Los caminos del Gobierno tras la etapa electoral – El Deber, Bolivia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Se cumplió la segunda vuelta para elegir gobernadores en cuatro departamentos. Con esto se debe cerrar el capítulo electoral en el país y dar paso a la gestión para superar las crisis sanitaria y económica. Así tendría que ser en condiciones racionales. Pero parece que el jefe nacional del MAS, Evo Morales, no está dispuesto o quizás no puede hacer a un lado su personalidad confrontadora; ahora promete dar batalla a los opositores elegidos y también, cómo no, nuevamente a la institucionalidad que tiene liderazgo en Santa Cruz.

“En Bolivia (los resultados) dejan mucho que desear. Creo que hemos perdido en los cuatro departamentos en la segunda vuelta. Hoy tenemos tres gobernaciones y la derecha tiene seis”, eso dijo Evo Morales ayer por la mañana. Sería la primera vez que admite una probable derrota sin decir que hubo fraude o que hay que esperar los votos de las zonas rurales. Sin duda no es una buena noticia para el Movimiento Al Socialismo, porque no logra la hegemonía que quería y eso obliga a aceptar los disensos y debería propiciar el diálogo con el adversario.

De concretarse el triunfo opositor, ya asegurado en Tarija y bastante probable en Chuquisaca y Pando, aún incierto en La Paz, el MAS debería reflexionar sobre su estrategia. Tanto discurso propiciando la separatividad, tanta descalificación de la que sus militantes llaman “la derecha”, aunque no lo sea necesariamente, han servido más para generar rechazo que para ganar apoyo. Lo que este partido y sus líderes no pueden ver es que Bolivia estuvo en las calles rechazando el poder único, el totalitarismo y los rasgos autoritarios que no admiten disensos. El país no quiere eso y el mensaje que deja en las urnas parece claro y contundente.

No obstante, Evo Morales insiste en pasar por encima de la voluntad democrática del pueblo. Dice que, si se hubiera detenido antes a los que él llama “golpistas”, no habrían ganado las elecciones opositores como Luis Fernando Camacho o Manfred Reyes Villa o Iván Arias, Asegura que puede administrar el departamento cruceño desde la Asamblea Legislativa si se suman los indígenas (asambleístas que por cierto representan a pueblos de tierras bajas, muchos de ellos reprimidos en Chaparina durante su Gobierno), negando a quien le dio el poder la voluntad del soberano.

La confrontación política crea cortinas de humo que pretenden distraer a los ciudadanos respecto a los problemas de fondo que tiene el país. La guerra de discursos, la descalificación pueden funcionar un momento, pero tarde o temprano la gente se va a cansar porque también se da cuenta de que no hay más fuentes de empleo, que los bolsillos siguen vacíos y que el acceso a los créditos para los pequeños empresarios es difícil. Asimismo, cada familia va siendo tomada por el temor a la tercera ola de covid-19, cuando aún las vacunas son insuficientes, cuando falta infraestructura hospitalaria y surgen otras necesidades. Cuando todo lo anterior se agudiza, entonces salta la gestión, si el Estado está siendo eficiente o no, y es en ese momento que se caen todos los argumentos políticos, como pasó la semana pasada con la falta de biológicos para inmunizar a más bolivianos.

Al presidente Luis Arce Catacora y a su Gobierno aún le queda la posibilidad de definir: o asume su liderazgo como timonel de este país y trabaja para todos, o se deja llevar por la corriente más radical de su partido, pretendiendo hacer creer que todo es culpa de la derecha y del “Gobierno de facto” al que tanto suele referirse. Su definición no solo será determinante para el país, sino para él mismo y su aprobación. Ganó con el 55% de los votos, es cierto, pero ¿cuánto puede durar esa legitimidad si en el camino se sigue sembrando discordia y confrontación?

El Deber

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