México y sus pasos hacia América Latina – Por Diego Ilinich Matus Ortega, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Diego Ilinich Matus Ortega*

El triunfo de MORENA en las pasadas elecciones federales del primero de julio ha dado pie a que corran ríos de tinta sobre los posibles escenarios y los caminos que ha de surcar el nuevo gobierno. Estas discusiones se han visto acentuadas por tres hechos principalmente: la contundencia con la que MORENA gana las elecciones en las cuales compite en el país; la vinculación excepcional que existe entre la figura del ahora presidente electo y el partido; y el hecho de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) haya decidido, casi inmediatamente después de la elección, iniciar con trabajos que le permitan al momento de llegar al gobierno poder actuar en la línea que considera pertinente.

Sobre el primer punto valdría la pena señalar algunos datos que orienten en cuanto a la dimensión del triunfo de MORENA en las pasadas elecciones. AMLO alcanzó algo que no se lograba desde 1988, cuando fue electo Carlos Salinas de Gortari (PRI), triunfar con más del 50% de los votos, específicamente con el 53%, logrando una aplastante victoria, la cual adquiere mayor eco si se tiene en cuenta que este triunfo se obtiene prácticamente tan solo 4 años después la creación de este partido MORENA (9-07-2014), logrando desplazar a las principales fuerzas del sistema político mexicano en las últimas dos décadas (PRI, PAN y el PRD). Este resultado le permite ganar en 31 de las 32 entidades federativas del país y en el 80% de los municipios, pero sin duda uno de los puntos más significativos es que tendrá mayoría simple en el Congreso Federal y en los Congresos Locales, así como en la Cámara de Senadores.

Esta reconfiguración del sistema político mexicano, aunque no necesariamente del régimen (el PRI tuvo una posición semejante por décadas), ha presentado la reflexión obligada acerca de la relación que tendrá el poder ejecutivo con el poder legislativo, o lo que es lo mismo, si se podrá sostener una relación democrática en términos del necesario equilibrio de poderes, sobre si el poder legislativo será realmente un contrapeso del gobierno, o funcionará como un apéndice del mismo.

Sobre el tercer hecho, es cierto que toma por sorpresa el hecho de que un presidente electo en México comience prácticamente a ejercer el liderazgo meses antes de que asuma la envestidura, y es precisamente en este sentido que en las últimas semanas se ha estado reflexionando y discutiendo en el país en torno al vendaval de propuestas e iniciativas que el equipo de AMLO pone a la mesa.

En este contexto, una de las líneas que generan intereses la relación que mantendrá México con los países latinoamericanos.

Ahora, en relación con los dos primeros hechos, existe por parte de una vertiente de la academia y del periodismo nacional, así como de los partidos orientados más hacia las política neoliberales, la inclinación a considerar que la fuerza del triunfo de AMLO podría traer inestabilidad a la vida institucional y democrática del país, y con ello la posibilidad real de caer en las prácticas “populistas” de los regímenes latinoamericanos, dígase Venezuela, Bolivia, Brasil (Lula y Dilma), Argentina (Cristina), e incluso Nicaragua, entre las que se resaltan la utilización de los mecanismos de democracia directa, las propuestas de asistencialismo y seguridad social a costa de la estabilidad de la economía, la presencia predominante del estado en todas las arenas, entre otras, como la preocupación por una perpetración en el poder del próximo presidente. Al margen de que estas acusaciones posean un peso en la realidad, por ellas pasa una parte de la discusión y la expectativa hacia la manera en que el próximo gobierno se relacionará con América Latina.

Por ello, tanto AMLO como la mayor parte de la dirigencia de MORENA han tenido mucho cuidado en la manera en que se refieren a la relación que mantendrán con América Latina, sobre todo respecto a los países de Sudamérica, y de forma puntual a aquellos países que en los últimos años han mantenido una posición crítica ante el modelo neoliberal, específicamente ante los intereses de Estados Unidos.

En este marco, los posibles escenarios, para ponerlos en dos ejes, podrían ser los siguientes: 1) El gobierno electo no buscaría un acercamiento a los proyectos económicos y sociales del sur por ceder a las presiones de la derecha y de los EU; o 2) El gobierno electo está esperando a que concluyan las negociaciones del TLC con EU para expresar una relación abierta, e incluso, pasar a formar parte activa de un proceso de desarrollo económico con América Latina. Estos escenarios, leídos en el entendido de que existe la posibilidad de que algunos de los liderazgos de izquierda en el sur del continente retornen (Lula, Cristina, Correa) o se mantengan en el poder (Evo).

En cuando a la vinculación con los países de Centroamérica, el gobierno de AMLO ha tenido una posición muy decantada, e incluso activa. El 10 de junio, aun en campaña electoral en el Estado de Chiapas, declaró que buscaría hacer “entrar en razón” a Trump, en referencia a la relación que se mantiene con estos países, planteándole la necesidad de establecer marcos de cooperación más amplios entre Norteamérica y Centro América, con el fin de atender cuestiones como la mejora de salarios, los temas migratorios, la seguridad, la inviabilidad del muro fronterizo, pero también la pertinencia de impulsar actividades productivas que atajen la necesidad que tiene la gente de emigrar de sus países. Este último tema trascendió más allá de los tiempos electorales, y parece cobrar especial importancia para el gobierno entrante, pues en la carta que le dirige AMLO a Trump el día 13 de Julio, ya una vez declarado triunfador, le expresa la intención de impulsar un Plan de Desarrollo para Centroamérica, afirmando que si “… en este plan participamos EU y México e incluimos a los países de Centroamérica, aportando cada uno de acuerdo a la dimensión de su economía, podríamos reunir una considerable cantidad de recursos para el desarrollo de la región, los cuales se destinarían en un 75% a financiar proyectos para crear empleos y combatir la pobreza, y el restante 25% al control fronterizo y a la seguridad”, ya que “[…] cada gobierno, desde Panamá hasta el Rio Bravo, trabajaría para hacer económicamente innecesaria la migración de sus ciudadanos y cuidar sus fronteras”.

Esta posición de AMLO ha tenido también resonancia en otros organismos internacionales, como es la CEPAL, en donde Alicia Bárcena ha ofrecido su apoyo para impulsar un Plan de Desarrollo para Centroamérica, comentando que cree que existe “…una esperanza de que México vuelva a voltear hacia el sur, que haya un verdadero entusiasmo de los mandatarios de Centroamérica…”.

El discurso referente a los países de Sudamérica es contrastante con el que se expresa para Centroamérica, pues no se aprecia la intención de una vinculación activa, al menos en el discurso, aunque si bien se puede percibir una inclinación favorable a establecer relaciones con sus países. Por ejemplo, el que fuera hasta hace unas semanas el virtual Secretario de Relaciones Exteriores del gobierno entrante, Héctor Vasconcelos, un día después de la elección (3 de julio), declaró en un tono crítico hacia la política exterior que han mantenido los últimos gobiernos, que “Por su historia y vocación, México es parte de los países del Sur, con los que siempre se había mostrado solidario. Es preciso hacer y estrechar nuestros vínculos con este vasto conjunto de países y especialmente con los de América Latina, cuyas repúblicas están en proceso de importantes transformaciones”.

Por su parte, las izquierdas latinoamericanas parecen interpretar el triunfo de AMLO como un parteaguas para la política latinoamericana, y buscan activamente incluir su victoria en el escenario de un nuevo proyecto de izquierda en el continente. Par comprobar ello, bastaría con revisar lo que comentó Ignacio Ramonet en el Foro de Sao Paulo, cuando afirmó que “La reelección de Maduro y la elección de López Obrador reflejan los avances de fuerzas de izquierda y progresistas Latinoamericanas en un frente tan importante como los escenarios mediáticos”.

En el discurso del equipo del gobierno electo, lo que llama la atención, pensando en el tenor de las declaraciones que están realizando, es el hecho de que no se presente un llamado “activo” para trabajar de manera conjunta con dichos países, máxime que algunos de ellos han mantenido en los últimos años posiciones afines en materia de crecimiento económico y desarrollo social.

Una posible hipótesis a esta relación que se presenta ahora como ambigua por parte del gobierno electo, es que no se quiera complicar la firma del TLC con EU, sobre todo sabiendo que México encuentra en EU a su principal socio económico, y en función de la forma en que se ha dado dicha relación, su economía está fuertemente enlazada al gigante del norte. Por otro lado, también existiría la posibilidad de que se esté esperando el reacomodo de los liderazgos en el sur de continente, para así tener más certeza sobre la estrategia que mantendría en su política exterior. Y por supuesto, igual de viable sería una interpretación que combine estas dos posibilidades en un mismo escenario.

Por último, un elemento transversal que es necesario tener en cuenta, es que la candidatura de AMLO fue objeto, desde el año del 2006, de una guerra sucia orquestada por los sectores de derecha del país, buscando generar el miedo en la ciudadanía ante su posible triunfo, acuñando slogans como que era “un peligro para México”. Andrés Manuel tuvo que lidiar contra esta campaña, que encontró como uno de sus referentes principales el tema de “populismo latinoamericano”, específicamente teniendo como referentes a Hugo Chávez y Fidel Castro. Por ello puede ser entendible que ahora, en pleno proceso de transición y negociación del TLC, se decida no hacer eco de las muestras de apoyo por parte de los liderazgos de izquierda, y prefiera tener una posición más sólida de gobierno, así como mayor claridad en torno al escenario político de Latinoamérica.

Al final, tendremos que esperar hasta el 23 de agosto, día en que se reunirá AMLO con los embajadores de América Latina, y en donde se buscará afinar los detalles de la política exterior, así como el tema del Plan de Desarrollo de Centroamérica.

(*) Maestro en Ciencias Sociales por Flacso-México.


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