Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Oficialmente Nicaragua está en silencio electoral de 72 horas antes de las votaciones del 7 de noviembre. Pero hablar de silencio electoral actualmente parece un chiste.
Toda la campaña para las votaciones del domingo 7 de noviembre ha sido silenciosa. Salvo, por supuesto, la del partido que detenta el poder, el FSLN, que siempre está en campaña electoral.
El silencio o veda electoral es una disposición establecida en los sistemas políticos de diversos países, para que los ciudadanos, sin la perturbación del ruido de la propaganda electoral puedan reflexionar por qué partido o candidatos les conviene votar. Inclusive para cambiar a última hora su preferencia, según la valoración que hagan de las distintas propuestas electorales.
Pero eso solo funciona donde las elecciones son auténticas, o sea pluralistas, competitivas y transparentes; en países donde se vota para elegir y los electores deciden libremente por quién votar.
El silencio electoral es también para evitar incidentes violentos entre partidarios de distintas opciones políticas, lo que ocurre en países de bajo nivel de cultura y educación cívica. Y ligado con eso se prohíbe la venta de bebidas alcohólicas y la realización de espectáculos públicos.
También durante el silencio electoral es prohibido hacer encuestas o sondeos electorales y difundir sus resultados. Esto es para que nadie trate a última hora de influir en los votantes y cambiar su intención de voto.
Algunos doctrinarios políticos y expertos electorales, al explicar la importancia del silencio electoral previo al acto de votar, evocan lo dicho por el filósofo alemán Friedrick Nietzsche, acerca de que “el camino a todas las grandes cosas pasa por el silencio”.
Se refieren a que votar es un acto trascendental y el silencio electoral permite a los ciudadanos oír su voz interior, escuchar a la propia conciencia en su lucidez que es instintiva. La voz de la conciencia hay que escucharla, incluso en situaciones como la de Nicaragua actualmente, en la que es posible votar, pero no elegir. Por eso es que los obispos han aconsejado que desde lo íntimo de su conciencia, y de acuerdo con su dignidad, cada uno decida ir a votar o quedarse en su casa este domingo 7 de noviembre.
Sin embargo no hay que confundir silencio con mutismo. El silencio, en el concepto de Nietzsche, es el espacio para que la persona dialogue consigo misma, para que cada uno escuche a su conciencia o voz interior. El mutismo, en cambio, es la mudez de callar ya sea voluntariamente o por miedo u obligación.
O sea que el silencio electoral es necesario a fin de tomar la mejor decisión, cuando se vota para elegir. En este caso el silencio puede ser el camino a una gran decisión.
Pero el mutismo político, voluntario y por indiferencia, u obligado por la presión de otro, es camino a la instalación o consolidación de una dictadura.