Ganadores (pocos) y perdedores (muchísimos) en este drama argentino – Por Juan Guahán

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Juan Guahán(*)

En la crisis actual de la Argentina, todo sigue a la deriva, pero sus consecuencias no es igual para todos: para la inmensa mayoría supone estar en la lona, pero el dinero no se evapora, solo cambia de mano y va para otro lado, en una conocida historia que tiene escasos ganadores y millones de perdedores.

Un símbolo sobre el futuro del macrismo lo dio un Fiscal de la Justicia Federal que pidió la indagatoria del presidente Mauricio Macri y otros miembros de su equipo, por la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), caracterizándolo como inconstitucional.

Ese acuerdo no solo hunde al país y su pueblo, sino que sus efectos también lo sentirán –de otra manera- los principales responsables de su firma. Sólo es cuestión de tiempo.

Mientras tanto, los padecimientos son para la inmensa mayoría del pueblo argentino. Con el paso de los días la crisis toma mayor volumen y sigue creciendo la bronca e indignación del pueblo. El gobierno, enceguecido por la pérdida de poder, todavía no ha llegado a comprender cabalmente que su juego está agotado.

Su idea de atarse políticamente a las políticas que vienen de Washington imaginando que esa opción –acorde con su ideología- le garantizaba inversiones, ya se probó que estaba equivocada.

Pero hay otra cuestión que aún no se ha manifestado y es que su política respecto de China que, con sus inversiones y otros acuerdos, es cuestionada por las autoridades norteamericanas. Esa factura la tendrán que pagar -a chinos o yanquis- en algún momento. Ese tema, junto a la evolución de la situación internacional, nos mete –desde las dos puntas- en la actual confrontación entre los Estados Unidos y China.

No quedan dudas que Argentina está en medio de una profunda crisis y siempre suele decirse que en esos tiempos se gestan o incrementan algunas fortunas, pero también hay muchos que quedan en la lona como testigos de lo que pasó. De allí la importancia de saber quiénes ganan y quiénes pierden con esta  crisis.

Los ganadores

En estos días se ha dado otra vuelta de rosca al modelo puesto en marcha en diciembre del 2015. Las principales medidas tomadas, con toda la provisionalidad que tienen estas consideraciones, indican que la tendencia general es beneficiar a los mismos que vienen ganando en estos años neoliberales macristas.

Los tradicionales ganadores del macrismo son los principales bancos; el sector agropecuario; los grupos exportadores en general; las empresas que operan los servicios públicos y –durante el 2017- las grandes empresas vinculadas a la construcción.

Los perdedores tienen dos grandes sellos sobre sus espaldas: el sector industrial (a excepción del vinculado al procesamiento de granos) y todos aquellos que producen prioritariamente para el mercado interno. Algo semejante pasa con el sector comercial.

Merece algún breve comentario la situación de algunos de estos sectores.

El sistema financiero fue el gran ganador desde el mismo momento que se tomaron las primeras medidas, allá por diciembre del 2015. Mientras se anunciaba el fin del “cepo cambiario” se establecía la libertad en el mercado de divisas y la entrada y salida de capitales especulativos quedó desregulada.

En esa decisión está la clave que permitió que -los grandes bancos- jugaran con nuestra moneda. Así fue como pudieron fabricar distintas maniobras, que hicieron posible el juego que terminó envileciendo –aún más- la moneda (el peso) y crearon las condiciones para que se lleven al exterior los frutos del trabajo argentino.

Por ese tubo se fueron los miles de millones que le faltan al pueblo. También forman parte de esa política los negocios que rondan el “festival de préstamos” (con la banca trasnacional y el Fondo Monetario Internacional) que sostuvieron al macrismo y hundieron al país.

Los sectores exportadores, particularmente de granos, son los otros grandes beneficiarios. Obviamente la devaluación incrementa notoriamente sus ganancias. Eso es así más allá que le apliquen un impuesto del 12% a sus exportaciones, teniendo como tope tres o cuatro pesos –según el producto- por cada dólar exportado.

Eso también beneficia –en menor medida- a algunas economías regionales, lastimadas por la caída del mercado interno, que es –para varias de ellas- su principal mercado.

Las privatizadas empresas operadoras de los servicios públicos han ganado fortunas en estos últimos tiempos, y es de suponer que esa tendencia se continuará en los próximos meses.

En cuanto a la construcción, el aporte estatal será reducido por el ajuste obligado por el FMI. Los efectos de los “cuadernos de la corrupción” limitarán el acceso de las empresas involucradas a créditos necesarios para las obras de los programas de Participación Público-Privado (PPP). Todo ello le augura un año poco propicio a ese sector.

Con pocas excepciones, la industria viene golpeada. Pero la que es desarrollada por pequeñas y medianas empresas (pymes) y vinculada al consumo interno está agonizante.

Una situación particular vive el sector automotriz. Sus exportaciones fueron beneficiadas por esta devaluación. Pero sus perspectivas se hunden cuando se tiene en cuenta que los autos armados aquí utilizan mayoritariamente insumos extranjeros, donde la devaluación juega en contra.

Los perdedores

Dicho esto queda una última referencia a los mayores perdedores de estas políticas y la devaluación en marcha.

Unos, son los trabajadores y los sectores más humildes, cuyos ingresos se continuarán devaluando al compás del aumento de la inflación. Lo padecerán los asalariados con convenio laboral, porque ninguno de sus gremios pudo firmar paritarias que establezcan incrementos que den cuenta de esta debocada inflación que todos saben que superará largamente el 40%.

Los trabajadores en negro, los que changuean (informales, temporarios) y los que están excluidos ya viven en el desafío –a partir de ahora agravado- de la sobrevivencia diaria. Las contenciones de los disminuidos planes sociales no alcanzan a tapar el tamaño de la presente vergüenza.

Ismael Ramírez, el niño-adolescente de 13 años de la comunidad Quom, que fuera asesinado en Sáenz Peña (Chaco) cuando un grupo de pobladores intentaron apropiarse de alimentos en un supermercado, es una muestra dolorosa de los tiempos que corren.

(*) Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


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