Ecuador: 100 años del maestro Oswaldo Guayasamín

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En Quito se celebra el centenario del maestro Oswaldo Guasayamín

Con la presentación del Ballet Folclórico Nacional Jacchigua se iniciará, este sábado (6 de julio del 2019) en La Capilla del Hombre, el festejo por los 100 años del natalicio del maestro Oswaldo Guayasamín, una celebración que se ha venido fraguando desde hace algunos meses con la inauguración de exposiciones locales e internacionales, como la que se montó en la plaza del museo Reina Sofía, en Madrid.

Cuando estaba vivo, a Guayasamín le gustaba celebrar sus cumpleaños con una gran fiesta llena de cultura popular y folklore, en compañía de su familia y amigos. Por eso, a la presentación de Jacchigua se sumará la de artistas como Sebastián García, Juan Alejandro, el grupo Amaru, Franklin Huanca, Ángel Amosa, el elenco Dohajoni y el grupo Tomback.

El cierre de esta fiesta popular, que comenzará a las 12:00 y recorrerá varias calles del barrio Bellavista, Estará a cargo de la Diablada de Píllaro y una banda de pueblo, a la que acompañarán vacas locas y juegos pirotécnicos. También habrá stands de comida típica. Durante el evento se podrá visitar La Capilla del Hombre, el lugar donde se exhibe su obra, de forma gratuita.

En la noche, a partir de las 19:00, se realizará una sesión solemne en el estudio de la Casa Museo Guayasamín, donde se realizará el lanzamiento de las estampillas conmemorativas ‘Centenario del Natalicio de Oswaldo Guayasamin’, por parte de la empresa pública Correos del Ecuador. Esta ceremonia concluirá con un vino de honor.

Antes de iniciar esta ceremonia, en la sala Maruja Monteverde, un espacio de exposiciones temporales, se inaugurará oficialmente la exposición ‘De la Ira a la Ternura’, donde se podrán ver cuadros como El preámbulo de esta celebración comenzará este jueves 4 de julio del 2019 en la Asamblea Nacional con la inauguración de una casa abierta, que incluye la exhibición de un mural y de varias gigantografías de la obra del pintor. En el interior de este edificio se encuentra una de sus obras más emblemáticas, el mural Imagen de la Patria, que fue inaugurado el 5 de agosto de 1988.

La celebración continuará, en los próximos días, con la inauguración de varias muestras entre ellas una dedicada a su obra gráfica que estará abierta desde el 19 de julio en el Consejo Provincial de Pichincha; y la muestra ‘De Orbe Novo Decades’, un libro de litografías y grabados que se exhibirán en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, desde el 24 de julio.

Una de las improntas de todas estas exhibiciones ha sido mostrar que la obra de Guayasamín se extiende más allá sus tres famosas series: ‘Huacayñán’, ‘La Edad de la Ira’ y ‘Mientras vivo siempre te recuerdo’. En mayo, por ejemplo, en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador se inauguró la muestra ‘Guayasamín: Expresiones en gráfica’.

La exhibición reunió 302 obras entre serigrafías, litografías, grabados, lienzografías y reproducciones. Estas obras fueron producidas en distintos momentos de su vida y dan cuenta de la prolijidad de su proceso artístico, de que sus motivaciones pictóricas iban más allá de la denuncia social y de la necesidad de crear un trabajo en serie para que su obra llegue a más personas.

El Comercio


Todos tienen un Guayasamín en casa

Este sábado 6 de julio de 2019 se cumplen 100 años del natalicio del artista. La Capilla del Hombre abrirá sus puertas para homenajear al representante del indigenismo.

Un mural del pintor Oswaldo Guayasamín que está en el aeropuerto de Barajas, en Madrid,, hace que se crucen Europa y Latinoamérica, el antes y después de la conquista, las culturas y la lucha de dos territorios.

Guayasamín convierte su mural en un símbolo, en un lugar en el que transitan estos dos territorios el presente.

En uno de los paneles está lo que era América, con sus mitos, leyendas y personajes, antes de la llegada de los españoles, y en el segundo refleja lo que España llevó a América, “básicamente durante la conquista”.

En Ecuador, el pintor de padre indígena y madre mestiza hizo también un mural en el lugar en el que se deciden las leyes del país, en la actual Asamblea Nacional.

Cuando lo hizo dijo que era un trabajo para que durara 1.000 años, aunque no sabía cuánto durará la democracia.

En su construcción trabajaron 45 personas. Juntos construyeron unas planchas de acrílico con tela de vidrio. “Es acrílico sobre acrílico y se hace una sola masa al colocar el color. De esa misma forma está hecho el mural de Barajas, en Madrid. Es una duración casi eterna”, dijo cuando aún estaba en gestación.

Hoy se cumplen 100 años de su nacimiento y Guayasamín sigue siendo un referente del arte ecuatoriano y latinoamericano. Su propuesta indigenista definió una época que tuvo tal impacto social y mediático que gran parte de los ecuatorianos tiene una representación de Guayasamín en casa, aunque sea falsa.

La obra de Guayasamín arranca con una etapa inicial, en la que el autor indaga en temas sociales pero su estilo pictórico aún no se define como el que se conoce mediáticamente.

De esta fecha son trabajos como “Los niños muertos”, “La danza”, “Niños en la selva” o “Las Bañistas”.

Su obra aún no tiene el dolor de denuncia que tendría años más tarde. La estética se está configurando.

Emprende un viaje por América del Sur. Cruza la frontera hacia Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y pinta la serie “Huacayñan”, según la crítica de arte Ana María Garzón, una de sus etapas más importantes, junto con la posterior “La edad de la ira”. “Huacayñan” es una palabra kechwa que significa “Camino del Llanto”, o “el camino por donde caminan las lágrimas”.

Para el autor eran varias cosas a la vez, “los ojos que comienzan a humedecerse, antes de que salga el llanto, y la imposibilidad de llorar, cuando todo el cuerpo se lava de lágrimas y quedan los ojos secos”.

De esta serie se desprenden 103 cuadros fechados entre 1946 y 1952. Entre ellos está “Ataúd Blanco”, una obra en la que tres mujeres lloran la pequeña caja de un niño muerto o “La marimba”.

 

Ataud blanco

En esta etapa, Guayasamín empieza a configurar la cromática que definiría los matices tierra de su obra y el despliegue de su trazo.

Años más tarde surgen series como La edad de la ira, La ternura, los retratos y paisajes y flores.

Durante toda su trayectoria Guayasamín fue un representante del indigenismo. Su obra intenta representar una denuncia, una lucha demasiado grande para asumirla solo.

De allí que su trabajo fuera criticado, a veces, pues mientras su obra se hacía cada vez más cotizada por la representación del dolor de comunidades en la miseria, aquello no influía en nada a la hora de reivindicar la lucha contra las desigualdades.

El académico colombiano Carlos A. Jáuregui dijo que el mural “Huacayñan” “era el resultado de una relación institucional y personal entre Guayasamín y un burócrata cultural lector de Vasconcelos”. Jáuregui se refería a Benjamín Carrión, el fundador de la Casa de la Cultura.

Es indiscutible la destreza de Guayasamín y su manejo del color y el espacio en su obra. Fidel Castro dijo que nunca había visto a nadie pintar tan rápido como cuando le hizo un retrato.

Sin embargo, la idea del indigenismo y este tipo de arte que configura cierta denuncia, es un peso con el cual muchos buscan romper.

El artista Adrián Balseca, cuya obra indaga alrededor de prácticas del progreso, considera que “Yo soy indio… ¡carajo!” debe ser de las retóricas más manidas del arte del Siglo XX en Latinoamérica.

“Pienso que la célebre frase del pintor ecuatoriano guarda todas las respuestas para entender la complejidad y los vacíos en su discurso”.

Sostiene que se puede entender a esa suerte de “eslogan” que se acoplaba perfectamente a los requerimientos de las élites de izquierda de la época.

“Como un desenfadado discurso que distaba de brindar salidas al debate de clase e identidad en Ecuador, pensándose como un verdadero manifiesto hijo del realismo social que podría transformar significativamente los abusos estructurales y desigualdades en el país. Sin duda es difícil al día de hoy separar o tratar de ver su obra plástica aislada de su imagen mediática”, dice Balseca.

El indigenismo de Guayasamín, inequívocamente, se convirtió en un ícono estético más que reivindicativo

El Telégrafo


Guayasamín según Pablo Neruda

Los nombres de Orozco, Rivera, Portinari, Tamayo y Guayasamín forman la estructura andina del continente. Son altos y abundantes, crispados y ferruginosos. Caen a veces como desprendimiento o se mantienen naturalmente elevados, unidos territorialmente por la tierra y por la sangre, por la profundidad indígena.

Guayasamín, entre los unos y los otros, emprendió en su obra el Juicio Final que les pedíamos a los solitarios del Renacimiento. Pocos pintores de nuestra América tan poderosos como este ecuatoriano intransferible: tiene el toque de la fuerza, es un anfitrión de las raíces, de cita a la tempestad, a la violencia, a la inexactitud. Y por ello, a vista y paciencia de nuestros ojos, se transforma en luz.

Suponemos que el realismo ha muerto. Y hemos celebrado el funeral porque no lo mataron los quiméricos, los irrealistas, sino los propios realistas que lo realizaron, extinguiéndose hasta presentarnos un realismo sin carne y sin hueso: la imitación de la verdad.

Guayasamín es uno de los últimos cruzados del imaginismo; su corazón es nutricio y figurativo, está lleno de criaturas, de dolores terrestres, de personas agobiadas, de tortura y de signos. Es un creador del hombre más espacioso, de las figuras de la vida, de la imaginación histórica.

Yo le tengo en mi santoral de santos militares, aguerridos, jugándose siempre el todo por el todo en la pintura. Las modas pasan sobre su cabeza como nubecillas. Nunca lo aterrorizaron.

Presento, y es mucho honor para mí, a este pintor germinativo y esencial, seguro de que su universo puede sostenerse aunque nos amenace como un derrumbe cósmico.

Pensemos antes de entrar en su pintura porque no nos será fácil volver.

Fundación Guayasamín


Fidel y Guayasamín

A pocas horas de conocerse el deceso del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en La Habana, este viernes a las 10:29 (hora local de Cuba), Andes rememora sus viajes a Ecuador y su cercanía con el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, con quien forjó una larga y profunda amistad.

Fue un jueves 4 de noviembre de 1971 cuando el máximo líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, descendió de un turbo-jet Bristol Britannia “Hiushin-18” CU-T 900 de Cubana de Aviación en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de la ciudad de Guayaquil, 12 años después del triunfo de la revolución en la pequeña isla caribeña.

Esta fue la primera vez que el comandante revolucionario llegó a Ecuador y lo hizo luego de visitar al presidente socialista chileno Salvador Allende (1908-1973) por invitación del jefe de Estado ecuatoriano de aquel entonces, el cinco veces presidente, José María Velasco Ibarra (1893-1979).

Al pie de la escalinata del avión cubano, Fidel Castro y su comitiva de 45 acompañantes fueron recibidos por los ministros de Relaciones Exteriores y de Gobierno de Ecuador para luego ser trasladados a una reunión con carácter reservado con el presidente Ibarra, quien estuvo acompañado de los más altos oficiales de las Fuerzas Armadas (FF.AA.).

Tras reunirse con el presidente Ibarra y altos mandos militares, Fidel fue invitado por los dirigentes de los partidos comunista y socialista para que saludará a centenares de personas que habían acudido a la terminal aérea para vitorearle y expresarle su solidaridad con el proceso revolucionario.

Según, el historiador ecuatoriano Germán Rodas, en los días previos a la mencionada cita, había presiones del gobierno norteamericano para impedir la entrevista. También hubo apremios ideológicos de la extrema derecha nacional (expresadas también al interior de un reducido sector de las fuerzas armadas), para frustrar la reunión.

Ocho años después (1979), ya bajo el gobierno de Jaime Roldós y con el retorno a la democracia, Ecuador reabrió relaciones diplomáticas con Cuba. Pero fue la visita que en 1985 realizara el entonces presidente León Febres Cordero el que asombró a los movimientos políticos de izquierda y derecha. “Hemos congeniado mucho. Nos llevamos muy bien”, dijo Febres Cordero junto a un Fidel Castro, quien sonreía complaciente, según el periodista Santiago Estrella.

Quizás, uno de los ecuatorianos que relaciones más cercanas tuvo con Fidel fue el reconocido pintor Oswaldo Guayasamín (1919-1999), quien tras el triunfo de la revolución viajó a Cuba para expresarle al líder revolucionario su interés por realizarle un cuadro.

Para aquel entonces, Guayasamín ya era un pintor reconocido pues había recibido el encargo de pintar un mural en el Palacio de Carondelet (casa de gobierno) en el centro de Quito. Además, en 1956 obtuvo el Gran Premio de la II Bienal de Pintura de Barcelona, posteriormente alcanzó el Primer Premio de Pintura en la Bienal de Sao Paolo y había expuesto sus obras en Estados Unidos, México y Chile.

Guayasamín anunció a Fidel que deseaba obsequiarle la obra y convinieron que la pintura se entregaría al día siguiente en la Embajada de Ecuador. El pintor dijo que había logrado plasmar en el lienzo el ímpetu guerrillero e insurgente de Fidel en plena juventud, según una publicación de cubadebate.cu.

El artista ecuatoriano sería el único en haber pintado por tres ocasiones a Fidel Castro, pues no hay registros de prensa que evidencien que otra persona lo hubiera hecho.

Al finalizar el mandato autoritario de Febres Cordero en 1988, asumió el poder Rodrigo Borja, líder del partido Izquierda Democrática, un político y jurista que venció en las urnas al populista y máximo representante del Partido Roldosista del Ecuador (PRE), Abdalá Bucarán.

Borja invitó Fidel al cambio de mando presidencial y el líder revolucionario aceptó. Su nueva visita a Ecuador coincidió con su cumpleaños 62 que, según registros de prensa, esa sería la primera vez que celebró su natalicio «fuera de Cuba sin estar en prisión», como afirma el periodista Hernán Ramos.

“El homenaje público se realizó el 12 de agosto en casa de su amigo, el pintor Oswaldo Guayasamín. Pero la celebración «clandestina», inédita y desconocida, ocurrió en la madrugada del 13 de agosto, el día mismo de su cumpleaños, en una estrecha casa del barrio Bellavista, al norte de la capital ecuatoriana”, publicó el comunicador en una crónica denominada «Los dos cumpleaños de Fidel en Quito».

Tras la muerte de Guayasamín fue edificada en su honor “La Capilla del Hombre” un inmueble que funciona como museo y galería, donde están expuestas las obras del destacado artista.

En el lugar, en 2002, luego de la muerte de Guayasamín, fue encendida la “Llama Eterna” por los derechos humanos y la paz, una antorcha que arde día y noche y que fue encendida por el propio Fidel Castro, acompañado del fallecido expresidente de Venezuela, Hugo Chávez (1954-2013) y del mandatario ecuatoriano de aquel entonces, Gustavo Novoa Bejarano, quien ascendió al poder en sustitución del derrocado presidente Jamil Mahuad.

En declaraciones a la prensa, Fidel recordó haber sido amigo de Guayasamín desde inicios de la revolución cubana y dijo que posó en tres ocasiones, a lo largo de 35 años para el afamado maestro, de quien dijo, “era un genio de las artes plásticas, un gladiador de la dignidad humana y un profeta del porvenir”.

Una nueva reunión de Fidel con otro mandatario ecuatoriano tendría una pausa de cerca de 12 años. En enero de 2014, luego de no haber salido en público por una largo periodo y de encargar la presidencia de Cuba a su hermano Raúl, el comandante Fidel sostuvo una reunión con tres presidentes latinoamericanos de corte progresista: Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Daniel Ortega de Nicaragua con quienes conversó acerca de los resultados de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez.

 

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