Por Paolina Vercoutere *
Mientras terminaba de limpiar por enésima vez la cocina, me hice la siguiente reflexión: basta con que haya alguna crisis para que se cuestionen nuestras demandas, para que las luchas por la igualdad y por una vida libre de violencia sean vistas fuera de lugar, rápidamente reemplazadas por “asuntos más serios”, que efectivamente merecerían la atención público-política en una situación de alta gravedad. De un plumazo. Más o menos como está ocurriendo ahora mismo en países como el Ecuador donde los derechos históricos de la clase trabajadora se volatilizan bajo el argumento de la sacra reactivación económica que no es más que el capitalvigoroso, operando aún en tiempos de pandemia. Tanto lo uno como lo otro pasa casi desapercibido y no porque un segundo renunciemos a nuestros derechos,sino primero porque tenemos miedo y segundo porque nos han desmovilizado. El miedo es potente y es terreno fértil para el retorno de los conservadurismos, la contracción de derechos y la vigencia de la cultura patriarcal que nos pide retorno a nuestro lugar. Y eso lo sabemos bien las mujeres: toda medida de ajuste económico neoliberal ha precarizado más nuestras vidas en la medida en que siempre el recorte de las políticas sociales y reducción del Estado han afectado primero el sostenimiento de la vida en la dimensión de los cuidados. Retornamos anuestro lugar de reproducción de la vida, retornamos a nuestras casas, nuestras cocinas, nuestras lavanderías, espacios desvalorizados socialmente pero donde a algunas nos ha nacido la conciencia política. Espacios que queremos redimir pero también transformar.
El confinamiento en la emergencia sanitaria, dependiendo de la condición de clase, ha intensificado o devuelto la responsabilidad de cuidado a nuestras manos. A pesar de las concesiones, delegaciones y negociaciones que podamos hacer en la familia cercana, la responsabilidad de cocinar, lavar, limpiar, cuidar sigue siendo oficialmente nuestra, imposible “tele trabajar”,a las que se adicionalas del trabajo reconocidoy queresulta en una carga suplementaria que empobrece en tiempo paraorganizar y agenciar. Entendemos a los cuidados como aquellos que realizamos gratuitamente las mujeres para atender a nuestras familias y que se sostienen en relaciones de afecto pero también a los cuidados que se pagan como son los servicios de salud, la educación o trabajo del hogar remunerado, estos también altamente feminizados y ciertamente precarizados. En este contexto, no sorprende que instituciones patriarcales sean las voceras de lo que muchosesperan de nosotras: “Sé paciente. Sé atenta. No discutas. Mantén la higiene”, se titulan las recomendaciones de la catedral Evangélica de Chile[1]. Una vez másse apela al esfuerzo y silencio de las mujeres para poder salir de la crisis, y eso concuerda con la demorada respuesta de los Estados para hacer frente a la exacerbación de la violencia de género en la cuarenta. En el Ecuador, según reportes oficiales, todos los delitos han bajado excepto los de violencia de género. La cuarentena entonces intensifica el trabajo de las mujeres al mismo tiempo que las expone a mayores niveles de violencia. Surge la necesidad de visibilizar esta situación para politizarla: sí, el espacio privado es el primer lugar donde se ejercen relaciones de poder que naturalizan la explotación de unos sobre otras, lo que a la postre hace que la crisis pese más a las mujeres. En el Ecuador, la crisis ha sido también trasladada a la clase trabajadora.En una economía de precariedad, los recortes de sueldos son anunciados por el Gobierno en tono epopéyico, que apela a un falso patriotismode “solidaridad nacional” y que pospone una vez más que los que más tienen paguen más.
Si bien el miedo al contagio, a la muerte, desmovilizan y nos pueden llevar a bajar la guardia, hoy más que nunca hemos de politizar el espacio privado para visibilizar la centralidad de los cuidados, como asunto de alta importancia política nacional y global. La desvalorización de las tareas de cuidado tiene raíces en la familia y la cultura, su precarización se da por su feminización o viceversa. Los cuidados han sido relegados como asuntos menores por parte de la mayoría de Estados que ha privilegiado el crecimiento económico como vara para medir el bienestar de una sociedad. Dicho esto, el modelo capitalista solo ha podido desarrollarse a costadel trabajo invisible de las mujeres en la reproducción de la vida.
La pandemia debería poner en el centro del debate social y político la urgencia de la protección de la vida por encima de todo, así como los feminismos lo han venido proponiendo desde hace décadas, en conversación con otros movimientos que cuestionanal Estado y su relación con el desarrollo como sinónimo de crecimiento indefinido. Para nosotras, urgente también visibilizar la relación entre la soberanía sobre el cuerpo y el respeto hacia la allpa mama o naturaleza. La pandemia ha puesto luz sobre como el sistema económico opera para expulsar a la gente del campo, cómo la desvalorización de la tierra y de las actividades relacionadas a ella deben ser redimidas, re-valoradas para que podamos recuperar el control sobre nuestra salud, sobre nuestros cuerpos y sobre lo que comemos.
Los feminismos, desde la recuperación de lo íntimo, desde la revalorización de los cuidados propone debatir sobre otro Estado, otros liderazgos políticos, colectivos, delegables, transitorios, éticos. Hay que debatir sobre “el desarrollo” y su sistema de muerte.Poner la vida en el centro no es solo una retórica, es revisar las prioridades para administrar lo colectivo: recortar/suprimir presupuestos para la guerra, priorizar y concebir servicios de salud para todos/as, construir una seguridad social universal, adecuar los trabajos con más tiempo para el cuidado de los hijos/as, revalorizar la agricultura y todas las actividades sociales que implican el cuidado de los otros/ as y de la naturaleza, legitimar a un Estado que reparta la riqueza.
Nosotras, politizamos nuestras casas y cocinas,nos cuestionamos cómo los Estados no están siendo capaces de cuidar la vida de la gente en esta emergencia.
Reivindicamosloíntimo como espacio legitimo para hacer política, para pensar lo colectivo ya que toca nuestras vidas.
Nosotras queremos llamar la atención sobre la presión que el sistema capitalista ejerce sobre los cuidados, sabemoslo que significa cuidar la vida cotidianamente e históricamente. Nosotras queremos problematizar cómo se piensa al Estado, a la economía, al desarrollo. Nosotras queremos pensar cómo sostener las estrategias solidarias surgidas en esta emergencia, para volver a un consumo local más responsable. Nosotras pensamos en el endeudamiento de nuestros países y de las familias; demandamos que los gobiernos piensen en cómo aliviar las deudas de miles de familias y que el crédito no sea una vez más la herramienta para seguir engordando al capital. Nosotras pedimos que los Gobiernos asuman el costo de los servicios básicos durante la emergencia, que se revean las leyes para que las familias que arriendan puedan asegurar su derecho a la vivienda, aun si esto implica revisar los privilegios del los/as propietarias. Nosotras pensamos que democratizar a la sociedad pasa también porla repartición de las tareas de cuidado entre hombres y mujeres y con la corresponsabilidad del Estado. Nosotras planteamos la valorización social y económica de este trabajo. Nosotras plateamos la necesidad de un sistema único de salud pública así como un seguro social para todas y todos.
¡Nosotras proponemos que hay exigirle al Estado el mandato de cuidar la vida por encima de todo!
Nota
[1]https://www.pagina12.com.ar/pirulo/258252 “¿Cuarentena en casa? Consejos para la mujer. Que el Covid-19 no traiga el caos en tu hogar”.
[gview file=»https://www.nodal.red/wp-content/uploads/2020/11/reflexiones-politicas-desde-la-intimidad.pdf»]* @Paovercoutere es políticakichwa, feminista, deportista y madre. Parte de la Plataforma Nacional de la Mujer Caminando hacia la Igualdad, organización nacional que lucha contra la violencia; delegada en el Consejo Consultivo ad hoc del Consejo Nacional de Igualdad de Género. Asambleísta alterna por la provincia de Imbabura, Ecuador (2017-2019), miembro de Sisary, organización para la revitalización del kichwa, miembro y cofundadora del Kawsay Otavalo, colectivo ecológico. Presidenta y fundadora de UNIOTAVALO, cooperativa para el emprendimiento femenino. Ingeniera en Desarrollo Social y Cultural y Máster en Género y PolíticaPública por la FLACSO. Se desempeñó como primera gobernadora kichwa de Imbabura y como directora provincial del Ministerio de InclusiónEconómica y Social. Actualmente, es concejala urbana por el cantón Otavalo, Imbabura.
El presente texto es una colaboración de la Red de Mujeres por la Autonomía y el Bienestar (Red MAB), impulsada por la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS). Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad de la autora y no corresponden a una posición oficial de la CISS.