Tiempos de barbarie (capitalista) – Por Andrés Mora Ramírez

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Por Andrés Mora Ramírez*

La compleja situación que vivimos exacerba el egoísmo individual y el egoísmo estructural de la civilización capitalista, al tiempo que enturbia la comprensión de nuestras responsabilidades éticas y el ejercicio de nuestro sentido de humanidad.

Como espectadores a la distancia, atónitos y perplejos, asistimos en estos días a uno de los primeros hitos de la nueva carrera espacial entre los supermillonarios del mundo -Richard Branson, Jeff Bezos y Elon Musk-, quienes se disputan la supremacía en la lucha por el control de un mercado, el del turismo especial, tan incipiente como disparatado.

Según informa la prensa internacional, el precio de un pasaje a bordo de alguna de las naves Virgin Galactic, Blue Origin o Inspiration4, puede alcanzar sumas de hasta $250 mil dólares para vivir una experiencia que, de momento, no va más allá de una hora. Branson y Bezos ya realizaron el primer vuelo de prueba, y Musk lo hará a finales de este año.

Detrás de los proyectos de estos magnates se mueven los poderosos capitales de empresas multinacionales como Virgin Group, Amazon y Tesla, y la expectativa de participar de una industria que, de acuerdo con el portal de la BBC, movería unos $3 mil millones anuales en los próximos 10 años, y hasta $20 mil millones en el año 2030, cuando se podría estar en condiciones de ofrecer » los viajes de un punto de la Tierra a otro, pero saliendo de su órbita».

Todo esto ocurre en un contexto global de crecimiento galopante de la desigualdad, la concentración de la riqueza y la pobreza, espoleado por los impactos de la pandemia en todos los órdenes. El informe El virus de la desigualdad, publicado por OXFAM en enero de este año, advierte precisamente sobre las profundización de las brechas sociales y económicas como consecuencia de la propagación de la crisis del covid19 «por un mundo que ya era extremadamente desigual.

Un mundo en el que una pequeña élite de tan solo 2000 mil millonarios poseía más riqueza de la que podrían gastar aunque vivieran mil vidas. Un mundo en el que casi la mitad de la humanidad tiene que sobrevivir con menos de 5,50 dólares al día. Un mundo en el que, durante 40 años, el 1 % más rico de la población ha duplicado los ingresos de la mitad más pobre de la población mundial».

En el caso de América Latina, la región más desigual del mundo, esa dinámica perversa también se ha acentuado: según un reporte de la agencia de noticias Sputnik, entre marzo de 2020 y mayo de 2021 el número de millonarios en nuestros países aumentó un 41%, «cuyo patrimonio combinado creció en un 69%».

Hoy sabemos que la crisis está lejos de terminar. Los nuevos picos pandémicos que se registran en diferente países, producto tanto de la alta transmisibilidad de las nuevas variantes del virus, como del relajamiento de las medidas sanitarias dispuestas por los gobiernos-con lo que pretenden reactivar las economías- y del inevitable cansancio de la población, son un augurio nefasto de más muertes, más pobreza, más desempleo, y más oportunidades perdidas para los sectores más desfavorecidos de nuestras sociedades.

Por desgracia, la compleja situación que vivimos exacerba el egoísmo individual y el egoísmo estructural de la civilización capitalista, al tiempo que enturbia la comprensión de nuestras responsabilidades éticas y el ejercicio de nuestro sentido de humanidad, de nuestra capacidad de apertura y empatía frente al dolor del otro, en una hora decisiva para el futuro de la especie.

El estudio de Oxfam es contundente al respecto: “La fortuna acumulada por los 10 mil millonarios más ricos del mundo desde el inicio de la crisis es más que suficiente para evitar que ninguna persona del mundo se vea sumida en la pobreza a causa del virus, así como para financiar la vacunación contra la COVID-19 de toda la población mundial”.

Así, mientras los millonarios como Branson, Bezos o Musk se enfrascan en su particular guerra de las galaxias, con cuantiosas inversiones que alimentan el nuevo utopismo capitalista de unas élites que, al decir del filósofo y ecologista Jorge Reichman, optan por el movimiento de huida antes que aceptar los límites del crecimiento económico, “las naciones más pobres apenas han comenzado las campañas de vacunación, mientras que los países más ricos se han apoderado de la mayoría de las dosis.

Muestra de ello es el hecho de que aproximadamente el 75 % de dosis de vacunas administradas en todo el mundo se han destinado a solo 10 países”, como lo documenta la analista Tamara Lajtman, del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica. En América Latina, esto se expresa en un lento proceso de vacunación, que apenas cubre a una de cada diez personas.

He ahí nuestro drama, en el que se reflejan las contradicciones inherentes al capitalismo y que conforman la médula de su proyecto civilizatorio. Como dice Amin Maalouf, el ensayista libanés, “las cosas mejores que sabe hacer la humanidad las corrompen las cosas peores: tal es la trágica paradoja de nuestro tiempo”. Tal es la paradoja de estos tiempos de barbarie por los que transitamos.

* Académico e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Centro de Investigación y Docencia en Educación, de la Universidad Nacional de Costa Rica.


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