Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Hoy se cumplen cien días marcados por la improvisación, el caos y el desgobierno. Es el tiempo en el que Pedro Castillo está en el máximo cargo de la Nación. El profesor llegó a la Presidencia de la República lanzando gritos reivindicativos en plazas y calles de todo el país. El problema es que esos gritos eran solo propaganda, no eran un proyecto y menos un programa. Ya en el Gobierno no tuvo la capacidad de articular lo que la gente expresaba como reclamo. Cuando llegó a Palacio alcanzó un grado de inacción para resolver los problemas de los peruanos que alarma a todos. La crisis política, económica y social crece y Castillo no hace nada para frenar esto.
Su gran tarea era generar confianza. Para cumplir ello se necesitaba tener planes serios. ¿Los tenía? ¿Los tiene? En los primeros cien días hemos comprobado que no.
El jefe de Estado debe ser consciente que elaborar un plan para el desarrollo del país requiere conocimiento, creatividad, esfuerzo y honestidad. Además hay que renunciar a expectativas propias e intereses personales o partidarios. El bien común es lo más importante. Al mismo tiempo debe tener un buen equipo, muy disciplinado en la ejecución del plan.
Castillo debe entender también que el Perú es uno solo y es el de la gente que lucha todos los días para que sus familias y el país sean más prósperos, dentro de la democracia y el Estado de derecho. Nadie quiere la incertidumbre y la inestabilidad.