Emir Sader, sociólogo brasileño: “El éxito del gobierno de Lula va a depender de América Latina”

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Emir Sader, sociólogo brasileño: “El éxito del gobierno de Lula va a depender de América Latina”

Por Elisa García, de la redacción de NODAL

Emir Sader, sociólogo y político brasileño, participó en la Conferencia “Balances y perspectivas políticas para Latinoamérica” realizada el 12 de mayo en el marco de los 10 años de NODAL.

Sader analizó los principales desafíos que enfrenta el gobierno de Lula para fortalecer el desarrollo económico del país, y la integración regional, así como el rol del gigante latinoamericano a nivel mundial, en la guerra en Ucrania y la relación con Estados Unidos.

¿Qué implica el nuevo gobierno de Lula para la región y cómo analiza su agenda desplegada hasta ahora?

El Lula tres no es el Lula uno ni el Lula dos. Fue elegido, derrotó a Bolsonaro, aunque la diferencia debería haber sido ser mucho más grande, pero tiene dos herencias pesadas.

En primer lugar, cuando se tumbó a Dilma se decretó la independencia del Banco Central. El presidente del Banco Central fue nombrado por Bolsonaro y tiene dos años más de mandato. Extrañamente, quien ganó las elecciones presidenciales no puede definir la tasa de interés, y el Banco Central definió la tasa de interés más alta del mundo: 13.75. Hay una presión fuerte para que ceda, pero su rol ahí es meterse en el gobierno y crear problemas, lo que dificulta el crecimiento económico, la generación de empleo, etc. El telón de fondo siempre es el crecimiento económico y la distribución de la renta. Entonces, el ritmo de crecimiento está en el 1 o 2%, lo cual hace más lenta la distribución y ese es un obstáculo grave.

En segundo lugar, hay un Congreso conservador. Lula tiene que negociar cada iniciativa. Y negociar significa no sólo ceder, sino liberar recursos para parlamentarios. Lamentablemente, ese Congreso se mueve así. Por ejemplo, para aprobar una reforma tributaria hay que ganar la mayoría, así como con la política económica en general. Lula perdió algunas votaciones en el Congreso, menos importantes, son pequeñas derrotas del gobierno, y es porque hay una mayoría que siempre negocia.

Esos son dos obstáculos que hacen que el gobierno no pueda ser lo que fue anteriormente, por lo menos en los dos primeros años, los cuales son decisivos de alguna manera.

Con respecto a la política social, Lula encuentra recursos y las lleva adelante. En ese sentido, es otro clima político, democrático, con una política externa soberana. Recientemente, Lula hizo un buen pronunciamiento sobre Assange cuando fue a la toma de posesión del rey Carlos III y llamó la atención a los medios que no defienden a sus colegas.

En América Latina tenemos hoy garantizados México, Colombia y Brasil, que hasta ahora no se han articulado. No es que tengan conflictos, pero es distinta la relación de Lula con Argentina. López Obrador viajará a Brasil y Lula irá a México. Esa relación es muy importante. Y creo que hay que articular con el presidente Gustavo Petro también. No estoy subestimando los otros países, pero en Bolivia y Argentina hay conflictos internos que dificultan la unidad.

¿Qué rol está jugando Lula a nivel regional y mundial, en relación al proceso de los BRICS y la propuesta de paz para Ucrania?

A nivel mundial creo que Lula juega muy bien con la guerra Rusia-Ucrania, con el plan de paz. En diálogo con Celso Amorim que estaba en camino a Kiev, me comentó que tuvo que bajarse en Polonia y viajar por tierra ocho horas, cuando Kiev estaba siendo bombardeada. Pero Lula hizo hincapié en que fuera. Hay condiciones, y claro que Zelensky quiere un montón de cosas, pero la paz es más importante que todo. Lavrov ya estuvo en Brasil, Celso Amorim ya fue a Rusia, del lado de Rusia está medio arreglado. Eso sería una muy buena contribución porque, extrañamente, pocos países se comprometen con la paz. Como dice Lula, “el que está comprometido con la guerra no tiene cómo negociar la paz”. Y China también tiene esa mirada.

Es importante que Lula ayude a mostrar que hay otro punto de vista, que no es el de la guerra. Es una brutalidad lo que hizo Rusia, pero hay que recordar que lo hizo porque Ucrania no cumplió los acuerdos, que consistían en no poner tropas en la frontera de Rusia.

¿Y qué equilibrios tendrá que hacer Lula en la relación con Estados Unidos?

-En conversación con Álvaro García Linera, me comentaba que en el mundo hay una ola anti- neoliberal. Incluso en el centro del capitalismo se dieron cuenta que es una tragedia mantener un modelo que no promueve el crecimiento. En Estados Unidos y en Europa hay una cierta ola de adaptación, de cambio del modelo ortodoxamente neoliberal. Eso puede ayudarnos en América Latina.

En cuanto a la relación con Estados Unidos, Trump fue igual a Bolsonaro, por lo que hay un reconocimiento de Biden. La relación es buena, pero distinta a lo que era antes. Nunca Estados Unidos estuvo tan aislado en América Latina. Sus aliados fundamentales eran México, Chile y Colombia, y ya no. Los que no están en la ola anti-neoliberal son Paraguay, Ecuador, que no sabemos hasta cuándo porque Lasso está en un proceso de juicio político, y Uruguay. Pero nunca hubo tantos gobiernos que no son aliados estrechos de Estados Unidos. Entonces es un marco bueno para una política soberana, para una integración latinoamericana.

En relación al inicio del gobierno de Lula con el intento del golpe de Estado, tan parecido a la toma del Capitolio en Estados Unidos, ¿qué análisis realiza sobre esas expresiones de derecha que crecen en la región?

Esa es otra herencia “ultrapesada”. El clima de violencia es espantoso. Lula tuvo una toma de posesión maravillosa, subiendo al palacio con todos los representantes de los sectores populares, y una semana después sucedió aquello, que fue brutal. No se concretó algo más grave porque no hubo militares que se pusieran a la cabeza. Fue una cosa monstruosa, como fue en Estados Unidos también.

Podemos decir que Bolsonaro está derrotado, pero el bolsonarismo no necesariamente. Hay un clima de violencia, de solucionar por vías violentas los temas, de no obedecer las instancias democráticas. Se espera que con el paso del tiempo se normalice, porque Lula tiene mucho prestigio, no solo hizo un muy buen gobierno, democrático, sino que unificó el conjunto de fuerzas anti-bolsonaristas, y hay un clima de libertad de expresión que, frente a todo lo monstruoso que fue Bolsonaro, se traduce en aspectos favorables por el prestigio del gobierno Lula.

Pero el éxito del gobierno de Lula va a depender un poco de América Latina por el peso que tiene Brasil, y si llegamos a no tener a Argentina como aliados será más complejo todavía. Creo que un presidente de derecha se va a acercar a Brasil por intereses económicos. Pero claro que, por ejemplo, en cuanto a la propuesta de una moneda común, que va en la onda de la desdolarización, no creo que se sume.

Alberto Fernández me dijo que se podría adoptar una moneda común del sur para superar eventualmente la inflación. También Ecuador podría salirse de la dolarización, y podríamos tener un banco central sudamericano. Para eso hay que tener afinidades mucho más grandes de las que se pueden tener con un eventual presidente conservador. Una cosa es la necesidad de alianza con Brasil por interés económico y otra es una alianza ideológica y política. Sería mucho más complicado porque la desdolarización va en contra de los intereses de Estados Unidos, y supondría un gobierno que tenga cierta soberanía.

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