprobada en referéndum con el 86% de los votos, la nueva Constitución implicó una variedad de debates de distinta índole en la sociedad cubana. Para analizar y comprender el significado de esta nueva Constitución, NODAL dialogó con Juan Valdés Paz, sociólogo, docente de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García (ISRI), investigador y autor de numerosas publicaciones como La Transición Socialista en Cuba y El espacio y el límite: estudios sobre el sistema político cubano.

¿Qué implicancias tiene en términos políticos, sociales, económicos y culturales esta nueva Constitución?

Lo primero que hay que aclarar, que es lo más importante de este proceso, es que se trata de una nueva Constitución. Siempre se pensó, puesto que estamos en un escenario de reformas económicas, políticas e institucionales, pero la decisión política de pasar de una reforma de la Constitución a una nueva Constitución fue una decisión política muy importante. No solo porque ponía todas las cartas sobre la mesa nuevamente y permitía rehacer de una manera más completa el modelo de transición en que nos encontramos, sino que también esto obligaba a la consulta pública, al debate y al referéndum después. De manera que la decisión de una nueva constitución implicaba un acto político y democrático inédito desde 1976, que también fue una Constitución consultada por la población.

Hay casi tres generaciones que no habían pasado por esa experiencia y era muy importante que las nuevas generaciones se colocaran respecto a esta Constitución como la Constitución de su tiempo, la que hicieron ellos con su participación. Al tener una estructura demográfica muy envejecida este es un acto político muy relevante.

Ya fuera reforma o nueva Constitución, existía el problema técnico de que una parte muy importante de las reformas económicas en curso no cabían en la Constitución de 1976.  Por ejemplo, los medios de producción; entonces era imprescindible una reforma para poder empujar las reformas económicas en curso.

Cuando se tomó la decisión de pasar a las reformas políticas, se pisó terreno nuevo porque la Constitución del 76’ decía que «si las reformas atañen al sistema político, tienen que ser sometidas a referéndum». Me parece que fue muy inteligente convertir las reformas políticas en una nueva Constitución porque íbamos a gastar un referéndum en una simple reforma. Al elaborar una nueva Constitución esto permitía tratar problemas de todo tipo como el problema de la doble ciudadanía o el preámbulo de las definiciones ideológicas de la revolución.

Se bajó un proyecto que quedó modificado un 60% y el resultado final, incluido los cambios que se le hicieron al proyecto y la versión que finalmente fue votada y aprobada por la asamblea y el referéndum, tuvo una aprobación del 86%.  Aunque es inédito en este mundo, la Constitución del 76´tuvo el 98% de aprobación. Esto es señal de los tiempos que corren donde hay mayor discusión, mayor debate y más desalineamiento.

Por ejemplo, el caso del matrimonio igualitario, algo que parece tan progresista y tan avanzado y que nos corresponde a nosotros refrendar antes que nadie, descubres que no tuvo el trabajo previo político y cultural necesario para alguien que palpara exactamente por dónde iba la consciencia social al respecto. No se tuvo en cuenta el papel que podrían jugar ciertos grupos religiosos y pudo verse comprometida toda la carta por ese artículo. Por lo tanto, se hizo un artículo un poco más general y se remitió para un segundo momento, un código de familia con el compromiso que también va a ser sometido a referéndum.

Aparecieron otros ítems como haber suprimido del preámbulo la expresión «comunismo», que la población reclamó que se reincorporara. De esta manera, en algunos casos hubo una fuerte presión por izquierda y en otros casos hubo una fuerte presión por derecha en esas modificaciones que finalmente se incorporaron. Aun así, como nunca se incorpora todo lo que la gente quiere, hay grupos conformes con esta versión y otros grupos más inconformes.

Cuando una población pone tanta mirada en la Constitución que se acaba de promulgar, como en las leyes complementarias que están expectantes, estos procesos elevan la conciencia jurídica del pueblo. Por distintas razones que han salido ahora con mucha fuerza en la discusión vimos que la conciencia jurídica y constitucional de la población era bastante baja.

Era como que tuvieran una Constitución que nunca opera, que no es citada, que no es mencionada, que no es instrumentalizada, que no incide en las políticas en curso. La nueva Constitución será un gurú de todo el accionar político y social del país. Es importante que la población se reeduque en ese sentido.

Dado que se reclamó la reincorporación de la palabra “comunismo” a la nueva Carta Magna, ¿cuál es la relación de la juventud con el socialismo-comunismo y con el capitalismo?

La juventud cubana tiene poca relación con el capitalismo porque no tiene vínculo directo con el mercado capitalista. Sin embargo, la juventud cubana tiene insatisfacciones con el socialismo, que no se revierten necesariamente en una propuesta capitalista. Hay expresiones que no son totalmente consecuentes de sus propuestas que son «liberales» en el sentido más común, pero no perciben que esa propuesta en realidad se enmarca en un modelo no socialista. Entonces, hay un nivel de insatisfacción con la experiencia socialista real.

Si bien puede resultar demasiado esquemático, lo graficaré de una manera descriptiva: la sociedad cubana hoy tiene seis generaciones y se está formando una séptima. Las tres primeras vivieron mejor que sus padres, la cuarta igual que sus padres y las otras dos peor que sus padres. Aunque sea un esquema burdo porque no todo es consumo ni demanda, hay mucho de aspiracional en cada generación que se convierte en demanda y es ahí donde siempre aparece la incapacidad de una u otra generación para transmitir el mismo nivel de compromiso que ella tuvo y la misma compresión del proceso real que limita sus satisfacciones.

Siempre hay una responsabilidad de las generaciones dirigentes sobre esta cuestión porque son las más maduras del proceso. Por ejemplo, si la revolución lo único que hubiera logrado fuera haber puesto al 100% de los niños cubanos en escuelas con uniformes desde que nacen hasta la universidad, la revolución estaba más que justificada. Habría alcanzado algo que no existe en todo el Tercer Mundo y en la mitad del resto. Si además de eso pues tiene “todo lo demás”, lo que ocupa un lugar central es la independencia nacional y la plena soberanía del país.

¿Por qué será fácil para un país subdesarrollado como nosotros y atrasado, “hecho una mierda”, que nosotros le demos 100% escuelas a niños de Cuba? Se dice rápido pero materialmente no es fácil. Ahí está nuestra capacidad para eso. Visto que el discurso y el dialogo son insuficientes, y que el magisterio se queda corto -tengo hijos y nietos así que tengo mi percepción directa sobre eso, además  de ser maestro-, creo que nos falta la participación de las nuevas generaciones en posiciones de poder. No como dirigidos sino como dirigentes, porque quien le tiene que explicar a las nuevas generaciones cuáles son las condiciones reales de sus demandas son ellos mismos.

Hazte cargo del negocio, dime como te va y lo que puedes hacer, y cuéntaselo a los demás. Por razones simbólicas y hasta  de derecho político no hemos logrado una suficiente representación de las nuevas generaciones en posiciones de poder. Hablo de una revolución que comenzó con 25 años de edad promedio de los dirigentes.

Nos falta osadía para promover de una manera más ágil la participación de las nuevas generaciones porque la dirección política del país tiene más de 70 u 80 años. Pareciera que los de 50 son jóvenes, pero la gente dirá si alguien de 50 es joven. Si el compañero Raúl deja su cargo con 86 u 87 años después de una vida de servicio a la patria extraordinaria y el que lo suplanta tiene 56, hemos dado un salto enorme. A pesar de eso, pregúntale al que tiene 20 años si le parece que el de 56 que ya es su abuelo, es joven.

Hoy Cuba tiene todas esas contradicciones de una sociedad que envejece. Hay cierta complejidad al respecto pero creo que lo fundamental es «hazte cargo de la casa». Si papá dice «la casa es mía, yo soy el que mando, el presupuesto lo pongo yo y el coche es mío», tú me dirás ¿Qué hacen los hijos de la casa? Un poco lo veo en esa metáfora. Creo que Cuba se va a mover en ese sentido. Menos en la cúpula de la dirigencia de Cuba, en todos los niveles y esferas existe una edad promedio entre 50 y 52 años. Creo que eso va a seguir bajando.


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