Táchira, una puerta clave de entrada a Venezuela – Por Marco Teruggi
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El primer paso fue el gobierno paralelo. Comenzó en el 2017 con el Tribunal Supremo de Justicia funcionando fuera de Venezuela, seguido de la Fiscal General prófuga, completado el reconocimiento de la Asamblea Nacional como único poder legítimo, y el autonombramiento de Juan Guaidó como presidente interino el 23 de enero. El segundo paso fue el reconocimiento internacional del gobierno, conducido por Estados Unidos (EEUU), sus aliados, el nombramiento de representantes diplomáticos, y directivos para Citgo, la petrolera situada en norteamérica de la cual Pdvsa es socia mayoritaria y ha sido objeto del ataque económico planificado por EEUU. La hipótesis es que el tercer paso sería el territorio.
Esa posibilidad se desprende de una periodización del ataque contra Venezuela. Existe un hilo con objetivos que se han cumplido, otros que están en desarrollo, y en función de los resultados, nuevas posibilidades. Es un rompecabezas donde se cruzan las variables de manuales de operaciones especiales del ejército norteamericano, experiencias como el caso sirio y libio, y la aplicación para el escenario venezolano.
La hipótesis del territorio liberado se extrae de la necesidad que tendría el intento de gobierno paralelo de ejercer poder desde un espacio geográfico determinado que no sean las redes sociales, y quebrar el territorio nacional. Para eso han barajado varios puntos, como el estado Falcón, por su distancia de veinte millas náuticas de Aruba y la presencia de la refinería Amuay, el estado Anzoátegui, por tener puerto, aeropuerto, y el complejo petroquímico donde se refina el 40% del petróleo de la Faja Petrolífera del Orinoco, y el estado Táchira. Lo explica Freddy Bernal, nombrado protector de Táchira por Nicolás Maduro luego de la victoria de la oposición en la gobernación.
Táchira es el punto que parece haber predominado dentro de esas posibilidades. Por la frontera con Colombia y sus características geográficas, Colombia como socio de la OTAN, las bases militares norteamericanas en su territorio, una retaguardia estratégica, el apoyo de fuerzas interventoras, y la presencia del paramilitarismo que tiene particular fuerza en esa franja. El análisis se reafirma con la lectura de las matrices comunicacionales, la construcción de Cúcuta como epicentro de la llegada de ayuda humanitaria, punto de consolidación de consensos con el concierto el día 22 de febrero, y desde el cual intentar armar el escenario de apertura de un corredor a partir del 23.
¿Cuánta distancia existe entre esa hipótesis –si fuera la correcta y predominante– y las posibilidades reales de llevarla adelante? La primera pregunta sería con qué fuerza armada podrían hacerlo. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb), carta determinante en el esquema de asalto, no se ha quebrado ni a nivel central ni en Táchira. Un recorrido fronterizo muestra una Fanb movilizada, alerta, en primera línea. Si no es la Fanb, debería entonces ser un ejército irregular, paramilitar, es decir compuesto de un conjunto de elementos, como mercenarios formados en guerras de Medio Oriente, grupos paramilitares, bandas criminales, ejército colombiano presentado de forma de guarimba paramilitarizada, y generales norteamericanos tras las sombras.
¿Cuántos hombres y mujeres y qué tipo de armas deberían tener para liberar un municipio, una zona del estado, la mitad del estado, todo el estado? ¿Qué seguiría después? Liberar significa mantener bajo control, un esquema diferente al 2017 en su formato guarimba paramilitarizada que consistía en olas de violencia/terror y ataques militares focalizados a cuarteles, por ejemplo. Este formato implicaría que gobierno, Fanb, no pudieran recuperar ese territorio. ¿Existen condiciones para un esquema de esas características?
“Tenemos la capacidad de inteligencia, y la Fanb, con la capacidad para derrotar cualquier grupo apenas cruce la frontera para perturbar la paz y la tranquilidad de Venezuela. La fuerza aérea venezolana es de las más fuertes de América Latina, con el último equipamiento en aviones Sukoi, de alta tecnología y última generación. El sistema de defensa antiaéreo que compró Chávez a Rusia es de los mejores que existen en todo el continente, con capacidad de neutralizar misiles y aviones de cualquier tecnología hasta 200 kilómetros, y por supuesto nuestra Fanb tiene un apresto operacional que está desplegado a lo largo y ancho del país”, explica Bernal.
Junto a eso están preparados más de un millón quinientos mil milicianos y milicianas, de los cuales cincuenta y seis mil, repartidos en mil cien unidades están en Táchira.
Tal vez esa hipótesis no sea la predominante por la dificultad para llevarla adelante en el escenario venezolano. En ese caso la frontera sería el punto de condensación mediático-política para terminar de conformar la matriz de la imposibilidad del diálogo ante un gobierno que no dejaría entrar la ayuda humanitaria, y a partir de allí escalar en nuevas agresiones que podrían ser justificadas sobre hechos creados. En ese marco puede pensarse una acción de falsa bandera, alto impacto internacional, construida para justificar y pasar por encima de las partes internas que siguen con un freno hacia la escalada militarista.
“Los Estados Unidos, en connivencia con el gobierno de Colombia, podrían disfrazar a unos paramilitares con uniforme de Venezuela, y realizar un acto contra la población, contra algunos opositores, y luego tendrían las cámaras para demostrarle al mundo que aquí hay una dictadura que está asesinando al pueblo, y sería la excusa para poder llevarlo al Congreso de los Estados Unidos”, explica Bernal.
Otra posibilidad sería que el estado Táchira sea el foco de distracción mientras los ataques se preparan por otros flancos con menos aviso. ¿Bolívar, Zulia, la misma Caracas? O que las fuerzas paramilitares se activen bajo un esquema de acciones de saboteo, terror, asedio, en combinación con acciones internacionales. Estamos en un asalto conducido de primera mano por hombres como Elliott Abrams o John Bolton, arquitectos de masacres, que tienen todas las cartas sobre la mesa. Cada variable descartada, por imposibilidad de desarrollarla, o por desactivación gracias a la inteligencia del chavismo –como el arresto de García Palomo, quien iba a conducir acciones militares en Caracas– hará que apelen a hipótesis más complejas y directas. ¿Puede llegarse así hasta la intervención directa vía Colombia?
Son muchas las preguntas, el ejercicio de combinación de variables, posibilidades, análisis de los generales, sus fuerzas en cada ámbito, sus límites o no. Por el momento continúa la asimetría entre la correlación mediática/geopolítica/económica y la correlación en el terreno nacional. Guaidó, que sigue órdenes, mezcla un discurso de autoayuda, fe y golpismo que abiertamente plantea que la intervención norteamericana es una posibilidad. No tiene, ni él ni toda la derecha, cómo llevar adelante lo que afirman con fuerza propia.
El chavismo, por su parte, mantiene sus fortalezas que no han sido quebradas, a la espera de próximos pasos en cada uno de los ámbitos. El 23 es la próxima fecha de condensación y posible nuevo quiebre dentro de la secuencia. Eso en lo público. Los movimientos en las sombras avanzan, como lo ha denunciado, por ejemplo, Cuba al afirmar que EE.UU. mueve fuerzas de operaciones especiales hacia aeropuertos de Puerto Rico, República Dominicana y otras islas del Caribe sin conocimiento de sus gobiernos.
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