Colombia: el gobierno responsabiliza al ELN por la desaparición de tres periodistas

Members of the National Liberation Army (ELN) set the organization's flag in San Francisco, a mountainous region in northern Colombia, where representatives of the government met with rebel leaders , Monday, Oct. 12, 1998. After the meeting the participants announced the call for a forum to meet February discuss peace prospects. With an estimated 5,000 fighters, the ELN is the country's second-largest guerrilla movement. The sign in the back reads "Welcome to the camps for the new Colombia." (AP Photo/Fernando Llano)
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Eln tiene a Salud Hernández y periodistas de RCN: Mindefensa

El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, confirmó este jueves que los periodistas fueron desaparecidos por el Frente de Guerra Nororiental del Eln en la zona del Catatumbo.

“Puedo comunicar en la tarde hoy que con base en la información de inteligencia recogida hasta el momento y hasta hace apenas unas horas se confirma con certeza que el Eln es el responsable de esta desaparición de los tres profesionales (Salud Hernández, Diego Dpablos y Carlos Melo). Nuestra inteligencia indica claramente que el frente de guerra nororiental del Eln Está a cargo de la presencia de estos tres profesionales en la región”, indicó Villegas.

El jefe de la cartera de Defensa agregó que el tiempo límite para que los periodistas regresaran ya se terminó y reiteró que la responsabilidad de las vidas de los reporteros queda en manos del grupo guerrillero.

“Inicialmente los tres se hicieron presentes en diferentes momentos en zonas del Catatumbo donde delinque el Eln y en el caso de la periodista española Hernández Mora, ella dejó dicho a sus compañeros de trabajo en el periódico El Tiempo y a otros de sus amigos que estaría por unas horas incomunicada desarrollando su oficio como periodista. Ha pasado a juicio un tiempo más que prudencial para el regreso de los tres periodistas. De aquí en adelante la responsabilidad de la integridad y libertad de estos 3 ciudadanos reposa exclusivamente en manos del Eln”, sostuvo Villegas.

El ministro no calificó la situación de los periodistas como un secuestro pero agregó que el Eln ha cometido un delito y recordó en palabras del presidente Juan Manuel Santos que los diálogos con esta guerrilla no iniciarán hasta que tengan personas secuestradas.

“Más allá de cuál es el delito cometido por el Eln: desaparición, como es la noticia criminal que reposa en la Fiscalía, desaparición forzosa o secuestro, porque definitivamente el Eln ha delinquido en este caso, el presidente Santos ha advertido al Eln que no podrán desarrollarse los diálogos de paz si mantienen personas cuya libertad ha sido coartada contra su voluntad como es este caso de los tres periodistas”, afirmó Villegas.

Finalmente, el ministro informó que ya se puso en contacto con el Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr), por orden del presidente Juan Manuel Santos, “ofreciendo nuestra colaboración por si se involucran en el regreso de periodistas”.

El Colombiano


¿Y ahora qué hacer con el proceso de paz con el Eln?

¿En qué queda el proceso de negociación que el pasado 30 de marzo anunciaron Gobierno y Eln, tras confirmarse que esa guerrilla tiene en su poder a los periodistas Salud Hernández y Diego D’Pablo y el camarógrafo Carlos Melo?

Es la pregunta que queda en el ambiente, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo presidente Juan Manuel Santos había dicho, en más de una ocasión, que la instalación de la mesa formal de diálogos, que en su fase inicial tenía como sede a Ecuador, estaba supeditada a la liberación de todos los secuestrados por parte del Eln.

“No vamos a iniciar la fase pública de negociación hasta tanto este grupo renuncie al secuestro y devuelva hasta al último de los secuestrados en su poder (…) es inconcebible que este grupo, en lugar de dar muestras concretas de paz, insista en el secuestro”, dijo concretamente el jefe de Estado el pasado 30 de abril.

En respuesta, el máximo comandante de esa guerrilla, Nicolás Rodríguez Bautista, alias “Gabino”, manifestó en una entrevista para Red + Noticias, que estaban listos para conversar y discutir de lo que sea con el Gobierno y con la sociedad colombiana, pero que no aceptaban imposiciones.

“Nosotros tenemos con el Gobierno ya una agenda bastante amplia (…) somos una gente muy parecida al común de la gente colombiana, por ejemplo, a nadie le gustan las imposiciones, entonces no estamos dispuestos a aceptar imposiciones. Quiero decir que si se acuerda algo, de eso estamos dispuestos a discutir de manera amplia. Ya si se nos imponen cosas, como lo último que ocurrió que el presidente pretende imponernos una condición sin ser un acuerdo establecido y cuando hay un punto específico de la mesa, en el caso concreto de las actividades de retenciones y demás, es para discutirlo en el quinto punto, pues es allá donde corresponde y no puede haber condicionantes”, manifestó el jefe guerrillero.

Sin duda, las cosas se complican ahora con el secuestro de Hernández y los otros dos comunicadores. Y las presiones políticas al Gobierno comienzan a sentirse. Por lo menos, desde el Centro Democrático, el partido del expresidente Álvaro Uribe, su más acérrimo opositor, es una “vergüenza” que solo después de cinco días se salga a reconocer que estaban en poder del Eln. “Santos se ha convertido en cómplice de los criminales”, escribió en Twitter el senador Ernesto Macías.

Por su parte, el representante a la Cámara Samuel Hoyos, también del uribismo, le pidió al Gobierno imponer el Estado de Derecho y enfatizó: “El secuestro de periodistas en el Catatumbo es el costo de premiar a criminales con impunidad”.

Según conoció El Espectador, en los acercamientos que se están llevando a cabo de cara a la instalación formal de la mesa de conversaciones, se ha hablado de la necesidad de hacer gestos de construcción de confianza, no solo por parte de la guerrilla sino también del Gobierno. En este sentido, en algún momento se ha planteado que el Eln proscriba el secuestro a cambio, por ejemplo, de la suspensión de los bombardeos contra sus campamentos.

Asimismo, se podría considerar la posibilidad de que el punto cinco del que habla “Gabino” y que se refiere a lo del secuestro, se aborde de primero en las negociaciones, con el fin de resolver ese tipo de situaciones, que son las que generan zozobra en los colombianos.

Ahora, hay otros asuntos a considerar en esta difícil situación del secuestro de Salud Hernández, Diego D’Pablo y Carlos Melo. Lo primero, que el Eln tiene ahora la obligación de protegerlos, pues sea como sea existe un compromiso con el Gobierno en cuanto a iniciar un proceso de paz y un desenlace desafortunado implicaría unos costos políticos incalculables para esa guerrilla.

Lo otro, le dijo una fuente gubernamental a este diario, es que el Frente Nororiental -con influencia en los departamentos de Santander y Norte de Santander, y liderado por Carlos Martínez, alias “Alexander”- que según el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, es el responsable del secuestro, es uno de los más reacios a entablar negociaciones de paz.

Siempre se ha dicho que el Eln es una guerrilla federalizada, es decir que sus bloques de guerra actúan autónomamente, por lo que hacer la paz con ella es más complicado. Sea como sea, el secuestro de los tres comunicadores implica crisis para un proceso de paz que ni siquiera se ha iniciado y que podría llevar al Gobierno a cerrarle la puerta.

El Espectador


Salud Hernández y las organizaciones campesinas del Catatumbo, un conflicto con historia

Un año atrás, la periodista española había sido repudiada por las organizaciones campesinas de la misma región en la que ahora se desconoce su paradero. “Actúa sin ética profesional, carece de objetividad y veracidad”, señalaron en su momento en un comunicado, a raíz de un artículo de la periodista titulado “¿Ratas Humanas?”

«Satélites de las FARC y el ELN», «pupilos de Timochenko». Así describe a las comunidades campesinas la periodista Salud Hernández en su artículo publicado en el diario El Tiempo en mayo de 2015 sobre la región del Catatumbo. De conocida filiación uribista y crítica del proceso de paz, la periodista siempre mantuvo una línea de estigmatización del movimiento social colombiano.

Para las organizaciones campesinas el rol de la periodista no es inocente: “Salud Hernández desconoce la sistematicidad de las violaciones de derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario de las que ha sido víctima el pueblo catatumbero durante más de 50 años (…) Se está poniendo una lápida al cuello a las miles de mujeres, hombres y niños y niñas de la región”, le respondieron las organizaciones de la región, en un comunicado público difundido ampliamente hace un año.

Sin embargo hoy, más allá de ese antagonismo, las organizaciones campesinas reclaman su aparición y el respeto de su integridad.

Versiones

El paradero de la mujer se desconoce desde el domingo. Desde el gobierno no descartan que la periodista se encuentre reunida con los mandos del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en la región, aunque otras versiones indican que habría sido retenida contra su voluntad, después de una discusión con campesinos que la increparon por los mismos motivos que alimentan una rivalidad que no es nueva. Por su parte, el ELN no se expedirá al respecto “hasta no recibir los reportes semanales”, situación que se podría demorar unos días más.

Colombia Informa


¿Quién es Salud Hernández?

Hasta hace pocos dias Salud Hernández no era más que una columnista de El Tiempo con un nombre raro. Sus columnas eran muy controvertidas pero no la habían convertido en personaje nacional hasta la semana pasada. Con sus dos artículos sobre Pereira como cuna de las prostitutas, uno publicado en Colombia en El Tiempo y otro en El Mundo de España, le cayeron rayos y centellas. Se volvió el centro de una polémica nacional y en la mujer más odiada en Risaralda.

¿Quién es esta periodista que está dando tanto de qué hablar? Se trata de una española que llegó hace cinco años al país como gerente de la compañía de asesoría de imagen y comunicaciones Burston Marsteller. Antes había sido periodista en Madrid, donde entabló amistad con varios colegas colombianos, el más conocido de ellos, Pacho Santos. Cuando Pacho y su familia se exiliaron en España, por seguridad, fueron acogidos como hijos adoptivos por la familia de Salud Hernández. Por cuenta de esta amistad Pacho le ofreció columna en El Tiempo. Ella aceptó y decidió quedarse en el país. Hoy, además de escribir en El Tiempo, es corresponsal de El Mundo, un importante diario español.

Lo primero que hay que decir del trabajo de Salud Hernández es que de todos los artículos que ha escrito desde que vive en Colombia, el de las prostitutas de Pereira es tal vez el más moderado. A pesar de la indignación que causó, se trataba de una investigación seria, estaba documentada y, si bien tenía exageraciones, se basaba en una realidad. La mayoría de sus otros artículos contienen menos investigación y más apasionamiento. Salud ama y odia con tal intensidad que sus artículos se han convertido en lectura obligada.

Su radicalismo y violencia verbal superan al de la mayoría de los columnistas contestatarios colombianos, como Felipe Zuleta, Fernando Garavito y Antonio Caballero. No deja títere con cabeza. Al Partido Liberal, por ejemplo, lo describe en una columna como «un nido de ladrones». Cataloga a los ex presidentes del país como «una tribu de ineptos, frívolos y corruptos» y a los militares los presenta como unos mentirosos que engañan a la opinión pública.

Algunas de sus animadversiones individuales son curiosas. Para ella toda la obra de gobierno de César Gaviria queda resumida en «ese Presidente que alquiló un avión para traer un conjunto vallenato a animar su cumpleaños mientras el 40 por ciento de sus compatriotas no sabía si iba a cenar esa noche». A Carlos Lemos, quien no tiene muchos enemigos ni fama de rico, lo tilda de ser un aprovechador que le roba al país al recibir su pensión de ex presidente.

Su blanco no es solamente la clase política tradicional. Asegura que no será posible creer en la pureza de este gobierno hasta que el ministro Fernando Londoño, símbolo del antipolítico contemporáneo, «no devuelva la plata y responda por su sucia maniobra».

Su columna es un botafuego tal que aun en un caso en el que parecería imposible exagerar, como es el del daño que le ha causado Gilberto Rodríguez al país, logra hacerlo, al asociarlo con actos terroristas como la bomba del Centro 93, la voladura del avión de Avianca y la bomba del DAS, que fueron obra de Pablo Escobar y no de los Rodríguez.

Tal vez lo más sorprendente de todas sus columnas es la obsesión que tiene con la política caldense. Del senador conservador Omar Yepes afirma: «Que es un corrupto, no lo duda nadie en Caldas?. no creeré en una verdadera lucha contra la corrupción hasta que vea a los Yepes de turno tras las rejas». En una entrevista agregó: «Le tengo más miedo a Yepes que a las Farc». Yepes no es monedita de oro pero ni sus acérrimos enemigos se habían referido a él en esos términos. A Luis Guillermo Giraldo, ex senador liberal y embajador designado ante Naciones Unidas, no sólo lo señala como el «cómplice del saqueo de Caldas», sino que, haciendo referencia al libro que éste publicó después de haber sido negociador del proceso de paz, dice que le recuerda «a un torero español que se acostó con Ava Gardner… y a quien al despertar la actriz lo vio salir corriendo de la habitación. ¿A dónde vas?, preguntó. A contarlo. Si no para qué».

Todo ese odio por los políticos caldenses lo fundamenta Salud en el caso de «el robo a Caldas», un escándalo que tuvo lugar hace más de 20 años. Llama la atención que una ciudadana española que llego al país 15 años después de los hechos se especialice en un tema tan local y tan desactualizado.

Salud Hernández detesta todo lo que huela a Establecimiento político. El único representante de este grupo social que se ha salvado de su pluma es su vecino de barrio en Madrid, Pacho Santos. Salud reconoce su cariño personal por él y ha escrito: «Pacho, si la oligarquía fuera como tú, hace tiempo que ese término estaría desterrado». A otro que no le ha ido nada mal es a Poncho Rentería, quien también corrió con la suerte de ser vecino de Salud. Cuando estaba de candidato a la Cámara de Representantes en las últimas elecciones la periodista lo recomendó así: «Detrás de su imagen frívola hay un hombre honrado con sensibilidad social y sentido común dispuesto a denunciar toda jugarreta sucia que pille». Poncho le ha correspondido saliendo vehementemente en su defensa ante el despliegue de artillería del establecimiento pereirano.

Toda esta agresividad verbal le ha granjeado un nombre y un nicho de admiradores. En materia de columnas, la ponderación es menos rentable que la exageración y la irreverencia. A eso se suma que buena parte de las cosas que dice son ciertas. Pero como reza el dicho, la ropa sucia se lava en casa. Salud reconoce las reservas que despierta su condición de extranjera pero se defiende. «Me parece un argumento muy pobre descalificar ideas por esa mera condición, además, como española, no me siento de afuera así más de uno se empeñe en recordármelo a cada instante».

Uno que de los que se lo recordó fue el ex ministro Abdón Espinosa Valderrama, cuya indignación por el lenguaje desmedido de Hernández lo llevó a perder su tradicional mesura. La describió en su columna como una persona que «con carita de ángel y nombre engañoso que se lanza escoba en ristre cual las brujas. Sin respeto ni miramiento, esta pretendida y pretenciosa exponente de la inquisición moderna como buitre ansioso se sueña solazándose en sus supuestas entrañas pestilentes. Vade retro Satanás».

Menos emotivo, el ex presidente Lemos anotó: «En una sociedad, de por sí polarizada, lo único que no se necesita es que una extranjera responda a la hospitalidad con que se le recibió atizando la hoguera de los odios locales».

El debate sobre la intromisión extranjera puede tener argumentos en pro y en contra, pero lo que sí está claro es que en la práctica, España no ha sido ejemplo de reciprocidad. El mayor exponente en Colombia de la escuela ‘botafuego’ a la que pertenece Salud, es Antonio Caballero, quién fue contratado como columnista por el prestigioso diario español El País. Tan pronto arremetió contra Aznar con su consabido estilo, los editores le colgaron su columna, lo cual desembocó en su salida inmediata del periódico.

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