Entrevista a un rector argentino a 100 años de la reforma – Revista Mestiza

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Entrevista a Ernesto Villanueva, rector de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), a cien años de la reforma universitaria

El 15 de junio de 1918 los estudiantes cordobeses irrumpieron en el salón de la universidad para impedir la elección del rector en contra de un régimen anacrónico, monástico y clerical. El movimiento se extendió a otras universidades del país y de América Latina. A cien años de la Reforma Universitaria de 1918, Mestiza reflexiona con una serie de notas sobre los trayectos del llamado reformismo universitario.

MESTIZA

: ¿Qué significado ha tenido la Reforma Universitaria de 1918 en la construcción de la Argentina moderna?

VILLANUEVA: La reforma universitaria de 1918 en Córdoba ha tenido un gran significado político en América Latina y en el objetivo de la modernización del mundo universitario argentino. Con algunas restricciones, recordemos que todos los logros que se obtienen en Córdoba  ya se habían logrado en la Universidad de Buenos Aires o en La universidad de La Plata, antes de ese año. El tema de la periodicidad de la cátedra y el tema de la participación estudiantil que son dos de sus grandes logros, en realidad son menores en comparación con el significado simbólico que tuvo la Reforma. Me refiero al planteo de que tiene que haber más sectores sociales dentro de la universidad. Esto en su momento no fue tan claro aquí pero fue muy reivindicado en el resto de América Latina y tuvo un efecto político enorme. Recordemos que la Reforma sucede a la democratización de la Argentina, es posterior a la llegada del yrigoyenismo, no la precede. En otros países las luchas reformistas universitarias precedieron a la democratización, Perú, Guatemala, etc. Por lo que la participación de la Reforma en la construcción de la Argentina moderna es en gran medida un epifenómeno del yrigoyenismo. Se abren un poco las universidades, hay participación estudiantil, se rompe la idea de la universidad ultra tradicional que repetía los saberes del pasado solamente en términos de prestigio de los profesores y no en términos del saber.

Pero entre 1918 y 1930 esa misma estructura reformista va dando paso a divisiones internas, unos plantean la revolución universitaria y otros terminan apoyando a Yrigoyen y, en la misma Córdoba, encontramos textos interesantísimos de la década del 20 que muestran que en el mundo científico no había habido grandes cambios. Por lo tanto, una cuestión es la simbología que ha provocado la Reforma Universitaria de 1918 y otra los cambios concretos a los que ha dado lugar

MESTIZA¿Cuál es tu reflexión retrospectiva sobre el conflicto entre el FUBISMO y el naciente peronismo? Y, por otro lado, ¿Cuáles fueron los aportes del peronismo clásico a la universidad?

VILLANUEVA: Los sucesores de la Reforma se expresaban en la Federación Universitaria Argentina y en la Federación Universitaria de Buenos Aires (la federación nacional de los estudiantes se creó en el marco de la Reforma). En relación con el surgimiento del peronismo, entre los reformistas originarios hubo de los dos bandos: legisladores radicales ultra antiperonistas y otros, también reformistas, que fueron diputados peronistas (el historiador Diego Molinari, por ejemplo). Lo que quiero decir es que la visión positiva que podemos tener de un movimiento en un momento histórico no asegura que sus protagonistas sigan teniendo esa misma posición posteriormente.

En cuanto a la posición de la FUBA es un claro ejemplo de lo que ha criticado Jauretche. El fubismo veía con más preocupación el problema europeo que el problema argentino. En el escenario de la Segunda Guerra Mundial, entre las potencias democráticas y las potencias totalitarias, estaba con las potencias democráticas. El peronismo había surgido del golpe de 1943, de militares filo fascistas, con muchos esquemas parecidos al fascismo. Entonces, en lugar de discutir las necesidades que teníamos en la Argentina se planteaba la transposición de la problemática europea a la realidad argentina. Esto es un tema que sigue hasta hoy. Consideremos que, en aquel entonces, las luchas entre republicanos y monárquicos españoles en la Argentina eran frontales, la Avenida de Mayo no se podía cruzar de una vereda a otra. El problema de ese conflicto de los universitarios de la FUBA con el nacimiento del peronismo es que da lugar a una separación grande del peronismo con el mundo universitario. No hay que achacarle todas las culpas al Fubismo en esto, porque el peronismo tuvo muchas limitaciones. Recordemos que varios de los rectores nombrados por el golpe del ’43 tenían una orientación de extrema derecha. Esta mirada se prolonga al 45/46 y queda como marca de fábrica del peronismo. Aunque después el mundo universitario peronista no haya sido tan así como planteó esa caricatura. Hay que acordarse que César Milstein se formó en la universidad peronista, se recibió a principios de 1952 y recibió su doctorado en 1956. Pero esa marca de origen quedó como una separación entre el mundo universitario y el mundo popular, el mundo obrero. Acá hay que hacer hincapié en una de las debilidades del mundo universitario: la universidad argentina, como las de muchas partes del mundo, originalmente fue una formación para las élites. Hay una segunda fase, desde aproximadamente 1949, en que la universidad argentina incorpora a las clases medias, aunque siguió conservando la mentalidad de las élites y ese es un enorme drama argentino: las capas medias cuando llegan a la universidad quieren acercarse a los sectores dominantes. Pero uno puede verlo desde las capas medias o desde el movimiento popular y preguntarnos si eso no será también una debilidad del movimiento popular en su capacidad de discutir las características de esas clases medias y de incorporarlas a procesos nacionales populares. Un tema sobre el cual tenemos que volver una y otra vez, en estos días es un tema muy importante.

Entonces, ¿la universidad peronista, qué aporta? En una primera fase, en humanística, el pensamiento sociológico, filosófico, tiene un montón de personas con posiciones más de derecha, nostálgicos del pasado, hasta racistas. Pero va abriendo campo al mundo científico, algo que antes no existía para nada. Por ejemplo, ¿cómo era la carrera de arquitectura de la UBA en la década del 30? Era de un atraso enorme. Después del 46 va incorporando un conjunto de docentes que implican una innovación y el pensar al arquitecto como una profesión. Otro ejemplo, antes del peronismo para entrar a Ingeniería de la UBA, si uno era egresado del Colegio Nacional Buenos Aires, tenía la entrada directamente; si uno era egresado del Otto Krause tenía que dar examen de ingreso. Por lo que, una forma es ver al peronismo a través de sus intelectuales y otra es la de ver la generación de un interesante proceso de modernización. Gino Germani viene a la Argentina y trabaja mucho durante el peronismo. Después fue un especialista en  desperonización, pero formó parte de esa corriente en donde la universidad ya no era solo ponerse la corbata. El peronismo tuvo esa faceta doble. Antes de que Perón inaugurara el edificio de la actual Facultad de Derecho, ésta estaba en el edificio de Las Heras y Azcuénaga. ¿Cuántas aulas tenía ese edificio originalmente? Seis. El resto era para esgrima, pileta, etc. La ley universitaria del primer peronismo (Ley Guardo) tiene también estos rasgos equívocos, el tema de la no participación estudiantil, una decisión muy importante del Estado sobre las universidades, lo cual nosotros tendemos a apoyar y, por otro lado, no ve la especificidad propia del mundo universitario. Algunas corrientes actuales en sociología como los neoinstitucionalistas dicen que está bien fijar criterios generales pero la implementación la hace la propia institución. No hay que meterse en la planificación de los últimos detalles. También hay que recordar que Guardo era tributario de la década del veinte en donde la autonomía universitaria no era un gran valor. En la Reforma universitaria de 1918 no está planteada la autonomía, sí el cogobierno pero no la autonomía. Para que Houssay fuera docente titular, la designación no la hizo el rector de la UBA, la hizo don Hipólito Yrigoyen. La pugna por la cátedra de Fisiología, en ese entonces, había sido entre Bernardo Houssay y Frank Soler. Además había pocas universidades. En síntesis, los aportes del peronismo a la universidad fueron: la incorporación de los sectores medios a través de la gratuidad de la enseñanza, tratar de incorporar a los obreros a través de la Universidad Obrera Nacional (similar a lo que hicieron los laboristas británicos en esa época) y la enseñanza técnica no universitaria, una modernización de las universidades y, en otras esferas, una negociación, con sectores clericales sobre todo.

Es muy interesante ver lo sucedido después de 1955. Un reciente libro trata la experiencia de la Facultad de Ciencias Exactas entre el 55 y el 57.(1) En primera instancia lo que se ve clarísimo es el tema de la persecución. Pero la mayoría de los profesores quedan. A muchos los echan por razones ideológicas pero no hay una ruptura total. Sin embargo el mito dice que allí empezó otra universidad.

MESTIZA: ¿Qué recuerdos tenés del significado reformista en la etapa de la universidad peronista de 1973? ¿Hubo en ese momento un programa para superarla o avanzar más allá de ella?

VILLANUEVA: Desde 1958 a 1972 existió en el movimiento estudiantil un grupo muy fuerte que se llamaban Humanistas y un grupo también fuerte de agrupaciones reformistas. El reformismo era, por un lado, el Partido Comunista y, por el otro, una parte del radicalismo. En lo que yo conocí, desde el 64 en adelante, el reformismo estaba en retroceso, controlaba en la UBA centros importantísimos como Económicas pero estaba en retroceso. En todo ese proceso comienza lo que se ha llamado la peronización de los sectores medios, la nacionalización de los sectores medios. Yo creo, por lo que he vivido, que fue más una transformación orgánica –no sólo de individuos, sino de estructuras- de la derecha del catolicismo que de la izquierda. Es más un proceso del humanismo que se va acercando a posiciones políticas nacional- populares, integralmente. Mientras que de la izquierda los que se acercan lo hacen más bien a tono individual. En aquel entonces, nosotros pensábamos que el reformismo era mala palabra, los reformistas eran gorilas, antipopulares, defendían los privilegios de la universidad, no veían las necesidades que tenían las luchas del pueblo argentino. Por eso, aunque todavía tuviera fuerza, estaban en retroceso. La que controlaba el Centro de Estudiantes de Económicas en el 64/65 era una agrupación que se llamaba Renovación Reformista. Dentro de la agrupación no había nadie que fuera reformista: estaba Vanguardia Comunista, el Partido Comunista, algunos peronistas. El nombre estaba todavía tenía resonancia en el estudiantado pero no estaba ya en la militancia. Y además con muchos puntos de acercamiento con los grupos humanistas con los que se enfrentaban, aunque era medio mentiroso ese enfrentamiento. El reformismo poco a poco fue quedando en manos del comunismo. Había pocas menciones de la reforma del 18, era cosa del pasado. Toda esa etapa, del sesentaypico en adelante es una etapa en la que la militancia estudiantil –ese es mi caso- conoce muy poco de la historia de la universidad. Es toda una generación –a mi juicio- que rompía con el pasado en nombre de las luchas populares, de los federales, pero muchas cosas del mundo universitario no eran reivindicables. Interesaba el peronismo, las luchas obreras, el anarquismo, pero el mundo universitario estrictamente tendía a ser pensado como un epifenómeno de todo lo demás. En contraposición de los reformistas que pensaban que era el ombligo del mundo.

MESTIZA: ¿Y la tensión entre intervención y autonomía?

VILLANUEVA: El golpe de Estado de Onganía logra que las universidades terminen con la idiotez de tener un camino separado de los trabajadores. Pero es antes de 1966 que muchos grupos van haciendo esa evolución, el humanismo acercándose a posiciones nacional-populares, de muchos individuos reformistas que cambian. Y en todo ese proceso, la Revolución Cubana es una influencia importante, también el Concilio Vaticano II. Todos esos fenómenos en gestación son muy favorecidos por el proceso de la intervención que termina con las ilusiones reformistas de la “isla democrática”. Yo estaba en Sociología y ahí se da una discusión interesantísima. Llega la intervención y hay dos posiciones, los profesores que dicen: “Hagamos como en Exactas, renunciemos”. Y otros dicen “perdón muchachos, este es mi laburo”. Los primeros decían: “¿Cómo laburo? nosotros somos la expresión de la intelectualidad”. Los segundos: “Si yo fuera un trabajador de la Ford, no renunciaría”. Yo creo que es discusión expresa las discusiones que había sobre la universidad: ¿Qué es la universidad? ¿Quiénes son los universitarios? ¿La élite pensante, que con su capacidad verbal y los escritos va a derrotar a la dictadura, o simples trabajadores afectados como los demás? Unos renunciaron y, a los que no, los echaron. Esa discusión en Sociología fue importantísima porque expresaba las dos visiones de la universidad: una elitista y la otra integrada a los avatares de aquellos que, si hay una dictadura, siguen trabajando en donde pueden.

La “Noche de los bastones largos” de junio de 1966

Para ese entonces el tema reformista se iba diluyendo. El reformismo como corriente opuesta a la revolucionaria, en la izquierda perdía mucho peso y, del otro lado, iban surgiendo corrientes del peronismo revolucionario, nacional populares. Es interesante ver cómo va evolucionando el radicalismo en la universidad de esos años. Había dos corrientes, una la que encabezaba Freddy Storani y la otra la que encabezaba Rafael Pascual. Freddy era alfonsinista y Rafael era balbinista. Tenían peso en la superestructura, creo que todavía conservaban la FUA, pero tenían poco peso en el imaginario de la militancia estudiantil. Lo nuevo iba por el lado nuestro. Nosotros pensábamos que el programa para superarlo era avanzar más allá de ella. En el 73 la Reforma era uno de los hitos del pasado, como un logro ya obtenido y nosotros teníamos objetivos que trascendían en mucho a los objetivos reformistas que conocíamos. En general tratábamos de pensar la universidad como formando parte de las luchas populares. O sea que un programa para la universidad en 1973 tenía que ver con eso. Estábamos muy influidos por Paulo Freire, muy influidos por la “Teoría de la dependencia”, muy influidos por Franz Fanon. Muchos de nosotros habíamos leído la visión nacional popular de Rodolfo Puiggrós, habíamos leído a André Gunder Frank, a Hernández Arregui, a Jauretche,  a José María Rosa. Todo eso confluía en un programa universitario diverso al que existía antes. Diverso porque en los planes de estudio había una prioridad del lo práctico por encima de lo teórico; que era más útil comenzar de lo particular a lo general –yo en esto, hoy, he cambiado totalmente-; que los planes de estudio tenían que incorporar un conjunto de conocimientos sobre la sociedad argentina, sobre valores y en contra de formar técnicos alejados; que era imprescindible relacionar la formación individual de la persona con lo que ocurría con su familia, con su sociedad, con el Estado; que la universidad no podía tener un proyecto muy diferente que lo que se planteaba desde el Estado Nacional; que –y esto es muy de Jauretche- la investigación tiene que surgir de los propios problemas y no de los problemas de otros lados. Todo esto nos ponía muy lejos de lo que había sido la Reforma Universitaria, era otro mundo. La Reforma tenía una visión latinoamericanista, pero todavía no existía Paulo Freire. La cuestión de recuperar a los caudillos populares del siglo XIX no estaba en la Reforma. Ellos eran liberales progresistas, para ponerles un nombre. De todas maneras se recuperaron cuestiones de la Reforma, esto se ve en la Ley Taiana de 1973 que sostiene el cogobierno, la participación estudiantil y otras cuestiones pero ya estábamos planteando una universidad distinta. Que tiene que ver también con la existencia de una situación económica distinta. Argentina ya tenía una industrialización fuerte y entonces las carreras como Ingeniería eran importantes, Exactas era importante, se había roto la idea de la universidad de médicos y abogados. Es la idea de una universidad moderna, donde la ciencia se renueva permanentemente, que no hay un conocimiento de una vez y para siempre y que la universidad no tiene que ser solo de una élite.

Asunción de Rodolfo Puiggrós como rector de la Universidad de Buenos Aires. A su derecha, de anteojos, Ernesto Villanueva

MESTIZA: ¿Qué elementos reformistas recogió y cuáles modificó o dejó de lado la creación de la Universidad Nacional Arturo Jauretche?

VILLANUEVA: En la UNAJ, a todo esto que vengo explicando le agregamos un tema: la universidad ya no es solo para una élite o para las clases medias sino para los sectores populares ¿Qué significa esto en el plano de la enseñanza?: Freire. ¿Qué significa esto en el plano de la “teoría de la dependencia”?: Ahora sumamos un montón de elementos como los que plantea Boaventura de Sousa Santos con sus “epistemologías del sur”, con mucha fuerza en América Latina pero también en el mundo, los estudios postcoloniales. Muchas cosas que decía Jauretche ahora se han confirmado. Aquello de decir “a lo mejor desde África se pueden ver realidades que los europeos ni se dan cuenta”. Antes, en nombre de la ciencia universal estos conocimientos no se tenían en cuenta. Entonces, para nuestras universidades, tomando aquellos valores, la tarea es enseñar personas con un capital cultural menor, personas que quieren tener una salida laboral más rápida. Todo esto que estamos haciendo acá. En cuanto a los temas estructurales, por ejemplo el tema de la cátedra, que se deduce de la crítica que sobre el asunto se le hace a las universidades tradicionales. El tema de la “isla democrática” esconde una visión feudal de la universidad que consiste en: “la Universidad no depende del Estado Nacional, las Facultades no dependen del Rector, las carreras no dependen del Decano, las cátedras no dependen del Director de la Carrera”. Una visión feudal con la que nosotros estamos en contra y tratamos de construir formas organizativas que no apunten a esa situación. Esto se verifica en el tema de las jerarquías docentes, en la cantidad de estudiantes en relación con los docentes, se verifica en poner el aprendizaje antes que la enseñanza. O en la carrera docente, que es una ruptura con la Reforma. Si por un lado, la carrera docente se origina como una demanda de los gremios, por el otro se basa en una realidad de los concursos, en las universidades grandes los concursos nunca se pierden. Entonces, al tratar de implementar aquellos valores esto se traduce en una crítica de las formas organizativas precedentes.

Fuente-Universidad Nacional Arturo Jauretche

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