Por Rubén Armendáriz
El mexicano Alejandro de la Peña será de facto nuevo Secretario General de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), sin haberse siquiera instalado el XVIII Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores, tal como lo exige la normativa. Es decir, en ALADI se produjo un acto de magia donde se sacó a un conejo de un sombrero inexistente.
A la historia de la integración latinoamericana se suma otra jornada donde se impuso la fuerza sobre la legalidad, donde los negocios pisaron los principios y donde la política (de la derecha más atávica) se impuso sobre lo jurídico. Un día de mala leche para la integración.
ALADI, sucesora de la Asociación latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) está integrada por 13 países –Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela- representando 20 millones de kilómetros cuadrados y más de 510 millones de habitantes.
Pero el Consejo de Ministros no se instaló por falta de cancilleres. Venezuela había manifestado con antelación, su imposibilidad de asistir por los eventos relacionados con la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, pese a lo cual el canciller uruguayo, Rodolfo Nin Novoa, en su calidad de Presidente del Consejo de Ministros, en un acto tan insólito como lamentable, procedió a consagrar la coronación del mexicano como Secretario General, ante un silencio estruendoso de las delegaciones, que estando de acuerdo con el mexicano, no podían creer lo que estaba sucediendo.
Los técnicos y expertos de Aladi, presentes en la sesión no podían ocultar su cara de asombrosa vergüenza ante un hecho propio del autoritarismo de los caudillos provincianos, que la derecha suele criticas y denostar por “populistas”.
La candidatura de México contaba con 11 apoyos por escrito, una no objeción y un voto negativo (Venezuela). Con esta información, Nin Novoa, dió por aprobada la Resolución que nombró al candidato mexicano Alejandro de la Peña como nuevo Secretario General de la ALADI (en sustitución del argentino Carlos Chacho Álvarez), e instruyó a la Secretaria General que se redactara la Resolución respectiva.
Aunque ya no sorprende, nuevamente lo político y pragmático se impuso a lo jurídico, y esto gracias al canciller uruguayo quien en Mercosur había señalado que “lo jurídico está por encima de lo político” para llevarle la contraria a una expresión de José Pepe Mujica cuando era presidente.
A pesar que países como Cuba, Bolivia y Ecuador señalaron que el procedimiento no estaba ajustado a lo establecido por el marco legal que rige la ALADI, se aprovechó para pasarle el buldozzer por encima de la bancada minoritaria de los países del ALBA, a la vez que se envió la letras y el espíritu del Tratado de Montevideo al triturador de papeles.
Tal vez nunca se sabrán los motivos de este apresuramiento y del comportamiento lamentable, porque el mexicano contaba con la mayoría de votos y había tiempo suficiente para convocar otro Consejo de Ministros. Quizá tampoco se sabrá quién le escribió el guión a Nin Novoa, aun cuando era vox populi en la sede montevideana de ALADI que el embajador mexicano en Uruguay, Francisco Arroyo, lo amenazó directamente con el cupo de importación de leche uruguaya a México.
Otro de los motivos del apuro, era que Nin Novoa quería exhibir al entronizado mexicano, en una reunión de Alianza del Pacífico-Mercosur, organizada por el grupo de los 9 países programada para este viernes 4 en la sede de la misma ALADI.
Triste día para la integración, donde los negocios se pusieron por encima de los principios, práctica habitual y natural en la derecha, pero que la izquierda «moderna» la ha asimilado con entusiasmo. Mala leche para la integración.
*Investigador y Analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) en temas de integración regional latinoamericano-caribeña.