Argentina: incertidumbre económica y cambios en el gabinete

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Querida, encogí al gabinete nacional

Tras una jornada intensa de reuniones y un fuerte hermetismo en la quinta presidencial de Olivos, el Gobierno nacional se encaminaba anoche a definir la mayor reestructuración del gabinete de la era Macri. Empujado por la crisis económica y la necesidad de renegociar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el Presidente ya tenía definida la eliminación y transformación de una decena de ministerios y la salida de los vicejefes de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, lo que significará un fuerte golpe para Marcos Peña, hasta ahora uno de los hombres más poderosos de la actual administración. El anuncio no fue todavía formalizado ya que las reuniones continuarán hoy en la residencia oficial, hasta donde se acercarán legisladores nacionales y gobernadores de Cambiemos. Sin embargo, fuentes de la Casa Rosada ya daban por hecho las modificaciones, que se sumarán a los anuncios económicos que se comunicarán el lunes y que implican una profundización del ajuste y cambios en el esquema de retenciones, entre otras cosas.

A partir de las 10 de la mañana de ayer comenzó a llegar a Olivos la plana mayor del macrismo. La gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta se reunieron con el Presidente, igual que Peña y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Por la tarde aparecieron el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el titular de la Cámara Baja, Emilio Monzó. También fue de la partida el asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba. No hubo referentes de la UCR, cuyos representantes estarán presentes en las conversaciones que Macri tendrá hoy para terminar de definir los cambios. Tampoco estuvo la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, quien sí mantuvo contacto telefónico con el Presidente.

Las reuniones tuvieron dos ejes, según quiénes fueran los participantes. Por un lado, pulir los detalles de los anuncios económicos del lunes y por el otro la reorganización política de la gestión. En un primer momento, desde el Gobierno se deslizó que el objetivo principal fue ultimar los detalles de las medidas que anunciarán miembros de Gabinete mañana, antes de que Dujovne parta hacia Estados Unidos para explicar al organismo de crédito internacional. El ministro de Hacienda tiene como meta bajar aún más el déficit fiscal primario, que estaba previsto para este año en el 1,3 por ciento. Además de agudizar el recorte de gastos, evalúan medidas por el lado de los ingresos. Las retenciones, que venían reduciéndose 0,5 por mes, podrían mantenerse estables e incluso reinstalarse en el caso del trigo y el maíz. Esas acciones ya generaron la crítica de los grandes sectores del campo como la Sociedad Rural Argentina.

En cuanto al Gabinete, a última hora del sábado comenzó a difundirse la posibilidad de una reorganización más profunda de lo esperado. Macri era quien más se resistía a la idea de hacer modificaciones tras la corrida del dólar y la clara demostración de falta de confianza que le devolvieron los mercados tras su brevísimo anuncio del miércoles. Si bien Peña fue uno de los más atacados por los rumores de reemplazos durante el estallido financiero, la idea de su salida fue perdiendo peso con el correr de los días. “Marcos está muy bien en su lugar. Es un hombre de confianza del Presidente”, dijo ayer Rodríguez Larreta, en una señal de respaldo por un lado y de rechazo a la posibilidad de incorporarse él a la gestión nacional por el otro. A diferencia de Peña, los tickets de salida de Quintana y Lopetegui aparecen como los más firmes. La expulsión de dos de los CEO’s más influyentes del Gabinete no sólo implica un cambio en los nombres sino las dinámicas de trabajo interno.

Otro que se mantendrá en su cargo es Dujovne, quien habría puesto su renuncia a disposición del Presidente. En su lugar algunos ubicaban al ex presidente del Banco Nación, Carlos Melconian. Sin embargo, Dujovne es el encargado de llevar la relación con Christine Lagarde, por lo que su salida complicaba las negociaciones en un momento más que delicado. Las transformaciones parecen aumentar a medida que los cargos se alejan del círculo más íntimo del Presidente. Varias carteras pasarían a ser secretarías o se fusionarían entre sí. Ciencia y Tecnología pasaría a formar parte de Educación. El mismo destino le esperaría a Cultura. Modernización, a cargo de Andrés Ibarra, pasaría a la órbita de jefatura de Gabinete, al igual que Ambiente, encabezado por Sergio Bergman. Seguridad y Defensa se concentrarían en una sola, a tono con el borramiento de las fronteras entre la ley de Seguridad Interior y Defensa Nacional que viene impulsando el macrismo. Salud y Desarrollo Social también se fusionarán. Agroindustria quedaría bajo el ala de Hacienda y Energía bajo la de Transporte. La letra chica de las modificaciones todavía no está definida, así como tampoco quiénes permanecerán en sus cargos una vez concretada la reestructuración. Además, el cambio en el organigrama no sólo implicaría una transformación para los altos cargos, sino que podría arrastrar un ajuste todavía mayor entre los trabajadores estatales. Esta semana, por caso, más de 500 personas fueron despedidas de Agroindustria, con represión incluída.

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Otro acuerdo con el FMI

Pasado mañana, el ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, comenzará oficialmente la negociación para conseguir un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Se reunirá con la Directora Gerente del FMI, Christine Lagarde, para definir otras metas cuantitativas y cualitativas. La caída de un programa a menos de tres meses de su entrada en vigencia es el reflejo más nítido del naufragio de la economía macrista, la expresión más rotunda de la ineptitud de los funcionarios encargados de la gestión económica y la anotación de otro fracaso de la burocracia del Fondo.

Para evitar el bochorno de haber pactado uno de los programas más ambicioso en monto de financiamiento y, a la vez, el más rápido en fracasar, el FMI reclamará pruebas de amor más intensas, que el gobierno de Macri entregará porque así espera no caer al vacío del abismo. La fórmula será más ajuste fiscal (reducción del gasto y aumento de ingresos vía retenciones a las exportaciones) a cambio del giro de más dólares que los previstos y con mayor libertad para utilizarlos en el pago de vencimiento de deuda y en la intervención en el mercado cambiaria. Es la segunda oportunidad que se brindan para convencer al mundo de las finanzas globales de que vuelva a prestar a la economía macrista.

El camino es el mismo elegido en junio pasado y que ha fracasado sin que hayan cambiado las condiciones para evaluar que el resultado pueda ser distinto. Por el contrario, se ha agravado con un dólar disparado a 40 pesos que profundizará la recesión, con la consiguiente reducción de ingresos tributarios, al tiempo que exigirá un aumento de tarifas más pronunciado al haberlas dolarizado, salvo que se modere el alza incrementan los subsidios. Así las cuentas públicas se alejarán de las nuevas metas más duras que se definirán con el Fondo y que, para poder cumplirlas, se requerirá un mayor ajuste. Se ha lanzado a la economía a un círculo vicioso de deterioro, que el nuevo acuerdo con el FMI sólo postergaría un poco el ineludible desenlace.

El monto de 52.661 millones de dólares en reservas en el BCRA, según el registro del viernes último, que descontado las operaciones con bancas centrales, el repo con bancos internacionales, el swap con el Banco Popular de China y los encajes de depósitos en dólares, sumerge a las netas en un umbral crítico.

Analistas y hombres de finanzas con el traje de economistas de la city exigen al gobierno que informe el plan financiero para alejar el fantasma de la cesación de pagos. Con el nuevo acuerdo con el FMI, que acercará más dólares al Banco Central, se quiere evitar el default, lo que confirma la existencia de ese riesgo. Aunque el ajuste fiscal sea más duro y los desembolsos sean más abultados, esos dólares no serán suficientes. Faltan otras fuentes de dólares, ya sea por financiamiento del mercado internacional y local o por una mayor liquidación de los exportadores.

El voluntarismo de operadores de la city dice que el aumento de la cosecha en 2019, después de la sequía de este año, en especial la de trigo que apunta a ser récord, aumentará la oferta de dólares en el mercado. Habrá más dólares pero no necesariamente se liquidarán en la plaza local, puesto que el BCRA eliminó en su momento el plazo máximo para ingresar esas divisas, además en cada año de las últimas elecciones presidenciales el complejo agroexportadoras retuvo divisas. No hay señales de que ese escenario sea diferente en 2019, más aún con la incertidumbre electoral que se abrió por el acelerado deterioro del liderazgo político de Mauricio Macri y de la Alianza Cambiemos.

Las chances que Wall Street reabra el grifo de dólares para financiar a la economía macrista son nulas con el indicador riesgo país alcanzando los 800 puntos. Propagandistas del gobierno contraponen esa cifra con registros superiores durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. El pico máximo fue el 14 de noviembre de 2008 en 1965 puntos. Pero cuando se cruza cierto umbral, ya sea 800 o 1900 puntos, la magnitud ya es indiferente pues implica que en una o en otra situación está cerrado el acceso al crédito voluntario en el mercado de deuda internacional. Esos valores elevadísimo sólo indican la posibilidad más o menos cercana del default.

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Cinco claves para entender la crisis del peso argentino

La crisis del peso argentino es ante todo una crisis de confianza vinculada al apetito por el dólar. La moneda local se está depreciando rápidamente -más del 50% desde enero- y surge el trauma de la crisis económica de 2001.

La fragilidad de la economía argentina, fue resumida en 5 temas clave, recopilados por la agencia AFP.

Crisis de confianza

En Argentina se ahorra en dólares. Los argentinos ya no confían en su moneda desde la gran devaluación de 1975, conocida como el «Rodrigazo» por el apellido del entonces ministro de Economía Celestino Rodrigo, la hiperinflación de finales de los ochenta y el default de 2001 que provocó una colosal crisis económica y social.

«El dólar es la moneda de reserva por excelencia, utilizada por los argentinos para preservar el valor de sus ahorros a largo plazo. La demanda crece en tiempos de incertidumbre y disminuye en condiciones de calma», dice Victor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE).

Déficit presupuestario crónico

Durante décadas, el déficit presupuestario ha sido un problema recurrente en Argentina. El porcentaje de empleados públicos es uno de los más altos del mundo.

El gobierno del presidente Mauricio Macri se ha comprometido a sanear las cuentas del país y el déficit fiscal pasó del 6% en 2015 al 3,9% en 2017. Pero el camino sigue siendo largo: el objetivo para el próximo año es del 1,3%, para alcanzar el equilibrio en 2020.

De todas maneras, una información de última hora indica que la meta podría acelerarse para 2019 y buscar reducir el déficit a 0,5%.

Macri considera a la reducción del déficit fiscal como una «máxima prioridad» de su gobierno.

El economista Mario Blejer comenta que «el gobierno ha corregido (desequilibrios), pero los efectos no aparecen rápidamente (…) Creo que es posible que la economía funcione bien el próximo año».

Lejos de 2001

La crisis económica de 2001/2002 es un trauma para los argentinos dado que muchos perdieron su trabajo, a veces sus ahorros, y la pobreza estalló, después de una década de paridad peso-dólar, un momento dorado para los argentinos, pero que llevó a la bancarrota del país.

Los miembros del gobierno aseguran que no hay comparación posible. El Ministro de Economía, Nicolás Dujovne, dice que «no hay riesgo» de un nuevo incumplimiento.

El jefe del banco de HSBC en Argentina, Gabriel Martino, descarta la posibilidad de un nuevo incumplimiento. «Si tomamos Argentina desde el punto de vista económico, y analizamos lo que causó la crisis anterior, las condiciones son positivas. Las provincias tienen superávit fiscal, los bancos están capitalizados y sanos, el gobierno está trabajando para lograr un déficit cero lo más pronto posible, y el problema de la liquidez se resuelve mediante el acuerdo con el FMI».

El economista Javier Milei cree que debido a la actual crisis del peso, «Argentina puede volver a caer en una fase de hiperinflación».

Apoyo del FMI

Incapaz de tomar préstamos de los mercados debido al alto riesgo país (casi 800 puntos, el segundo más alto de la región detrás de Venezuela), la tercera mayor economía de América Latina ha firmado un préstamo de 50 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para estabilizar la economía.

El politólogo Rosendo Fraga señala que, en los últimos meses, «el FMI ha apoyado explícitamente al gobierno y Estados Unidos ha aprobado las medidas tomadas por Argentina».

El acuerdo, que tiene sus habituales contrapartidas dolorosas, ha sido mal recibido por muchos argentinos que creen que el FMI contribuyó al incumplimiento de 2001, al respaldar la costosa política de paridad peso-dólar iniciada por el ex Presidente Carlos Menem.

Fragilidad política

El jefe del gabinete de ministros Marcos Peña rechaza hablar de «fracaso económico», el presidente pide paciencia y señala que «el proceso de transformación y estandarización del país» lleva más tiempo de lo esperado.

A poco más de un año de las próximas elecciones presidenciales, Mauricio Macri ya no está en una posición de fortaleza como lo estaba a fines de 2017, después de ganar las elecciones intermedias, y su coalición Cambiemos no asegura una mayoría parlamentaria.

Hasta ahora se ha aprovechado de la división de la oposición peronista, figurada entre los partidarios de la ex presidenta izquierdista Cristina Kirchner y un sector más moderado.

En el momento de votar el presupuesto para 2019, que deberá incorporar medidas de austeridad, probablemente le será difícil obtener mayoría para aprobarlo.

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