Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
José Steinsleger *
Uno. El ex ministro de Finanzas de Japón Taro Aso (líder del ultraconservador Partido Liberal Democrático) declaró a inicios de 2013: “Hay que cambiar el sistema médico de manera que se mueran pronto muchos de los pacientes terminales que utilizan ‘el dinero del gobierno’ para sus caros tratamientos”. Simultáneamente, el dueño de la empresa de alimentos orgánicos Whole Food (WF), John Mackey, calificaba de fascista al presidente Obama por su ley de reforma a la salud. Adenda: Mackey es coautor de Capitalismo consciente (sic), libro de cabecera del Tec de Monterrey.
Dos. ¿Mera crueldad neoliberal, en ambos casos? Veamos. En 2018, en el barrio catalán Marina del Port, el joven youtuber Kangua Ren extendió 20 euros a un mendigo, y galletas Oreo rellenas con pasta dentífrica. Esto le ayudará a limpiarse los dientes, le dijo. Minutos después, tras ingerirlas, el infeliz se dobló de dolor. Kangua (o Reset, 1.1 millón de suscriptores) grabó la escena y subió el video, generando ganancias por 2 mil 100 euros.
Tres. Las críticas contra el honorable señor Taro Aso y el parlanchín Mackey quedaron en nada, pues ambos tienen poder y son multimillonarios. En cambio, el video del youtuber causó una ola de indignación en Internet. Así, en 2022, una jueza de Barcelona lo condenó a 15 meses de cárcel, y a pagar 20 mil euros de indemnización por daños morales.
Cuatro. Otros casos. En abril de 2017, durante el gobierno del mafioso argencalabrés Mauricio Macri (2015-19), el ministro de Transporte Guillermo Dietrich calificó de golazo la brutal represión a trabajadores que cortaban una autopista estratégica de Buenos Aires. Y días después, tras la violación y asesinato de Micaela García (21 años), la funcionaria Maia Ferrua se burló del crimen aludiendo a la militancia kirchnerista de la víctima. Dato que los trols libertarios amplificaron en las redes, con sus clásicos JA-JA-JA (con mayúsculas).
Cinco. Sigamos. En agosto de 2019, amparada en el nuevo código de la ciudad de Buenos Aires para desmoralizar a vendedores, la policía arrojó gas pimienta a un joven que vendía sándwiches de salame, a más de patear y confiscar su mercadería. A pesar de las denuncias y videos grabados, los grandes medios desviaron la atención, y optaron por entrevistar a otro joven que, cerca del lugar, vendía pan casero y donas. Esto me ayuda a pagar las fotocopias de la facultad, declaró el estudiante. En consecuencia, el primer joven (negro de Senegal) fue encerrado en un calabozo, mientras el otro (blanco porteño) era presentado en paneles televisivos como ejemplo de emprendedor.
Seis. Sigamos. Un mes después, el aspirante a diputado provincial de La Rioja, Pablo Yapur (macrista), viralizó un mensaje diciendo: “A ningún puto pobre lo pienso colaborar ni con una moneda de 10 pesos, que se caguen de hambre, que se caguen de frío, que duerman en las plazas, me importa ‘un choto’ (un carajo), porque todos estos negros sucios, drogadictos, vagos, son los que han ido a votar”, etcétera.
Siete. En tanto, un candidato presidencial imposible (sic), Javier Milei, circulaba en medios de aire y redes exaltando la violencia y causando euforia entre jóvenes descontentos con el gobierno del sátiro Alberto Fernández. Época en que Patricia Bullrich (actual ministra de Seguridad de Milei), aparecía en videos conduciendo un auto deportivo que atropellaba a “tibios, narcos y kukas (kirchhneristas)”. Por lo que otros candidatos, para no quedar atrás, empezaron a competir entre sí para ver quien excluía más, quitaba derechos, subsidios, privatizaba empresas, o sectores públicos como la educación, la salud, etcétera.
Ocho. Época, en fin, en la que Macri, emulando al honorable señor Taro Aso y el gringo Mackey, cuestionaba las restricciones sanitarias a causa de la pandemia de covid. Que se mueran los que se tienen que morir, decía.
Nueve. A ojos vistas, los casos referidos podrían ser calificados de crueldad institucional, o individual. Sin embargo, la filósofa española Adela Cortina, catedrática de ética de la universidad de Valencia, sostiene que el desprecio y odio a los pobres va más allá, y tiene nombre: aporofobia.
Diez. En su libro Aporofobia: el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia (Paidós, 2017), la doctora Cortina hunde el bisturí, probando que en las democracias modernas la aporofobia invisibiliza a cierto sector de la población, sin necesidad de eliminar el cuerpo físico, pues lo que se elimina es el cuerpo identitario. Y el vector que inocula aporofobia en la sociedad son los discursos de odio.
Once. Decía Maquiavelo: Jamás faltará a un príncipe argumentos para disculpar el incumplimiento de sus promesas. Pero 500 años después, el príncipe Milei viene cumpliendo lo que prometió. O sea, que a más de cruel y aporófobo, el liberticida de la libertad padecería de alexitimia, término que en la clínica médica permite investigar a los que recurren a la acción y destruyen todo, para evitar o solucionar los conflictos.
Doce.. De un querido amigo y compañero: Leo todo lo que escribes, incluso cuando titulas con palabras abstrusas. Quizá, tenga razón. En lugar de aporofobia o alexitimia, bastaba con un simple figlio di puttana para aludir al presidente de los argentinos. Aunque tampoco me cierra una expresión que para maldecir o celebrar, acompaña la jerga de los argentinos. V.gr.: “El general Videla fue un hijo de…”; “Messi metió un gol de maravilla ¡Qué hijo de…!”
Trece. En alguna ocasión, pregunté a un viejo poeta de Buenos Aires si en su época era habitual emplear con ligereza palabras ofensivas. Respondió: La degradación de nuestro lenguaje coloquial, empezó con el envilecimiento del lenguaje político.
Catorce Veamos. La semana pasada, cuando falleció el ex ministro de Salud Ginés González García (18/10), Milei manifestó: “Hoy partió uno de los políticos más siniestros de nuestra historia. Fue cómplice y responsable de la cuarentena más larga del mundo. Su incompetencia le costó la vida a más de 100 mil argentinos […]. Este era un hijo de remilputas y será recordado como un hijo de puta” (sic). Bien. ¿Algo más podía esperarse del irascible gobernante? Pero lo preocupante fue que los empresarios presentes en el Tech Forum Argentina, aplaudieron a rabiar.
Quince.. Por otro lado, un comentario cruel a más de injusto, pues un estudio publicado por la revista científica The Lancet, ubicó a Argentina entre los países de la región que mejor gestionaron la pandemia. Y, de paso, el alucinado Milei cargó contra el derecho al aborto, con la clásica moralina ultraconservadora: “…a mayor población de un país, más probabilidad de encontrar a un Mozart”.
Dieciseis. ¿A cuento de qué Milei escupió sobre la memoria del eximio médico sanitarista? ¿Por su filiación kirchnerista, o porque Ginés García había enfrentado a los grandes laboratorios farmacéuticos? Como fuere, el presidente cerró su intervención, diciendo: Cuando los anarcocapitalistas quieren reventar el Estado, tienen razón.
Diecisiete. Y en eso consiste, justamente, la ideología cero del libertario (sic), que a millones de pobres castiga con el estigma y los juicios morales que acarrean la dependencia, las enfermedades mentales y las adicciones. Flagelos que inciden en su autoestima, retroalimentando la espiral que dificulta su reinserción sociolaboral.
Diechiocho. Ejemplos: quita de los medicamentos gratuitos a los jubilados, y aumento exponencial de los precios; despiadado ajuste en el presupuesto de las universidades públicas y centros de investigación científica; negación de tratamiento oncológico a niños, y de morfina a pacientes en estado terminal; deliberada pudrición de millones de toneladas de alimentos destinados a comedores populares; amenaza de privatizar el prestigioso hospital siquiátrico Laura Bonaparte, o centros pediátricos como el Garrahan, de referencia mundial en salud pública, gratuita y alta complejidad.
Diecinueve. La novedad es el goce con que los libertarios se ufanan en sus crueldades, observa el politólogo Sergio Kiernan. Y de mi lado, agrego: a más del cinismo institucional. En julio, 10 personas murieron de hipotermia en varias ciudades, mientras el Ministerio de Capital Humano (sic), conducido por la tenebrosa Sandra Petovello, se negaba a repartir 65 mil frazadas para hacer frente a ola polar. Y en tanto, el secretario de Seguridad de la ciudad de Buenos Aires, Diego Kravetz, explicaba a los medios su filosofía libertaria: Si como vecino le das un plato de sopa caliente a la persona que vive en la calle, lo acomodás en la pobreza.
Veinte. Un caso indignante tuvo lugar en la madrugada del 29 de abril, cuando la policía detuvo a cuatro jóvenes que circulaban en un coche sin placas por el barrio porteño de Villa Crespo, disparando balines de caucho a familias que dormían en la calle. Identificados, los jóvenes rechazaron la asistencia legal proporcionada por el Estado, y solicitaron la de un abogado de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentina (DAIA, brazo político del genocida Benjamin Netanyahu), cuyo presidente era Ariel Cohen Saban, padre de uno de los detenidos.
Veintiuno. ¿Cuál término, finalmente, sería el apropiado para calificar a quien desde la primera magistratura ejerce la crueldad como modo habitual de gestión, al tiempo de celebrar el genocidio económico social en curso, so pretexto de que la patria requiere sacrificios? Paradójicamente, el amigo y compañero lector me remitió al diccionario y… ¡ya está!… ¡abstruso! Un adjetivo que a su vez remite a “…lo recóndito, de difícil comprensión o inteligencia”.
Veintidós. Grafiti apuntado en el baño de un bar de Buenos Aires, cuando el presidente era Alberto Fernández, y nadie daba medio centavo por Milei: ¡Que nos gobiernen las putas, porque sus hijos nos han fallado!
* Periodista y escritor argentino residente en México. Columnista de La Jornada de México.