Las trabajadoras del hogar están en la primera línea de defensa ante el COVID-19 pero no reciben aplausos desde el balcón – Por Ana Heatley
Por Ana Heatley *
¿Cómo afecta el COVID-19 a las trabajadoras del hogar?
Las trabajadoras del hogar (TH) son uno de los grupos de población más vulnerados en la pandemia por COVID-19. Están, al mismo tiempo, más expuestas y menos protegidas que muchas personas y grupos de trabajadores. Sus actividades forman parte de la primera línea de defensa en la pandemia, pues se dedican a las tareas del hogar indispensables para mantener el confinamiento, pero no figuran entre los héroes y heroínas a los que se agradece desde el balcón.
A partir de que el COVID-19 llegó a América, las TH han estado sobreexpuestas a los contagios del exterior. De entrada, ellas trabajan en contacto directo con personas que tuvieron la capacidad económica para viajar y contagiarse. Por ejemplo, se ha documentado que una de las primeras muertes en Brasil por COVID-19 fue de Marcela[1], una trabajadora —adulta mayor con edad suficiente para haberse jubilado— que se contagió cuando sus empleadores volvieron de un viaje a Italia.[2] Los primeros contagios eran aún más riesgosos, porque los sistemas de salud no estaban preparados ni tienen experiencia con el nuevo virus, como ocurrió en este caso. El diagnóstico de Marcela llegó tarde porque no se sospechó de coronavirus en un principio.
También están más expuestas a los contagios locales, por ejemplo, durante el traslado en transporte público a sus empleos. Usualmente son trayectos largos en medios de transporte deteriorados o hacinados —Marcela recorría 100 km para ir de su casa a su lugar de trabajo—, por lo que la exposición se incrementa cuando siguen acudiendo a trabajar.
Además, muchas veces ellas se encargan del cuidado de las personas enfermas, lo que las expone directamente al contagio y constituye un riesgo de trabajo. Dichos cuidados pueden ocurrir sin las medidas necesarias de protección cuando los empleadores no son conscientes o no asumen sus responsabilidades y no les brindan la información y equipo necesario para que se protejan del virus. A Marcela sus empleadores no le dijeron que sospechaban tener coronavirus (los resultados de sus pruebas estaban procesándose), de manera que ella siguió con sus actividades como normalmente hacía.
La falta de seguridad social y los ingresos bajos que caracterizan a las TH en toda la región incrementan la probabilidad de tener una salud deteriorada y acceso limitado o nulo a la atención médica antes y durante la contingencia. Es una población que ya estaba vulnerada tanto en términos económicos como en acceso a la salud. Así ocurrió con Marcela, quien tenía diabetes e hipertensión, pero cuyo trabajo no estaba cubierto por la seguridad social.
Carecer de seguro social exacerba los riesgos de la pandemia. La falta de protección de los sistemas institucionales, sumado a los bajos ingresos, no les permiten dejar de trabajar durante la cuarentena, a menos que los empleadores decidan mantener su sueldo. En caso de suspensión o despido no cuentan con mecanismos para exigir el pago de salarios o indemnizaciones y liquidación por despido debido a que la mayoría trabaja en el mercado informal o a que muchos países no cuentan con una legislación que les reconozca los mismos derechos que tienen otros trabajadores.
Tampoco tienen acceso a guarderías y ahora las escuelas están cerradas, de manera que sus hijos también se ven en riesgo, ya sea porque los debe cuidar otra persona, porque deben acompañar a su madre o padre al trabajo o porque se quedan solos.
Otra consecuencia de la falta de seguridad social es que no tienen acceso a pensiones por jubilación, por invalidez o en caso de muerte. Esto implica que las TH adultas mayores deben seguir trabajando pese a ser población de riesgo, como ocurrió con Marcela que llegó a la edad de jubilación tres años antes de contagiarse de COVID-19 en su trabajo y morir. También implica que si se enferman y tienen secuelas que les impidan trabajar, se quedarán sin ingresos y protección. En caso de muerte, sus familias sufrirán una pérdida irreparable y al mismo tiempo deberán enfrentar gastos médicos y funerarios. Como se trata casi exclusivamente de mujeres, y son ellas quienes inequitativamente asumen el trabajo no remunerado de cuidados, sus familias también se quedarán sin la persona cuidadora en el momento en que más lo necesitan. Sin ignorar la desigualdad de género en estas labores, cabe reflexionar sobre el impacto negativo que traerá para estas familias, no sólo la pérdida de un ser querido, sino una parte fundamental en la crianza y la economía familiar.
Además de los riesgos directos del COVID-19, existen otros efectos indirectos perjudiciales que las afectan. Por ejemplo, el maltrato que ya experimentaban, en algunos casos, puede verse exacerbado durante la pandemia por actos o prejuicios clasistas y/o racistas. Durante la contingencia, el Ministerio Público de Trabajo de Sao Paulo rescató a una trabajadora del hogar que se encontraba en condiciones de esclavitud moderna, a quién además se le prohibió el uso del sanitario como medida de aislamiento y que tenía que usar una cubeta como excusado.[3]
En otros casos se les ha ofrecido mantener su empleo o sus ingresos a cambio de no salir de casa del empleador durante la pandemia, lo cual se convierte de facto en renunciar a sus días de descanso. Quien lee este texto probablemente ha visto los cuartos de servicio que existen en las viviendas. También habrá experimentado pasar días o semanas encerrado en casa. Porlo tanto, puede imaginar lo que es permanecer encerrado en un cuarto de servicio durante todo un domingo. Las TH de planta alternan entre salir de su cuarto para trabajar constantemente, estando en una casa ajena de la que no puede disponer, o bien, quedarse encerrada en un cuarto de servicio durante su día de descanso.
Por último, su condición de trabajadoras informales muchas veces las excluye de los programas sociales emergentes para enfrentar la contingencia, que en general se han implementado para cubrir a quienes se encontraban en el mercado formal.
¿Qué se ha hecho en América para brindar seguridad a las trabajadoras durante la contingencia?[4]
Las trabajadoras del hogar remuneradas en algunos casos han accedido a diferentes tipos de apoyos:
- Transferencias (Argentina, El Salvador) o préstamos temporales (México).
- Acceso a ingresos por medio del seguro de cesantía (Chile).
- Subvención de salarios o cuotas patronales para que mantengan sus ingresos (Uruguay, Argentina).
- Promoción del derecho al salario mediante campañas de concientización a los empleadores o de estipulaciones jurídicas al respecto (Argentina, Chile, México).
Pese a estas medidas, la mayoría de las trabajadoras del hogar no tienen acceso a políticas emergentes específicas para ellas y las que suelen tener son porque están contempladas con políticas para sectores de la población que se dedica a esta labor. Esto ocurre por la falta de reconocimiento a su trabajo y/o como efecto colateral de la utilización de canales administrativos formales para la ejecución de los programas de apoyo (Anguila, Brasil, México).
Existen apoyos económicos temporales (para personas desempleadas, por ejemplo) que no excluyen a las trabajadoras porque las contemplan dentro de los apoyos para el resto de trabajos informales (Argentina, Brasil, Guatemala, República Dominicana, Trinidad y Tobago); y en muchos países hay programas dirigidos a la población en mayor pobreza, conjunto al que usualmente pertenecen las trabajadoras del hogar (Argentina, Bolivia, Canadá, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, San Cristóbal y Nieves).
Por lo anterior, es urgente que los países desarrollen políticas que contemplen las especificidades de esta labor y desarrollen políticas que permitan que las trabajadoras puedan guardar el confinamiento o políticas de seguimiento para asegurarse que los empleadores cumplan con brindar las condiciones laborales para enfrentar la pandemia, así como su incorporación a la seguridad social.
¿Qué deben garantizar los empleadores a las trabajadoras del hogar en el contexto de la pandemia?
Evidentemente, lo primero que debe garantizar cualquier empleador —particularmente en las circunstancias actuales de contingencia— es un entorno de trabajo seguro. En los países donde se permite que continúen trabajando, los empleadores de trabajo doméstico deben preguntarse tres cosas: 1) ¿Puedo ofrecer un entorno donde el riesgo de contagio sea mínimo?, 2) ¿Es estrictamente necesario que la TH acuda durante esta temporada?, 3) ¿Estoy dispuesto a brindar sin costo el equipo de trabajo necesario para proteger a la TH? Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es no, entonces debe pedir a la trabajadora que se quede en casa y seguir pagando su sueldo habitual.
Lo segundo que los empleadores deben garantizar es el cumplimiento de sus responsabilidades legales y éticas. Eso implica inscribirlas a la seguridad social. No basta con cubrir, por buena voluntad, algunos de los riesgos que pueden enfrentar. Es indispensable cumplir con su afiliación. También es necesario pagar un sueldo justo, ofrecer condiciones de trabajo dignas, evitar cualquier tipo de abuso o maltrato y brindar la mayor estabilidad laboral posible.
Por último y, sin duda, no menos importante es erradicar las prácticas que han llevado a la vulnerabilidad a la mayoría de las TH. En lo que se refiere a los empleadores, esto se relaciona con el respeto y reconocimiento que dan a las trabajadoras. La pregunta que deben hacerse los empleadores en este caso es si aceptarían en sus propios trabajos las prestaciones laborales y el trato menos digno que suele darse a las TH. Aunque se trata de un trabajo necesario e imprescindible en todos los hogares, no recibe el mismo respeto y reconocimiento que otros empleos: la mayoría somos conscientes del estigma y maltrato al que se ven expuestas. Esto debe erradicarse con urgencia. El trato justo, digno y respetuoso no es negociable.
[gview file=»https://www.nodal.red/wp-content/uploads/2020/10/medidas-adoptadas-por-los-paises-miembros-covid19.pdf»]Notas
[1] El nombre es un pseudónimo. [2] https://apublica.org/2020/03/primeira-morte-do-rio-por-coronavirus-domestica-nao-foi-informada-de-risco-de-contagio-pela-patroa/?amp&__twitter_impression=true [3] https://rpp.pe/mundo/actualidad/brasil-rescatan-a-una-trabajadora-del-hogar-en-condiciones-de-esclavitud-y-victima-de-agresiones-noticia-1276012?ref=rpp [4] La información detallada se encuentra en el documento Medidas adoptadas por los países miembros respecto al trabajo del hogar remunerado ante el COVID-19, publicado por la CISS y disponible en https://ciss-bienestar.org/wp-content/uploads/2020/07/medidas-adoptadas-por-los-paises-miembros-covid19.pdf* Especialista de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS)