Chile | Partido del orden: Q.E.P.D. – Por F. Saleh, M. Jiménez y M. Segovia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por F. Saleh, M. Jiménez y M. Segovia I El Mostrador

Desde un castigo electoral por oponerse a las reformas, hasta el desdén hacia la nueva fuerza que representa el Frente Amplio, pasando por el desgaste y la falta de preparación con el nuevo sistema electoral, constituyen parte de las razones que dejaron fuera a buena parte de los barones de la centroizquierda local.

En el contexto del remezón político que dejaron las elecciones del domingo, y particularmente los resultados de la votación para renovar el Congreso, hubo al menos tres derrotas en el Senado que parecen ilustrativas de un nuevo ciclo político o el fin de la correlación de fuerzas en el Parlamento como la conocíamos desde el regreso a la democracia. Se trata de Ignacio Walker y Andrés Zaldívar en la Democracia Cristiana (que en la Cámara Baja será superada por el Frente Amplio) y de Camilo Escalona en el Partido Socialista. Los tres eran candidatos al Senado por Valparaíso, el Maule y Aysén, respectivamente. Aunque en el pasado todos fueron derrotados alguna vez, luego se transformaron en tótems.

Escalona, con 2.178 votos, un 6,1% de los votos totales, no logró uno de los dos escaños en la circunscripción, que quedaron en manos de Ximena Órdenes del PPD y David Sandoval de la UDI. Otra categoría de derrota fue la de Ignacio Walker en Valparaíso, donde el ex senador y presidente del partido consiguió 30.887 votos, solamente un 4,6% , lo que con el nuevo sistema electoral no fue suficiente para lograr uno de los cinco cupos en la zona. El caso de Zaldívar fue el que más resonó a la hora de conocer los resultados. El parlamentario de 81 años, con 29.613 votos, un 8% del total, fue jubilado de la política por su compañera de lista, Ximena Rincón.

Walker, Zaldívar y Escalona fueron por más de dos décadas parte de los principales exponentes del llamado partido del orden, aquel que funcionaba bajo la lógica del consenso y negociación permanentes, que nunca ocultó sentirse más cómodo en la antigua Concertación que en la Nueva Mayoría, que arriscó siempre la nariz ante las reformas de Bachelet. Por lo mismo, no deja de ser sintomático que estas figuras icónicas del oficialismo perdieran en las urnas la noche del domingo, un golpe a las visiones más conservadoras y moderadas del conglomerado, que en los últimos cuatro años han estado en permanente tensión con la administración bacheletista.

Castigo a la obstrucción

El cientista político y académico de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, afirma que “claramente esto indica la jubilación de una elite que organizó la Concertación, por un lado, y formó la Nueva Mayoría, por otro. Es un castigo para aquellos que son percibidos como apernados en el poder y otros cuya jubilación no fue natural sino que fue obligatoria, como en el caso de Andrés Zaldívar. En el caso de Camilo Escalona, él iba a competir a una región sumamente difícil y con una configuración binominal. Por lo tanto, por más esfuerzos que hiciera, en el ánimo de acceder a una banca, era difícil porque se elegían dos escaños. La verdadera vergüenza electoral de la Democracia Cristiana fue Ignacio Walker, que no fue capaz de salir en una circunscripción que repartía cinco cupos y donde él era el senador incumbente. Ahí no se trata de jubilar a alguien sino que claramente es un rechazo a un liderazgo que nunca cuajó, ni dentro de la DC ni a nivel nacional. Walker aparecía en los últimos lugares de los rankings cuando se evaluaba a los líderes políticos”, dice.

En los partidos este lunes comentaban que hubo claramente un «voto contrario» a estos personajes, porque son los que en gran medida representan todo lo que a la gente no le gusta de los políticos: los acuerdos tras bambalinas, la lógica del mal menor, el exceso de moderación en los cambios que nunca llevaron a una modificación real del modelo neoliberal, sino que fueron meros parches. «Ellos son como el símbolo de lo que la gente no quiere y, por eso, todo indica que hubo un voto contrario a ellos, la gente votó por cualquier otro que no sea uno de ellos», reconocieron en la Nueva Mayoría.

En La Moneda creen que estas derrotas tienen que ver con un tema generacional, con el hecho de que son los rostros que representaron el poder durante dos décadas y que eso fue lo que agotó a la ciudadanía, no solo por la necesidad de renovación sino también por la ausencia de sintonía con el real interés del electorado en estos días. «No era prudencia lo que la gente quiere, sino cambios más fuertes y rápidos», agregó una autoridad de Palacio.

Aún resuenan las palabras de Camilo Escalona cuando consideró que los impulsores de una asamblea constituyente eran fumadores de opio, como también el permanente gallito público que Ignacio Walker con La Moneda durante buena parte de la tramitación de la reforma educacional o el papel clave que jugó Zaldívar en el Senado para morigerar la reforma tributaria el 2014.

Mauricio Morales señala que “uno podría pensar que para la gente los consensos son necesarios y los acuerdos son suficientes, pero cuando los liderazgos se presentan como obstáculos o tapones para avanzar en determinadas reformas, la gente los sanciona. Sobre todo, cuando tienen la sensación de que esos liderazgos están ahí más para beneficios individuales que por beneficios colectivos. Eso fue lo que afectó fundamentalmente a la Democracia Cristiana. La gente tiene conciencia de que la política consiste en una negociación sistemática de acuerdos, sancionan a aquellos que se presentan como obstruccionistas o a aquellos que levantan la opción de la cocina por sobre la apertura hacia los ciudadanos. Eso pasó con Zaldívar y Walker. En el caso de Escalona, creo que es más hartazgo de las mismas caras que otra cosa”, asegura.

Durante toda la campaña senatorial en el Maule se planteó, incluso en el seno la propia DC, que el factor edad le estaba jugando en contra a Zaldívar, que los sondeos mostraban que el electorado no quería a un parlamentario octogenario que se muera en su escaño. Pero también está el factor doctrinario, siempre ha sido el bastión en el Congreso de las posturas más conservadoras del oficialismo y prueba de ello fue el round que tuvo con sus propios pares de la Nueva Mayoría durante la tramitación del proyecto de aborto en tres causales, al punto que se alineó con la bancada de Chile Vamos en algunos aspectos de la norma.

No es antojadizo recordar que Zaldívar fue el ministro más joven de Eduardo Frei Montalva; fue elegido senador en las parlamentarias de 1973, meses antes del golpe; el año 89 se hizo de su fama de campañero, al dar la mayor sorpresa política de su carrera cuando dejó fuera de la Cámara Alta a Ricardo Lagos. Perdió de igual forma el 2005 en Santiago Oriente, fue el primer ministro del Interior DC que tuvo Bachelet en su primer Gobierno, aunque por solo cuatro meses, y en las elecciones del 2009 ganó en la Región del Maule su escaño senatorial por ocho años.

Las caras de la derrota

En el caso de Escalona, ha mordido el polvo consecutivamente desde el 2013. Perdió el gallito interno en su partido para no ir a primarias en su circunscripción de Los Lagos con Rabindranath Quinteros, razón por la cual se fue a buscar un escaño a la Octava Región. Y perdió. Fue con ese episodio que se quebró la relación privilegiada que el mítico dirigente socialista tenía con Bachelet –al punto que durante su primer Gobierno fue su factótum–esto, porque la entonces abanderada presidencial no lo respaldó en sus planes y se produjo una distancia que hasta hoy no se subsana.

Tras salir del Congreso, Escalona mantuvo un bajo perfil, pero el 2015 intentó volver a la primera fila al disputar la presidencia del PS con Isabel Allende, contienda que perdió básicamente por un fuerte sentimiento antiescalonista que se instaló en las huestes del partido. Es parte de la actual directiva que encabeza Álvaro Elizalde, pero tanto su derrota en Aysén como la de Osvaldo Andrade en Puente Alto, implican un duro golpe para la antigua Nueva Izquierda socialista, la que fue por años la columna vertebral del PS.

“Es posible señalar que es un ciclo natural, producto de que es una elite que estuvo mucho tiempo en el poder y, por lo tanto, la gente los sacó a patadas. No creo que haya sido un problema de desempeño de campañas y tampoco de recursos. Aquí el problema fue que la gente prefirió el reemplazo, a los mismos de siempre. En el caso de Escalona era una región difícil. A Zaldívar no le alcanzó porque competía con otra buena candidata, como Ximena Rincón. El gran golpe es Ignacio Walker. Son tres figuras distintas de derrota”, enfatiza Mauricio Morales.

La situación de Walker implica una derrota para el más importante de los llamados «príncipes DC», considerados parte de la «aristocracia» falangista por provenir de sectores económicos acomodados y colegios privados por sobre la media del partido. Se formaron como grupo al alero de la FEUC, por años se destacaron académica y profesionalmente y, si bien se definieron como «cristianos progresistas», lo cierto es que en general han tenido más inclinaciones hacia las posturas más moderadas en el PDC.

El hasta el próximo 11 de marzo senador Walker, fue canciller en el Gobierno de Ricardo Lagos y timonel de la falange entre los años 2010 y 2015, con un alto respaldo interno, lustro que representó la época de mayor poder, tanto dentro de la DC como en la coalición. Su hermano, Patricio, también se retira del Congreso, porque decidió no repostularse, por lo que el único representante que quedará de la dinastía es el diputado por La Serena y Coquimbo, Matías Walker, quien condujo el partido mientras Carolina Goic se abocó a su campaña presidencial y la reemplazó ayer, luego de la renuncia de esta.

La derrota de Zaldívar y Walker refleja una pérdida de terreno del ala más conservadora de la DC –que detrás tiene la mano de Gutenberg Martínez–, lo que genera el espacio para que la disidencia pueda hacer girar a la colectividad hacia un rumbo más ligado con la centroizquierda, alejándolo de los cantos de sirena del camino propio.

Al menos en los casos de Walker y Zaldívar, dudan que vuelvan a estar en la primera fila de la coyuntura y se estima que el único camino viable es reinventarse en lo académico y profesional.

El ninguneo al FA

“Tendrá que volverse incómoda. Pobre Bea: como Cenicienta a medianoche, verá su carroza convertida en calabaza, aunque es de suponer que ningún príncipe saldrá a buscarla con un zapato de cristal”, escribía Patricio Fernández en La Tercera el 15 de noviembre de 2017. Fernández, por historia y relaciones políticas, ligado a la Concertación de Ricardo Lagos, fue uno de los columnistas que anticipó un resultado opaco para el Frente Amplio y su candidata presidencial Beatriz Sánchez.

En tanto, Carlos Peña, como el mismo se define, un adherente de “una izquierda liberal, que sepa apreciar las virtudes del individualismo y la libertad personal, que no riña con la modernización y se cure de cualquier ilusión religiosa como la de pensar que debemos vivir en comunidad, abrigados por el colectivo”, según dijo en una entrevista publicada un día antes de la elección, afirmaba también que «el espíritu (en el Frente Amplio) de Un Techo para Chile, por decirlo así, que veo en algunos de sus dirigentes, es encomiable y digno de admiración, pero no es del todo adecuado para la política”. Algo muy distinto a lo que expresaron los votantes en las urnas.

Según Mauricio Morales, desde el sector que implícitamente representan Fernández y Peña en la opinión pública y al cual Zaldívar, Walker y Escalona adherían desde el Parlamento, “vieron con desdén a aquellos representantes del movimiento estudiantil, no se los tomaron en serio, porque creyeron que eran voceros estudiantiles provisorios que no serían capaces de institucionalizar partidos, el gran atributo que tuvieron los líderes del Frente Amplio. Si uno analiza la votación en concejales del 2016 y la compara con lo que sucedió ayer, las diferencias son evidentes», señala.

Y al respecto, puntualiza: «Por una parte, hay un trabajo bien desarrollado en Valparaíso, donde el Frente Amplio consigue tres diputados y un senador. En Santiago consiguen representación parlamentaria. Estuvieron cerca de duplicar a la DC en términos de votación y representación. Es un pacto que se nacionalizó cuando todos esperábamos que tuvieran representación en distritos muy focalizados, creció como una bomba de racimo desde Arica a Punta Arenas, naturalmente con algunos baches todavía, pero con presencia en los grandes centros urbanos. El gran desafío es llegar a las zonas rurales”, afirma.

La complicada rearticulación

En los círculos socialistas reconocen que el Frente Amplio está en la cresta de la ola, mientras que la Nueva Mayoría sobrevive a rastras y la Concertación comienza a ver el ocaso. En parte, por responsabilidad de la Presidenta, quien “no hizo lo que tenía que hacer” o, al menos, su gobierno. Aseguran que el costo “lo terminó pagando la coalición, principalmente el partido del orden”.

Desde el oficialismo pro Nueva Mayoría afirman que “la gente identifica al partido del orden, los Walker, Escalona, Gutenberg Martínez, como los antirreformas, y la gente los castigó”. Claramente “no es casualidad que se hayan perdido en esta elección, es toda la vieja Concertación”, aquellos que propiciaban el discurso de la estabilidad, los consensos, “los de ‘en la medida de lo posible’, eso ya venía a la baja, pero en la noche del 19 vivimos su funeral”, recalcan. La DC que toma la posta, guarda distancia de esa derrota y apenas 24 horas después le brindó apoyo sin condiciones a Guillier.

Plantean que, aunque es difícil que ese grupo se rearticule sin el poder situado en el Congreso y La Moneda, siempre existen espacios de poder que cooptar, es por esta razón que no llama la atención la aparición de sus líderes, como Mariana Aylwin, levantando una línea que se resiste a apoyar a Alejandro Guillier, en contra de lo que ya hizo el partido.

Según el académico del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Alberto Hurtado, Francesco Penaglia, este ha sido un proceso progresivo, “hace varias elecciones se viene dando una derrota de los sectores autocomplacientes del concertacionismo”, los que se “mantuvieron debido al control cerrado de sus propios partidos”.

Según el académico, la apertura del binominal, la emergencia de nuevos liderazgos y las fugas de militantes, “los ha ido llevando a un paulatino aislamiento. La derrota principal de estos sectores ocurrió con la victoria de Bachelet en su segundo periodo, pero se estancó con el caso Caval y haciendo creer, por medio de encuestas, que el país no quería reformas”, agrega.

Un punto relevante que destaca Penaglia es que esta pérdida de poder no significa una muerte sin retorno, ya que tiene espacios de oxigenación al interior de los partidos. Por esto, a pesar de que la salida de “Zaldívar y la entrada de Rincón marcan algo”, también se configura un triunfo de José Miguel Insulza y Elizalde, y se mantienen figuras como Carolina Goic. “Tampoco es que sea muy diferente, justamente son los hijos de los barones en el PS. Es lo mismo, pero con una generación diferente. Son las mismas prácticas, un partido carente de ideología, involucrado en SQM, los escándalos por narcotráfico, por ejemplo”, sentencia el académico.

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