Coronavirus: cómo protegen los pueblos originarios de América latina a sus ancianos

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Los pueblos originarios que habitan Latinoamérica están tomando cada vez más medidas para protegerse del mundo exterior, preocupados de que el coronavirus represente una gran amenaza hacia su cultura al poner en riesgo a los adultos mayores de sus comunidades, los guardianes de sus tradiciones.

Desde las zonas montañosas de la Patagonia en Argentina, pasando por la frondosa selva del Amazonas en Brasil hasta las aldeas andinas de Colombia, los pueblos indígenas están resguardando sus aldeas de los extraños con barricadas y otorgando castigos severos a los miembros que violan las reglas de cuarentena.

América latina alberga a 42 millones de indígenas, lo que representa alrededor del 8% de la población, según datos del Banco Mundial. Sin embargo, su forma de vida está constantemente amenazada por el desarrollo moderno, particularmente la minería, la extracción de petróleo y la deforestación.

El coronavirus representa un riesgo nuevo y potencialmente catastrófico, particularmente porque sus mayores, el grupo más vulnerable a las complicaciones de Covid-19, son los guardianes de muchas tradiciones e idiomas en peligro de extinción.

«La importancia fundamental de los abuelos es que guardan todo lo que es la memoria colectiva, particularmente en el tema de identidad», dijo Eduardo Nieva, cacique de la comunidad Amaicha del Valle en la provincia de Tucumán, al noroeste de Argentina.

Debido a que las poblaciones indígenas de América Latina a menudo son preliterarias, no dependen de la documentación escrita: los adultos mayores la transmiten a través de la narración oral de sus historias y tradiciones.

«Toda la sabiduría indígena es oral, la transmisión es de generación en generación, entonces ellos llevan toda la experiencia acumulada», dijo Nieva. «Esa experiencia, la que ellos guardan, es la que nosotros protegemos», agregó.

En el Amazonas, para la población indígena más antigua dentro de Brasil, los xingu, la guía de los mayores es clave para realizar el Kuarup, un ritual de danza que une a las 16 tribus de la comunidad cada año para celebrar la vida, la muerte y el renacimiento.

«Estamos muy preocupados. Si perdemos a nuestros ancianos vamos a perder nuestra sabiduría no solo cultural, de tradiciones y rituales religiosos, sino también nuestra medicina natural», dijo Jair Kuikuro, 32 años, un cineasta que documenta la vida indígena en la Amazonía.

Su abuela custodia el canto sagrado de fertilidad femenina llamado el yamurikuma. «Si ella se enferma con el virus, si se va, su canción se perderá sin dejar rastro», contó Jair.

Las zonas rurales de América latina se encuentran entre los últimos lugares del planeta que serán afectados por el coronavirus, y los testeos en estas áreas remotas son limitados, pero las cifras oficiales sugieren que el Covid-19 está comenzando a extenderse allí.

Desde las comunidades indígenas están tomando precauciones especiales para asegurarse de que los mayores tengan alimento e insumos sin necesidad de que se muevan fuera de sus territorios, dijeron a Reuters varios líderes indígenas.

La historia se repite: vulnerables a nuevas infecciones

Los grupos indígenas del continente, especialmente aquellos que cuentan con algunas centenas de habitantes ya son «demográficamente frágiles», lo que significa que son particularmente vulnerables a cualquier infección o enfermedad desconocida, dijo Carolyn Stephens, profesora de Salud Global en el University College de Londres, que trabajó con múltiples comunidades indígenas alrededor del mundo.

Stephens recordó que la primera ola de colonizadores europeos en Latinoamérica introdujo enfermedades como la viruela, que produjo millones de muertes entre los miembros de los pueblos originarios, como un ejemplo de lo que podría pasarles con la exposición a un virus desconocido.

En Argentina, hogar de al menos 35 pueblos originarios reconocidos oficialmente, la protección de los mayores ha sido una fuerza impulsora para que algunas de las comunidades se aíslen aún más del resto de la población, yendo mucho más allá de las medidas nacionales de cuarentena vigentes hasta el 24 de mayo.

En las provincias de Tucumán y Salta, en el noroeste de Argentina, en lugar de depender de las autoridades para obtener ayuda, algunos grupos han bloqueado las carreteras que conducen a sus pueblos, dijo Relmu Ñamku, una líder mapuche.

En otros casos, se han desplegado guardias indígenas, que anteriormente vigilaban el tráfico de drogas y otros delitos, para mantener alejados a los forasteros.

Entre los xingu, en Brasil, sus 16 tribus son conscientes de la devastadora cantidad de enfermedades importadas que han tenido en sus culturas en el pasado. En 1954, casi la mitad de los habitantes de una aldea de la tribu kalapalo murieron de sarampión.

Las rutas para entrar al parque han sido bloqueadas y ningún forastero, exceptuando al personal médico, puede entrar.

En la provincia colombiana de Narino, que limita con Ecuador, los miembros de la comunidad indígena pasto hacen cumplir estrictamente las reglas de cuarentena y usan el castigo corporal para las personas que las rompen, dijo Pablo Taimal, un líder comunitario.

«La guardia indígena recibió la orden de prestar la atención necesaria para salvaguardar la salud y la integridad de nuestras comunidades», dijo Taimal, citando un mayor riesgo debido a los cruces desde Ecuador, donde el coronavirus ha sobrepasado al sistema de salud.

Indígenas de diferentes comunidades han dicho que continuarán utilizando sus tradicionales medicinas naturales como el yacón, una raíz conocida por sus beneficios antioxidantes.

«Como mapuches, si tomamos nuestros medicamentos naturales, nos curaremos», dijo Estela Astorga Porma, de 77 años, una mujer mapuche en la región de Biobio, en el sur de Chile. Pero la efectividad de la medicina natural en los tratamientos de enfermedades virales como el Covid-19 no ha sido comprobada.

También es común que la gente joven dentro de las comunidades acuda a los hogares de los más ancianos para pedir su guía y ayuda para tomar decisiones, dijeron los miembros de las comunidades, una práctica que ahora se encuentra frenada para proteger a los adultos mayores y limitar su exposición.

«Las abuelas son las consejeras de la comunidad. Las personas mayores son las que transmiten la sabiduría ancestral, las que nos organizan, dan orden, aconsejan espiritualmente», dijo Rosa Ñancucheo de 61 años, una mujer mapuche de la provincia de Chubut, en el sur de Argentina. «Hoy en día nos reunimos menos que antes», concluyó.

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