Discurso de Fidel Castro en la despedida de los granadinos caídos en la invasión de EEUU

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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ACTO DE DESPEDIDA DE DUELO A LOS HEROES CAIDOS EN DESIGUAL COMBATE FRENTE AL IMPERIALISMO YANKI EN GRANADA, CELEBRADO EN LA PLAZA DE LA REVOLUCION, EL 14 DE NOVIEMBRE DE 1983, «AÑO DEL XXX ANIVERSARIO DEL MONCADA».

 

Compatriotas:

Hace algo más de siete años, el 15 de octubre de 1976, nos reunimos en este mismo sitio para despedir el duelo de 57 cubanos vilmente asesinados en el sabotaje aéreo de Barbados, llevado a cabo por hombres que habían sido entrenados por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. Hoy venimos de nuevo para despedir a 24 cubanos que en Granada, otra isla no lejos de Barbados, murieron como consecuencia de las acciones militares de Estados Unidos.

Granada era uno de los Estados independientes más pequeños del mundo, tanto en territorio como en población. Si Cuba, a pesar de ser un país pequeño y subdesarrollado, podía ayudar mucho a Granada, era precisamente porque nuestros esfuerzos, cuantitativamente modestos pero cualitativamente elevados, significaban mucho para un país de apenas 400 kilómetros cuadrados de territorio y algo más de 100 000 habitantes.

Así, por ejemplo, el valor de nuestro aporte a Granada en proyectos, trabajos de construcción y materiales para el nuevo aeropuerto, a precios internacionales, ascendía a 60 millones de dólares, es decir, más de 500 dólares por habitante. Es como si Cuba, con su población de casi 10 millones, recibiera como donación una obra de 5 000 millones de dólares. Aparte de esto, estaba la colaboración de nuestros médicos, maestros y técnicos de diversas especialidades, a la que se añadía una contribución anual de productos cubanos por valor aproximado de 3 millones de dólares. Esto significa un aporte anual adicional de 40 dólares por habitante. Es imposible para Cuba ayudar en esa magnitud material a países que tienen una población y un territorio significativamente grandes, pero sí podíamos ayudar mucho a un país como la pequeña Granada.

Muchas otras naciones pequeñas del Caribe se admiraban de la generosa ayuda de Cuba a ese pueblo hermano. Acostumbrados al grosero interés económico y estratégico del colonialismo y el imperialismo, tal vez les resultaba extraordinaria esta acción desinteresada de Cuba; incluso es posible que a algunos, en medio de la sucia propaganda del Gobierno de Estados Unidos, no les fuera fácil comprenderla.

La amistad de nuestro pueblo con Bishop y Granada era entrañable, y nuestro respeto al país y su soberanía tan intachables, que jamás nos aventuramos a emitir siquiera opiniones sobre lo que allí se hacía y cómo se hacía. Aplicábamos a Granada el mismo principio que practicamos con todos los países y movimientos revolucionarios: respeto absoluto por su política, sus criterios y sus decisiones; emitir puntos de vista sobre cualquier tema únicamente si se nos solicita. El imperialismo es incapaz de comprender que el secreto de nuestras excelentes relaciones con los países y movimientos revolucionarios del mundo, se basa precisamente en ese respeto.

El Gobierno de Estados Unidos despreciaba a Granada y odiaba a Bishop. Quería destruir el proceso y el ejemplo de Granada; había incluso preparado planes militares para invadir la isla, como denunció Bishop hace casi dos años, pero no encontraba pretextos.

A decir verdad, la situación económica y social de Granada marchaba satisfactoriamente. El pueblo había recibido numerosos beneficios a pesar de la política hostil de Estados unidos, y el producto bruto de su economía crecía a buen ritmo en medio de la crisis mundial. Bishop no era un extremista, aunque sí un verdadero revolucionario, consciente y honesto. Lejos de estar nosotros en desacuerdo con su política inteligente y realista, la veíamos con plenas simpatías, porque se adaptaba rigurosamente a las condiciones concretas y las posibilidades de su país. Granada se había convertido en un verdadero símbolo de independencia y de progreso en el Caribe.

Nadie habría sido capaz de imaginarse la tragedia que se avecinaba. Toda la atención se concentraba en otras partes del mundo. Fueron desgraciadamente los mismos revolucionarios granadinos quienes desataron los acontecimientos que abrieron las puertas a la agresión imperialista.

De las propias filas revolucionarias surgieron hienas. Nadie puede asegurar hoy todavía si quienes clavaron el puñal del divisionismo y el enfrentamiento interno, lo hicieron de «motu proprio» o inspirados y alentados por el imperialismo. Es algo que, o lo hizo la CIA, o de lo contrario no habría podido hacerlo más perfecto. Lo cierto es que se usaron argumentos presuntamente revolucionarios, invocando los principios más puros del marxismo-leninismo e imputando a Bishop la práctica del culto a la personalidad y de apartarse de las normas y métodos leninistas de conducción.

Nada más absurdo a nuestro juicio que atribuir a Bishop tales tendencias. Era imposible imaginar a nadie más noble, modesto y desinteresado. Su culpa no fue jamás el autoritarismo, y si algo se le quisiera imputar como un defecto, fue su exceso de tolerancia y de confianza.

¿Eran acaso los que conspiraron contra él en el seno del Partido, del Ejército y de la Seguridad de Granada, un grupo de extremistas intoxicados de teoricismo político? ¿Se trataba simplemente de un grupo de ambiciosos, oportunistas, o incluso agentes enemigos que quisieron hundir la Revolución granadina? Solo la historia podrá decir la última palabra. Pero no sería la primera vez que en un proceso revolucionario haya ocurrido una cosa o la otra.

Según nuestro criterio, objetivamente el grupo de Coard hundió la Revolución y abrió las puertas a la agresión imperialista. Sean cuales fuesen sus intenciones, el atroz asesinato de Bishop y sus compañeros más fieles y allegados constituye un hecho que jamás podrá justificarse ni en esa ni en ninguna otra revolución. Como expresó la Declaración del Partido y el Gobierno de Cuba el 20 de octubre, «ningún crimen puede ser cometido en nombre de la revolución y la libertad».

Bishop, a pesar de sus vínculos estrechos y familiares con la Dirección de nuestro Partido, jamás dijo una sola palabra sobre las disensiones internas que se desarrollaban. Por el contrario, en su última conversación con nosotros, se expresó en términos autocríticos sobre su trabajo en relación con la atención que debía brindar a las fuerzas armadas y a las organizaciones de masas. Prácticamente toda la Dirección de nuestro Partido y nuestro Estado compartió con él largas, fraternales y amistosas horas en la noche del 7 de octubre, antes de su partida de regreso a Granada.

El grupo de Coard nunca tuvo con nosotros tales relaciones, ni tal intimidad, ni tal confianza. Es más, ni siquiera sabíamos que ese grupo existía. Lo que puede señalarse en honor de nuestra Revolución es que no obstante la profunda indignación que produjo entre nosotros la destitución y el arresto de Bishop, nos abstuvimos en absoluto de inmiscuirnos en los asuntos internos, a pesar de que nuestros constructores y demás colaboradores en Granada, que no vacilaron en enfrentarse a los soldados yanquis, con las armas que el propio Bishop les había entregado para su defensa en caso de agresión exterior, podían haber sido un factor decisivo en los acontecimientos internos. Pero jamás se supuso y jamás habríamos aceptado que esas armas se utilizasen en conflictos internos de Granada, y nunca habíamos estado dispuestos a derramar con ellas una sola gota de sangre granadina.

El 12 de octubre Bishop es destituido por el Comité Central, en el que los conspiradores habían alcanzado una mayoría. El 13 es arrestado en su domicilio. El 19 el pueblo se subleva y liberta a Bishop. Ese mismo día, el grupo de Coard ordena al ejército disparar contra el pueblo y son asesinados Bishop, Whiteman, Jacqueline Creft y otros valiosos dirigentes revolucionarios.

Los imperialistas yankis, apenas se manifestaron las disensiones internas que salieron a la luz el 12 de octubre, decidieron la invasión.

Es conocido públicamente el mensaje enviado por la Dirección del Partido cubano al grupo de Coard el 15 de octubre, en el que expresábamos nuestra profunda preocupación por las consecuencias tanto internas como externas de la división surgida, y nuestra apelación al sentido común, la serenidad, la sabiduría y generosidad de los revolucionarios. Esta referencia a la generosidad era una apelación a que no se usase la violencia contra Bishop y sus seguidores.

Este grupo de Coard que tomó el poder en Granada, se manifestó desde el primer instante con grandes reservas hacia Cuba, por nuestra conocida e incuestionable amistad con Bishop.

La prensa nacional e internacional ha publicado nuestra enérgica condena a los hechos del 19 de octubre, día en que Bishop fue asesinado. La verdad es que nuestras relaciones con el fugaz gobierno de Austin donde el verdadero jefe era Coard, fueron frías y tensas, de modo tal que en el momento de la criminal agresión yanki no existió la más mínima coordinación entre el ejército granadino y los constructores y colaboradores cubanos. Se han publicado los puntos esenciales de los mensajes enviados a nuestra Embajada en Granada entre el 12 y el 25 de octubre, día en que se produce la invasión. Esos documentos quedarán para la historia como prueba irrecusable de nuestra limpia posición de principios con relación a Granada.

El imperialismo, por otra parte, presentaba los acontecimientos como el advenimiento al poder de un grupo de comunistas de línea dura, fieles aliados de Cuba. ¿Eran realmente comunistas? ¿Eran realmente de línea dura? ¿Podían ser realmente fieles aliados de Cuba? ¿O eran más bien instrumentos inconscientes o conscientes del imperialismo yanki?

Búsquese en la historia del movimiento revolucionario, y se verá más de una vez la conexión entre el imperialismo y quienes asumen posiciones aparentemente extremistas de izquierda. Pol Pot y Ieng Sary, genocidas de Kampuchea, ¿no son hoy los  más fieles aliados del imperialismo yanki en el sudeste de Asia? Nosotros, en Cuba, desde que surgió la crisis en Granada, al grupo de Coard, por llamarlo de algún modo, lo llamábamos el  «grupo polpotiano».

Nuestras relaciones con los nuevos dirigentes de Granada debían ser sometidas a un profundo análisis, como se anunció en la Declaración del partido y el Gobierno de Cuba el 20 de octubre. Expresábamos en ella también que, por una elemental consideración al pueblo de Granada, no nos precipitaríamos en «dar ningún paso relacionado con la colaboración técnica y económica que pueda afectar servicios esenciales e intereses económicos vitales para el pueblo de Granada». No podíamos resignarnos a la idea de dejar sin médicos a los granadinos, ni dejar sin terminar el aeropuerto, que era vital para la economía del país. Con toda seguridad, a la terminación de esa obra nuestros constructores se retirarían de Granada, y las armas entregadas por Bishop serían devueltas al gobierno. Era posible, incluso, que nuestras pésimas relaciones con el nuevo gobierno determinaran la necesidad de marcharnos mucho antes.

Lo que colocó a Cuba en una situación moralmente compleja y difícil, fue el anuncio de que fuerzas navales yankis avanzaban hacia Granada. En esas condiciones, nosotros bajo ningún concepto podíamos abandonar el país. Si el imperialismo tenía realmente intenciones de atacar a Granada, nuestro deber era permanecer allí. Retirarse en ese momento era un deshonor y podía incluso estimular la agresión, ahora en ese país y mañana en Cuba. Los acontecimientos se sucedieron, además, con tan increíble rapidez, que si se hubiese considerado la evacuación, no habría habido tiempo de realizarla.

Pero en Granada el gobierno era moralmente indefendible, y el país, donde se había producido un divorcio del Partido, el Gobierno y el Ejército con el pueblo, era también militarmente indefendible, porque una guerra revolucionaria solo es posible y justificable en unión con el pueblo. Por tanto, solo podíamos combatir si éramos directamente atacados. No había otra alternativa.

No obstante, debe señalarse que, ¿a pesar de esas circunstancias adversas, un número de soldados granadinos murió combatiendo heroicamente contra los invasores (APLAUSOS).

Los hechos internos ocurridos, sin embargo, no justificaban  bajo ningún concepto la intervención yanki. ¿Desde cuándo el Gobierno de Estados Unidos ha sido erigido en juez de los conflictos entre revolucionarios de un país? ¿Qué derecho tenía Reagan a rasgarse las vestiduras ante la muerte de Bishop, a quien tanto odiaba y combatió? ¿Qué razones podían existir para su brutal violación de la soberanía de Granada, un pequeño país independiente, miembro respetado y reconocido por la comunidad internacional? Es como si otro país se considerase con el derecho a intervenir en Estados Unidos por el repugnante asesinato de Martin Luther King y tantos otros terribles abusos que se han cometido contra las minorías negras e hispanas en Estados Unidos, o intervenir porque John Kennedy fue asesinado.

Lo mismo puede decirse sobre el argumento de que 1 000 norteamericanos estaban en peligro. Muchas veces más norteamericanos hay en decenas de países del mundo. ¿Significa esto acaso el derecho a intervenir cuando surjan conflictos internos en esos países? Hay en Estados Unidos, Inglaterra y Trinidad decenas de miles de granadinos. ¿Podría la pequeña Granada intervenir si surgieran problemas de política interior que implicaran algún riesgo para sus compatriotas en cada uno de esos países? Dejando a un lado la falacia y la mentira de tales pretextos utilizados para invadir Granada, ¿es realmente esto una norma internacional que pueda sostenerse?

Mil lecciones de marxismo no podrían enseñarnos mejor la entraña sucia, pérfida y agresiva del imperialismo, que la agresión desatada contra Granada al amanecer del 25 de octubre y su conducta ulterior.

Para justificar la invasión de Granada y sus actos posteriores, el Gobierno de Estados Unidos y sus voceros dijeron 19 mentiras, y de ellas las 13 primeras que se enumeran fueron afirmadas personalmente por Reagan:

  1. Cuba tuvo responsabilidad en el golpe de Estado y la muerte de Bishop (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  2. Los estudiantes norteamericanos corrían el peligro de ser tomados como rehenes (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  3. El objetivo principal de la invasión fue proteger la vida de los ciudadanos norteamericanos (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  4. La invasión fue una operación multinacional a solicitud del señor Scoon y de los países del Caribe Oriental (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  5. Cuba pensaba invadir y ocupar Granada (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  6. Granada se estaba convirtiendo en una importante base militar soviético-cubana (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  7. El aeropuerto en construcción no era civil sino militar (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  8. Las armas en Granada servirían para exportar la subversión y el terrorismo (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  9. Los cubanos tiraron primero (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira! «)
  10. Había más de 1 000 cubanos en Granada (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  11. La mayoría de los cubanos no eran constructores sino soldados profesionales (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  12. Las fuerzas invasoras se cuidaron de no destruir ni causar bajas civiles (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  13. Las tropas norteamericanas estarán una semana en Granada (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  14. Se estaban construyendo silos para cohetes en Granada (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  15. El barco «Viet Nam Heroico» transportaba armas especiales (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  16. Cuba fue advertida de la invasión (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  17. Quinientos cubanos combaten en las montañas de Granada (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  18. Cuba ha dado instrucciones de realizar represalias contra ciudadanos norteamericanos (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)
  19. La prensa fue excluida para proteger la seguridad de los periodistas (EXCLAMACIONES DE: «¡Mentira!»)

(APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: «¡Mentirosos!», «¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!», «¡Fidel, aprieta, que a Cuba se respeta!»)

Ninguna de estas afirmaciones pudo ser probada, ninguna era cierta y todas absolutamente han sido desmentidas por los hechos. Esta forma cínica de acudir a la mentira para justificar la invasión de un pequeño país, recuerda los métodos de Adolfo Hitler en los años en que se gestó y desató, al fin, la Segunda Guerra Mundial.

Los propios estudiantes y funcionarios norteamericanos de la Escuela de Medicina que radica allí han reconocido que recibieron garantías absolutas para los ciudadanos de Estados Unidos y las facilidades necesarias para salir del país a los que desearan hacerlo. Cuba, por otro lado, había informado al Gobierno de Estados Unidos el 22 de octubre que ningún ciudadano extranjero, incluidos los cubanos, había sido molestado; y ofrecía su cooperación para resolver cualquier dificultad que surgiese de forma que los problemas se solucionaran sin violencia ni intervenciones en el país.

Ninguno de los ciudadanos norteamericanos habían sufrido la menor molestia al producirse la invasión, y si algo los puso en peligro fue la propia guerra desatada por Estados Unidos. Las instrucciones dadas por Cuba al personal cubano de no interferir ninguna acción para evacuar ciudadanos norteamericanos por el área de la pista en construcción cercana a la Universidad, contribuyeron a evitar riesgos a los civiles norteamericanos residentes en el país. La referencia que hizo Reagan al peligro de que ocurriera en Granada lo de Irán, para apelar a la sensibilidad norteamericana humillada por aquel episodio, es un argumento demagógico, politiquero y deshonesto.

La afirmación de que el nuevo aeropuerto tenía carácter militar, vieja mentira sobre la que había hecho mucho hincapié la administración Reagan, fue desmentida categóricamente por la propia empresa capitalista inglesa que suministraba y montaba los equipos eléctricos y técnicos de esa instalación aérea. Los técnicos ingleses de la compañía Plessey, conocida en la esfera internacional por su especialidad en este campo, trabajaban conjuntamente con los constructores cubanos, cuyo carácter de trabajadores civiles atestiguan. En el aeropuerto cooperaban, de una forma u otra, varios países de la Comunidad Europea miembros de la Alianza Atlántica. ¿Puede alguien imaginarse que cooperasen con Cuba en Granada para construir un aeropuerto militar?

Por otro lado, la idea de que Granada se estuviese convirtiendo en una base soviético-cubana, es desmentida por el hecho probado de que en la isla no había ni un solo asesor militar soviético.

En los propios documentos supuestamente secretos que cayeron en poder de Estados Unidos y que fueron publicados por el gobierno yanki días después de la invasión, se señala el acuerdo entre los gobiernos de Cuba y Granada, en virtud del cual nuestro país enviaría 27 asesores militares que podían aumentarse más tarde hasta 40, cifras que coinciden con las publicadas por Cuba sobre el número de asesores, que ascendían a 22 el día de la agresión, a los que se añadía una cantidad similar de traductores y personal de servicios de la Misión. En ninguna parte de esos cacareados documentos aparece nada que tenga que ver con la idea de bases militares en Granada, y lo que sí consta en los mismos es que las armas suministradas por la Unión Soviética al Gobierno de Granada para el ejército y las milicias estaban sujetas a una cláusula que prohibía la exportación a terceros países, desmintiendo la idea de que Granada estaba convertida en un arsenal para suministrar a organizaciones subversivas y terroristas, como gusta llamar la actual Administración de Estados Unidos a todos los movimientos de liberación nacional y revolucionarios. De Granada no salió nunca un arma para otros países y esto, por tanto, Reagan jamas podrá probarlo.

La afirmación de que Cuba estaba próxima a invadir y a ocupar Granada es tan irreal, absurda, loca y ajena a nuestros principios y nuestra política internacional, que no merece ninguna consideración seria. Lo que está probado es la forma absolutamente escrupulosa con que nos abstuvimos de inmiscuirnos en los asuntos internos del país, a pesar de nuestra profunda simpatía por Bishop y nuestro rechazo total a la conspiración y el golpe de Coard y su grupo, que solo podían servir a los intereses del imperialismo y a sus planes de destruir la Revolución granadina. Los mensajes con instrucciones precisas y categóricas a nuestra Embajada en Granada, divulgados ampliamente por el Gobierno de Cuba, constituyen una demostración irrebatible de la limpia posición de principios mantenida por la Dirección de nuestro Partido y nuestro Estado, en relación con los sucesos internos de Granada.

El carácter civil de la casi totalidad de los colaboradores cubanos en Granada, ha quedado demostrado ante el mundo entero por los cientos de periodistas extranjeros que los vieron llegar a nuestro país y tuvieron posibilidades de entrevistarlos, a todos y cada uno de ellos, cuyas edades casi en un 50% rebasa los 40 años. ¿Quién podría cuestionar su condición de colaboradores civiles y de obreros con largos años de experiencia en su trabajo?

Cuando los voceros del Gobierno de Estados Unidos afirmaban que había en Granada, al producirse la invasión, entre 1 000 y 1 500 cubanos y que cientos de ellos continuaban luchando en las montañas, Cuba publicó la cifra exacta de los ciudadanos cubanos que se encontraban en Granada el día de la invasión: 784, incluido el personal diplomático con sus familiares e hijos.  Se señalaron igualmente los organismos de donde procedían, las actividades a las que se dedicaban, las instrucciones que recibieron de combatir en sus áreas de trabajo y campamentos si eran atacados, y la imposibilidad, por las informaciones que poseíamos, de que pudieran quedar cientos en las montañas. Más tarde se publicaron los nombres y oficios de cada uno de los colaboradores y la situación conocida o probable de cada cual. Los hechos han demostrado que la información de Cuba se ajustaba rigurosamente a la verdad. No existe un solo dato de esa voluminosa información que haya podido ser desmentido.

Es igualmente mentirosa y cínica la afirmación de que los cubanos iniciaron las acciones hostiles. Lo cierto, lo irrefutable es que a la hora en que se produce el desembarco aéreo en la pista y en los alrededores de los campamentos, el personal cubano dormía y las armas se encontraban almacenadas; no habían sido distribuidas. En medio del desembarco aéreo, fue cuando se distribuyeron las armas, que no alcanzaban para todos los colaboradores, y el personal cubano ocupó los lugares asignados para esa emergencia. Aun así nuestro personal, ya organizado y armado, tuvo tiempo de ver cómo se reagrupaban en la pista los paracaidistas norteamericanos y cómo aterrizaban los primeros aviones; era el momento más débil de los invasores. Si los cubanos hubiesen disparado primero, habrían ocasionado decenas y quizás cientos de bajas a los norteamericanos en esas primeras horas (APLAUSOS). Lo rigurosamente histórico, lo rigurosamente cierto es que los combates se iniciaron cuando las tropas de Estados Unidos avanzaron hacia los cubanos en son de guerra; como también es cierto que cuando un grupo de colaboradores que estaban desarmados fueron capturados, se les utilizó como rehenes y fueron llevados delante de los soldados norteamericanos.

La invasión de Granada se produjo en forma sorpresiva y traicionera, sin ningún tipo de aviso o advertencia previa, estilo Pearl Harbor, estilo nazi. La nota del Gobierno de Estados Unidos al Gobierno de Cuba el martes 25 de octubre, con la que se pretendía responder a nuestra nota del sábado 22, fue entregada a las 8:30 de la mañana, tres horas después del desembarco, y cuando hacía hora y media que sus tropas atacaban a nuestros compatriotas en Granada. Incluso en horas de la tarde del día 25, el Gobierno de Estados Unidos envió una nota engañosa al Gobierno de Cuba que hizo concebir la posibilidad de que los combates cesaran de una forma razonable y honrosa, evitando mayores derramamientos de sangre. A pesar de que esa nota fue respondida de inmediato aceptando esa posibilidad, lo que hizo el Gobierno de Estados Unidos fue desembarcar en la madrugada del día 26 la 82 División Aerotransportada, y atacar con todas sus fuerzas la posición cubana que quedaba resistiendo. ¿Es esa la conducta de un gobierno serio? ¿Es esa la forma de advertir sobre el ataque? ¿Era esa la forma de evitar mayores derramamientos de sangre?

El señor Scoon declaró paladinamente que él estaba de acuerdo con la invasión, pero que no le había solicitado previamente a nadie que invadiera Granada. Varios días después del desembarco es cuando el señor Scoon, que estaba albergado en el portahelicópteros «Guam», firma una carta en la que solicita oficialmente la intervención. Reagan no acertaba a demostrar una sola de sus falsas afirmaciones.

Cuando se dijo que el buque «Viet Nam Heroico», que se encontraba en el puerto de Saint George’s el día de la invasión, llevaba armas especiales, como un pretexto para que no fuera utilizado como medio de transporte para la evacuación de los rehenes cubanos en Granada, se indagó de inmediato con su capitán si llevaba por casualidad algún armamento a bordo, y lo que pudo precisarse es que solo llevaba un arma temible, su nombre: «Viet Nam» (APLAUSOS).

La calumniosa imputación de que Cuba había dado instrucciones de realizar acciones contra ciudadanos norteamericanos en otros países, recibió adecuada y digna respuesta oficial y pública de nuestro Gobierno, basada en el hecho real y probado por la historia de la Revolución de que Cuba siempre ha sido opuesta a los actos de represalia contra personas inocentes.

El Gobierno de Estados Unidos no se ha dignado ofrecer el número de detenidos ni el total de bajas granadinas, incluyendo las bajas de la población civil. Un hospital de dementes fue bombardeado causándose la muerte a decenas de enfermos.

¿Y dónde quedó la promesa del señor Reagan de que las tropas norteamericanas se retirarían en una semana? El propio presidente Reagan, en su primera alocución al pueblo norteamericano a las 8:30 de la mañana del día de la invasión, en un discurso elaborado antes del desembarco, afirmó que la situación había sido dominada. Sus propios voceros ese mismo día describían la resistencia de que eran objeto las tropas invasoras. El paseo militar planificado por el Pentágono para ser ejecutado en cuatro horas, no contaba con la resistencia tenaz y heroica de los colaboradores cubanos y de soldados granadinos (APLAUSOS).

¿Quiénes han dicho la verdad y quiénes han mentido cínicamente sobre los hechos de Granada? A los periodistas extranjeros no se les permitió presenciar e informar sobre los acontecimientos en el terreno. Ni siquiera a la prensa norteamericana. Es superficial y ridícula la argucia de que se trataba de simples medidas de seguridad para los periodistas. Lo que se pretendía obviamente era monopolizar y manipular la información, mentir sin obstáculo alguno a la opinión pública mundial y al propio pueblo de Estados Unidos. Era esta la única forma de divulgar mentiras deliberadas y falseadas de todo tipo, que después de su impacto inicial y su efecto en el pueblo de Estados Unidos, no serían fáciles de aclarar y rebatir. Hasta en eso, el método empleado por la Administración de Estados Unidos fue fascista.

¿Qué queda hoy en pie objetivamente de aquellas 19 afirmaciones? ¿Dónde están los silos para proyectiles estratégicos que se construían en Granada? Sin embargo, todas aquellas mentiras en las que el mundo no creyó, dichas por su Presidente y sus voceros, produjeron un evidente impacto en la opinión pública de Estados Unidos.

Al pueblo norteamericano se le presentó, además, la invasión a Granada como una gran victoria de la política exterior de Reagan contra el campo socialista y el movimiento revolucionario. Se asoció el hecho con la trágica muerte de 240 soldados norteamericanos en Beirut, con el recuerdo de los rehenes en Irán, con la humillante derrota de Viet Nam y con el resurgir del poderío y la influencia de Estados Unidos en el mundo. Se apeló de una forma sucia y deshonesta al patriotismo norteamericano, al orgullo del país, a la grandeza y la gloria de la nación. Así se logró que una mayoría de la opinión pública norteamericana, se dice que el 65% primero, y después el 71%, apoyara el monstruoso crimen de invadir sin justificación alguna un país soberano, el repugnante método de atacar por sorpresa, la censura a la prensa y demás procedimientos similares empleados por el Gobierno de Estados Unidos para justificar la invasión de Granada. Hitler no actuó de otra forma en 1938 cuando ocupó Austria y se anexó el territorio de los Sudetes en Checoslovaquia, en nombre también del orgullo alemán, la grandeza y la gloria alemana, la felicidad y la seguridad de los súbditos alemanes. Si se hubiese hecho entonces una encuesta en la Alemania hitleriana, en medio de la ola chovinista desatada por los nazis, un 80% o un 90% de la población habría aprobado esas agresiones.

El hecho real, lamentable y verdaderamente peligroso, no solo para los pueblos del Caribe, Centroamérica y América Latina, sino para todos los pueblos de la Tierra, es que cuando la opinión mundial condenaba unánimemente la acción guerrerista, agresiva, injustificable, violatoria de la soberanía de los pueblos y de todas las normas y principios internacionales, la opinión mayoritaria de Estados Unidos, manipulada, desinformada y engañada, apoyó el monstruoso crimen cometido por su Gobierno.

Hay algo más preocupante: al producirse este giro interno de la opinión pública, muchos políticos norteamericanos que inicialmente se opusieron a los hechos, terminaron plegándose a la acción de Reagan, y la prensa, censurada, humillada y mantenida al margen de los acontecimientos, terminó moderando sus quejas y sus críticas.

¿Son estas acaso las virtudes de una sociedad donde la opinión y las instituciones políticas y de información pueden ser groseramente manipuladas por sus gobernantes, como lo fueron en la época del fascismo en la sociedad alemana? ¿Dónde están la gloria, la grandeza y la victoria de invadir y conquistar uno de los países más pequeños del mundo, sin ninguna significación económica ni estratégica? ¿Dónde está la proeza de luchar contra un puñado de obreros y colaboradores civiles, cuya heroica resistencia, a pesar de la sorpresa, la escasez de parque, la desventaja del terreno, de las armas y el número, frente a las fuerzas de aire, mar y tierra del país imperialista más poderoso del mundo, lo obligó a lanzar la 82 División Aerotransportada, cuando el último reducto era defendido al amanecer del 26 de octubre por apenas 50 combatientes? (APLAUSOS) Ni desde el punto de vista político, ni militar, ni moral, Estados Unidos obtuvo victoria alguna. En todo caso, una victoria militar pírrica y una profunda derrota moral, como señalábamos en otra ocasión.

El Gobierno imperialista de Estados Unidos quiso matar el símbolo que significaba la Revolución granadina, pero el símbolo estaba ya muerto. Lo habían destruido los propios revolucionarios granadinos con su división y sus errores colosales. A nuestro juicio, el proceso revolucionario de Granada, después de la muerte de Bishop y sus más allegados compañeros, después que el Ejército disparó contra el pueblo, y el Partido y el Gobierno se divorciaron de las masas y se aislaron del mundo, no podía sobrevivir.

Estados Unidos, queriendo destruir un símbolo, mató a un cadáver, y a la vez resucitó el símbolo (APLAUSOS). ¿Desafiar para eso todas las leyes internacionales y ganarse el repudio y la condena del mundo? ¿Es tal el desprecio que se siente por el resto de la humanidad? ¿Es verídico hasta tal grado ese desprecio, que no afectó en lo más mínimo el apetito estomacal del señor Reagan en el desayuno del día 3 de noviembre, como él mismo declaró a la prensa?

Si todo esto fuera desgraciadamente cierto, y parece serlo, la invasión de Granada nos debe conducir a tomar conciencia de las realidades y los peligros que amenazan al mundo.

El señor O’Neill, presidente de la Cámara de Representantes, dijo que era pecaminoso que un hombre totalmente desinformado, ignorante de los problemas internacionales, que no lee siquiera los documentos, fuera presidente de Estados Unidos. Pero si se toma en cuenta que Estados Unidos posee poderosos y sofisticados medios de guerra convencional y nuclear, y el Presidente de ese país sin consultar a nadie puede iniciar una guerra, no es solo pecaminoso, sino puede llegar a ser verdaderamente dramático y trágico para toda la humanidad.

Un aire triunfalista reina en la Administración Reagan. Apenas se han apagado los ecos de los últimos disparos en Granada y ya se habla de intervenciones en El Salvador, en Nicaragua e incluso en Cuba.

En el Medio Oriente y en el Africa Austral, no cesan las injerencias y las agresiones militares del imperialismo contra los países progresistas y el movimiento de liberación nacional.

En Europa se instalan ya los primeros cohetes Pershing y Crucero de los 572 que se proponen desplegar allí rodeando a la URSS y demás países socialistas de un anillo mortífero de armas nucleares, que pueden alcanzar sus territorios en cuestión de minutos.

No son solo los países pequeños; toda la humanidad está amenazada. Las campanas que hoy doblan por Granada pueden doblar mañana por el mundo entero.

Los científicos y los médicos más prestigiosos y experimentados aseguran que el hombre no podría sobrevivir a un conflicto nuclear global. La potencia destructora de las armas de este tipo acumuladas supera un millón de veces las rústicas bombas que en cuestión de segundos aniquilaron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. A esto puede conducir la política agresiva y guerrerista de la Administración Reagan.

Por lo pronto, la carrera armamentista es ya una realidad en medio de la crisis económica más aguda que ha conocido el mundo desde los años 30, y cuando están por resolver los problemas del desarrollo de la inmensa mayoría de los pueblos de la Tierra. ¿A quién puede inspirar confianza un gobierno que actúa con la precipitación, la irreflexibilidad y el cinismo con que actuó el Gobierno de Estados Unidos en Granada? Ni siquiera se dignó Reagan a escuchar los consejos de un gobierno tan estrechamente vinculado a él en lo político, en lo ideológico y lo militar como el de Inglaterra. No es extraño que en una encuesta realizada hace breves días, más del 90% de los ciudadanos ingleses se mostró categóricamente en desacuerdo con que Estados Unidos tenga la prerrogativa unilateral de emplear los cohetes Crucero que allí comienzan a instalarse.

En el ámbito de nuestro hemisferio, hace apenas un año y medio una potencia de la OTAN usó medios sofisticados de guerra para derramar sangre argentina en las Malvinas. El gobierno de Reagan apoyó esa acción. Para nada tuvo en cuenta entonces a la Organización de los Estados Americanos y los llamados acuerdos y Pactos de seguridad. Los echó a un lado despectivamente. Ahora, apoyándose en la supuesta solicitud de una fantasmagórica Organización de Estados del Caribe Oriental» invade Granada y derrame sangre caribeña y sangre cubana. En Nicaragua, por encima del precio de 40 000 vidas pagadas para conquistar la libertad, casi 1 000 hijos de ese noble pueblo han muerto ya como consecuencia de los ataques de las bandas mercenarias que organiza, entrena y suministra el Gobierno de Estados Unidos. En El Salvador, más de 50 000 personas han sido asesinadas por un régimen genocida cuyo ejército es suministrado, entrenado y dirigido por Estados Unidos. En Guatemala pasan de 100 000 los que han muerto a manos del sistema represivo que instaló la CIA en 1954, cuando derrocó al gobierno progresista de Arbenz. ¿Y cuántos han muerto en Chile desde que el imperialismo promovió el derrocamiento y asesinato de Salvador Allende? ¿Cuántos han muerto en Argentina, en Uruguay, en Paraguay, en Brasil, en Bolivia, en los últimos 15 años?

¡Qué caro ha costado a nuestros pueblos en sangre, sacrificio, miseria y luto el dominio imperialista y los sistemas sociales injustos que ha impuesto a nuestras naciones!

El imperialismo se empeña en destruir símbolos, porque conoce el valor de los símbolos, del ejemplo, de las ideas. Quiso destruirlos en Granada, quiere destruirlos en El Salvador, en Nicaragua, en Cuba. Pero los símbolos, los ejemplos, las ideas no pueden ser destruidos; y cuando sus enemigos creen haberlos destruido, lo que han hecho en realidad es multiplicarlos (APLAUSOS). Tratando de exterminar a los primeros cristianos, los emperadores romanos difundieron el cristianismo por el mundo. Así, todo intento por destruir nuestras ideas solo conseguirá multiplicarlas.

Granada ha multiplicado ya la convicción patriótica y el espíritu combativo de los revolucionarios salvadoreños, de los nicaragüenses, de los cubanos (APLAUSOS). ¡Está demostrado que se puede combatir contra sus mejores tropas y que no se les teme! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS) No debe ser ignorado por los imperialistas que encontrarán feroz resistencia dondequiera que agredan a un pueblo revolucionario. Ojalá que la pírrica victoria de Granada y la atmósfera triunfalista que los embriaga no los conduzca a graves e irreversibles errores.

Las peculiares circunstancias de división entre los revolucionarios y el divorcio con el pueblo que encontraron en la pequeña Granada, no las encontrarán en El Salvador, en Nicaragua ni en Cuba (EXCLAMACIONES y APLAUSOS).

Los revolucionarios salvadoreños, en más de tres años de heroica lucha, se han convertido en combatientes experimentados, temibles, invencibles. Son miles de hombres que conocen el terreno palmo a palmo, veteranos de decenas de combates victoriosos, acostumbrados a luchar y vencer en proporción de uno a diez contra tropas élites entrenadas, armadas y asesoradas por Estados Unidos. Su unidad es más sólida e indestructible que nunca.

En Nicaragua tendrían que enfrentarse a un pueblo profundamente patriótico y revolucionario, unido, organizado, combativo y armado, que no podrá ser sometido jamás (APLAUSOS).

Con relación a Cuba, si en Granada necesitaron una división elite para combatir contra un puñado de hombres que luchaban aislados en un pequeño reducto, sin fortificación alguna, a 1 000 millas de su patria, ¿cuántas divisiones necesitarían contra millones de combatientes en su propio suelo, junto a su propio pueblo? (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS PROLONGADOS)

Nuestro país —lo hemos dicho otras veces— podrá ser barrido de la faz de la Tierra, pero jamas podrá ser conquistado y sometido (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: «Comandante en Jefe, ¡Ordene!»)

En las condiciones actuales de nuestro continente, una guerra de Estados Unidos contra un pueblo latinoamericano levantaría el espíritu y volcaría el sentimiento de todos los pueblos de América Latina contra los agresores. Un abismo insondable se abriría entre pueblos que, por encontrarse situados en el mismo hemisferio, están llamados a vivir y cooperar en paz, amistad y respeto mutuo.

Las experiencias de Granada serán analizadas detalle a detalle, para extraer de ellas el máximo provecho en caso de que se vuelva a producir una agresión donde se encuentren colaboradores cubanos, o en nuestra propia patria (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS).

Los cubanos que fueron capturados y convertidos virtualmente en rehenes, vivieron una experiencia inolvidable de lo que es un país ocupado por tropas invasoras yankis. El tratamiento físico y psicológico a los colaboradores prisioneros fue indignante y vejaminoso, y a cada uno de ellos les ofrecieron, al final, marcharse a Estados Unidos con promesas de todo género. Pero no pudieron quebrantar su firmeza de acero. ¡Ni uno solo desertó de su patria! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS)

No hicimos en nuestro país ninguna manipulación de las noticias, ni se ocultó nada al pueblo. Todas las informaciones recibidas directamente de Granada a raíz de la invasión fueron transmitidas a nuestra población tal como llegaban, aunque las del 26 de octubre resultaron exageradas. Como principio, en ningún instante se trató de disminuir la gravedad de los hechos ni la magnitud de los riesgos que corrían nuestros compatriotas.

Agradecemos profundamente al Comité internacional de la Cruz Roja (APLAUSOS), el interés que mostró y la dedicación y el esfuerzo eficaz que realizó para la más rápida identificación y evacuación de heridos, enfermos, demás prisioneros y muertos. Agradecemos también a los gobiernos de España y Colombia las gestiones que inicialmente hicieron en este sentido (APLAUSOS).

Al despedir a nuestros entrañables hermanos caídos heroicamente en combate cumpliendo con honor sus deberes patrióticos e internacionalistas, y al expresarles a sus seres queridos nuestra solidaridad más profunda, no olvidamos que hay madres granadinas y madres norteamericanas que lloran a sus hijos muertos en Granada (APLAUSOS). A las madres y demás familiares de los granadinos caídos enviamos nuestras condolencias, y también a las madres y los familiares de los norteamericanos muertos, porque ellos, que sufren igualmente la pérdida de seres allegados, no son responsables sino víctimas de las aventuras guerreristas y agresivas de su gobierno (APLAUSOS).

Cada día, cada hora, cada minuto, en nuestros puestos de trabajo, de estudio o de combate, tendremos presente a nuestros muertos en Granada (APLAUSOS).

Esos hombres a quienes enterraremos esta tarde lucharon por nosotros y por el mundo. Pueden parecer cadáveres. En cadáveres quiere convertir Reagan a todo nuestro pueblo, hombres, mujeres, ancianos y niños; en cadáveres quiere convertir a la humanidad entera. ¡Pero los pueblos lucharán por preservar su independencia y su vida; lucharán para evitar que el mundo sea convertido en un inmenso cementerio; lucharán y pagarán el precio que sea necesario para que la humanidad sobreviva!

Sin embargo, ellos no son cadáveres: ¡son símbolos! Ellos no murieron siquiera en la propia tierra que los vio nacer. Allá, lejos de Cuba, donde aportaban el noble sudor de su trabajo internacionalista para un país más pobre y más pequeño que el nuestro, fueron capaces de dar también su sangre y sus vidas. Pero en aquella trinchera ellos sabían que estaban defendiendo también a su pueblo y a su patria. No es posible expresar en forma más pura la generosidad y capacidad de sacrificio del ser humano. ¡Su ejemplo se multiplicará, sus ideas se multiplicarán y ellos mismos se multiplicarán en nosotros! ¡No habrá poder, no habrá armas, no habrá fuerzas que puedan prevalecer jamás sobre el patriotismo, el internacionalismo, los sentimientos de fraternidad humana y la conciencia comunista que ellos representaron!

¡Seremos como ellos en el trabajo y en el combate! (APLAUSOS)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

 

 

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