El lío está en los de acá – El País, Uruguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El drama de Venezuela, es todo un tema. La forma en que algunos sectores frentistas analizan ese drama es otro, y asusta. Y la posición oficial uruguaya es aún más grave. Provoca enojo y perplejidad. La defensa de la dictadura chavista por parte de un sector no desdeñable de este país, muestra un desprecio visceral a la democracia liberal y republicana.

Hubo un tiempo en que Uruguay también se dividió ante un conflicto mundial. Algunos se alinearon con el eje nazi integrado por Alemania, Italia y Japón y del otro lado se consolidó una corriente proaliada, apoyada en los valores democráticos que identificaban al país. El corte actual tiene similitudes. Un sector, tal vez no mayoritario pero con peso, se identifica con la dictadura de Maduro y defiende en el régimen chavista, todo lo que nada tiene de democrático. Como el gobierno responde a un Frente Amplio compuesto por grupos chavistas (aunque no todos lo son), quedó atrapado en una viscosa red donde se proclama neutral, pide un diálogo imposible e insiste en la legitimidad de la presidencia de Maduro.

Sin embargo, en los últimos días esa postura cambió. Ahora sí reclama elecciones libres, pero solo hasta un punto. Los argumentos expresados por el canciller Rodolfo Nin Novoa ante la Comisión Permanente, reflejan esa torpe ambivalencia. Sostuvo que “el gobierno de Guaidó (sólo) puede validarse por la vía de la fuerza o un levantamiento militar o una intervención extranjera”. No entiende que su proclamación por parte de la Asamblea Nacional (único órgano con legimitidad institucional) fue una manera de ofrecer una coartada que le permita a la dictadura irse sin traumas. Si renuncia Maduro, hay una salida prevista. De lo contrario, la alternativa sí será violenta. Caerá por la fuerza y será sustituido por una nueva dictadura. Para evitar eso, numerosos países resolvieron apoyar a Guaidó.

Nin asombra cuando explica por qué Uruguay cedió al aceptar que se llame a elecciones libres con absolutas garantías. Ello, según dijo, “se obtuvo a cambio de otra demanda que planteó nuestra Cancillería; logramos como un gran éxito que no se incluyera como condición, pedir la liberación de presos políticos”.

El ministro se ufana de no reclamar la libertad de presos políticos. Ni siquiera recuerda como los exiliados uruguayos durante la dictadura, recorrían los despachos de gobiernos extranjeros, reclamando por los presos uruguayos y en especial por Líber Seregni.

Estaba bien pedir por los presos políticos hace 35 años. Hoy está mal.

Para colmo, el ministro repite un versito sin sustento: la culpa la tiene el malvado imperio norteamericano, no el chavismo. “¿Cuál es el interés americano?” se pregunta Nin, “el petróleo venezolano, como lo fue en Irak”.

Hasta hace pocas semanas Estados Unidos compró y pagó sin quejas, como lo hizo por décadas, ese petróleo. Lo importado de Venezuela es una parte muy chica del combustible que importa desde diferentes partes del mundo. Si falta, no es un problema mayor. Pero ese mismo petróleo es un porcentaje altísimo de lo que Venezuela exporta. La economía venezolana se desbarrancó antes de la muerte de Hugo Chávez hace seis años. Desde entonces no hizo más que empeorar. El cuento de que es culpa de las sanciones norteamericanas no tiene asidero ya que estas son de muy reciente aplicación. Antes, solo hubo una medida de Barack Obama que bloqueó las cuentas e inversiones de algunos altos jerarcas del régimen chavista involucrados en violación de derechos humanos y corrupción. No afectó las relaciones comerciales ni financieras con el resto del país. Pero igual generó un revuelo, incomprensible si se considera que estos dirigentes se dicen socialistas y están contra el capitalismo y el imperialismo. ¿Cómo es que tenían tanto dinero acumulado y guardado en el corazón del mal? La presión norteamericana para que se vaya un tirano es una injerencia reciente y muy menor comparada con la forma en que Cuba se metió en el aparato estatal venezolano, en sus Fuerzas Armadas y en sus servicios de inteligencia.

Eso sí es imperialismo. A lo que se suma el apoyo de otros regímenes autoritarios como los de Turquía, Rusia, China o Irán. Por más desprecio y fastidio que genere Donald Trump, sus actitudes no llegan a los talones a estos otros gobernantes. El argumento de Nin es infantil e insultante. Pero expresa a esa parte del país que al adherir a la dictadura venezolana desnuda su desprecio a la democracia liberal. A quienes desean acceder a un cuarto período para gobernar con un estilo cada vez más similar al que admiran en el régimen de Maduro.

El País

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