Rebeca Grynspan, política costarricense y titular de la Secretaría General Iberoamericana: «Estados Unidos está leyendo una Centroamérica simplificada, caricaturesca»

506

Por Nelson Rauda Zablah y Gabriel Labrador

La secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan, admite que la administración Trump es «un terreno minado» no solo para Centroamérica sino para toda la comunidad internacional, pero apela a que los gobiernos del istmo hagan sus deberes en cuánto a propuestas y acepten mayor colaboración con Estados Unidos, aunque no a cualquier costo. «No hay país tan pobre que no tenga nada que dar, ni país tan rico que no tenga nada que aprender», asegura la ex vicepresidenta de Costa Rica .

La costarricense Rebeca Grynspan disimula, bajo una sonrisa amable y evidente sentido del humor, su fama de mujer fuerte. La revista Forbes la incluyó en su lista de 50 mujeres mas poderosas de Centroamérica en 2016, y aún más grandilocuente fue el título que le dio el pasado octubre el periódico El País: «La Guardiana de Iberoamérica». Pero Grynspan, titular de la Secretaría General Iberoamericana (Segib) desde 2014, no hace alarde. Aunque con el currículum que tiene, podría.

Es economista y politóloga. Fue entre 1994 y 1998 vicepresidenta de su país, donde también ocupó los cargos de viceministra de Hacienda y ministra de Vivienda. En 2006 asumió la dirección regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en América Latina. Cuatro años más tarde ascendió al cargo más alto que una mujer ha ocupado hasta ahora en las Naciones Unidas: secretaria general adjunta. Desde 2014 es secretaria general en un organismo que aglutina a 22 países, 19 de Latinoamérica y tres de Europa, y que tiene agenda de trabajo en las áreas de educación, cultura e innovación.

En estos tiempos de convulsión internacional, Grynspan asume el optimismo como connatural al cargo. El Faro la entrevista para repasar los grandes problemas que enfrenta Centroamérica y ella, de entrada, discrepa del diagnóstico sombrío que este periódico le expone. Para defender el vaso medio lleno, hace comparaciones con el pasado más salvaje de la región: «En mi tiempo, cuando había una crisis política, había un golpe militar», dice.

En esta entrevista, la diplomática de 61 años aboga porque los países del Triángulo Norte usen todos los espacios posibles para evitar un «diálogo de sordos» con Estados Unidos. Grynspan se refiere a la administración de Donald Trump como «un terreno minado», pero cifra sus esperanzas en los contrapesos de la sociedad estadounidense, y en la gente racional en el gobierno. Se dice una opositora férrea de la condicionalidad para la cooperación. Eso sí, dice que Centroamérica debe sentarse a negociar «con la tarea hecha» y con la convicción de que puede influir en el resultado final de negociaciones acerca de economía y migración.

Si vemos país por país, podríamos decir que la región centroamericana se está hundiendo.

¿Puedo discrepar del diagnóstico? Ja, ja, ja. Lo digo con sinceridad, por una razón: creo que hay una mirada distinta entre mi generación y la generación de ustedes, y me parece que debemos conversarlo. Porque claro, mi generación sí vivió los procesos de paz y sí vivió la guerra anterior y sí conoce la Centroamérica de antes. Tenemos un punto de comparación que es distinto al vuestro. Y ahí probablemente haya una divergencia. Deberíamos promover un diálogo intergeneracional para que nosotros tengamos más conciencia de cómo lo viven, lo piensan y lo ven los jóvenes. Y con los jóvenes me parece que nosotros tenemos una experiencia también que compartir, que no es irrelevante, para plantear el futuro.

Se me viene a la mente esa frase de «antes estábamos peor».

Lo digo porque yo creo que el mayor desmovilizador para el cambio es creer que nada puede cambiar. O que el cambio para mejor no es posible. Yo creo que esta región ha demostrado que sí puede cambiar, aun dentro de problemas muy serios. El problema de inseguridad ciudadana dentro de la región es sumamente serio, estructuralmente. Si no se ataca razonablemente, eso impide que pueda haber mucho más crecimiento, mucha más equidad y sostenibilidad.

Me pregunto si podemos hablar de optimismo en un momento en el que Centroamérica se está vaciando por los flujos migratorios y la violencia.

Solo el 16 % de los jóvenes en El Salvador consiguen empleo, así que los demás tienen que ver dónde se van. ¿Eso es lo que me estás diciendo?

Exacto, pero no solo se trata del empleo. Nuestro diagnóstico es este, si repasamos todos los países: Guatemala está saliendo de una crisis política y a punto de meterse en otra; Honduras ha tenido esa convulsión política y violenta desde 2009 y está en un proceso electoral con la misma razón que causó el golpe de 2009; Nicaragua es una dictadura familiar; El Salvador tiene cifras de violencia y prácticas de cuerpos de seguridad similares a las de los años 80. Mientras tanto, Costa Rica, para decirlo coloquialmente, se va centroamericanizando, es decir, va adoptando problemas que solían ser más propios de sus vecinos. ¿No coincide en este diagnóstico?

Sí y no, como diría Chespirito. Sí en el sentido de que es evidente que hay problemas muy serios que no hemos podido solucionar y nos está costando mucho tener un consenso entre las fuerzas políticas para enfrentarlos de manera efectiva. Esto es un problema serio. Son problemas que no se pueden enfrentar por gobiernos itinerantes cada cuatro años. Son procesos que se tienen que enfrentar con una visión de largo plazo y con un proyecto de país. Nos está costando mucho encontrar ese espacio donde, a pesar de las divergencias, tengamos un proyecto común de sociedad. La polarización impide que eso sea posible. Ahora, cuando usted me dice: «Guatemala está saliendo de una crisis política y entrando a otra» yo le digo, bueno, pero en mi tiempo, cuando había una crisis política, había un golpe militar. O sea, yo veo que Guatemala es una sociedad con una ciudadanía mucho más activa y veo que la crisis política a la que usted se refiere va a tener una salida institucional. Yo prefiero eso que un país en el que no pasaba nada o en el que cualquier cosa que pasara, lo que había era un golpe. No estamos ante esa situación en Guatemala. Usted me puede decir que prefiere que no haya crisis políticas. Bueno, pero es que no hay transiciones hacia sociedades mejores sin que algo pase en la estructura institucional. Es cierto que las instituciones públicas se han quedado rezagadas con respecto a la sociedad, y parte de lo que estamos viendo es un desencuentro entre sociedades mucho más demandantes e instituciones rezagadas con respecto a esas demandas. Ahora, eso nos puede llevar a sociedades mejores, no necesariamente peores, dependiendo de cómo resolvamos este desencuentro. Por eso le digo «sí y no». Sí hay un problema pero ese problema podría llevarnos a sociedades mejores. Ahora sí hay crisis por la corrupción. No solo en Centroamérica, veámoslo en Latinoamérica. Hoy en muchos lados sabemos los nombres de los jueces y no de los generales. ¿Esto significa que estamos en un momento complicado? Sí, pero yo prefiero esa complicación que la otra. Yo prefiero que haya una ciudadanía menos tolerante a la corrupción y a la inequidad y que, por lo tanto, su voz produzca temblores en el sistema institucional.

Las instituciones se han quedando rezagadas, dice usted, ¿pero no cree que la ciudadanía también?

Yo creo que hoy tenemos una ciudadanía mucho más activa que antes. Pero es activa de maneras distintas a como lo era anteriormente. Pongamos el tema de los jóvenes. No es que están participando a borbotones en los partidos políticos, pero se están manifestando de otras maneras. Lo que pasa es que los partidos políticos no han sabido abrirse a la renovación que el nuevo mundo implica, a las redes y las otras formas de participación. Tenemos que volverlo a pensar y no tenemos todas las respuestas. Este es un mundo de cambios tectónicos, no son cambios marginales los que estamos viviendo. No es fácil para las instituciones adaptarse. Yo no sé cuál va a ser el resultado final, pero por eso digo: ¿Tendrá el sistema político e institucional la capacidad para resolver esto hacia mejores sociedades y no hacia atrás? No creo que en todos lados tengamos exactamente el mismo panorama, habrá más fortalezas en unos lados que en otros para resolverlo. Pero por lo menos hay algo del vaso medio lleno.

Costa Rica se considera no capacitada para aguantar una llegada masiva de inmigrantes desde los países del Triángulo Norte por motivos como violencia extrema, pobreza extrema y persecución política incluso. Este tipo de expresiones son para nosotros un vaso medio vacío, pero usted es optimista.

Yo lo que digo es que hay que tener una mirada balanceada. No es solo por optimismo. En el caso de Costa Rica, donde definitivamente hay preocupaciones de inseguridad ciudadana, más que el tema de la migración es el tema del crimen organizado.

Narcotráfico.

Sí. Pero el crimen organizado es internacional. Ahí mi preocupación es que no hay ningún país nuestro que por sí solo pueda enfrentar este fenómeno. Costa Rica sola no va a poder, El Salvador solo tampoco, México tampoco. Necesitamos la colaboración de Estados Unidos y esa es mi preocupación: que el problema del crimen organizado internacional no sea tema de solo un país. Ahora, los países tienen más o menos fortalezas para evitar que eso los destruya, que eso mine su institucionalidad democrática, sí. Yo creo que Costa Rica todavía tiene fortalezas institucionales importantes que puede usar para hacerle frente a las peores consecuencias de ese fenómeno. Pero va a sufrir por ese fenómeno si no hay mucha mayor colaboración internacional.

¿Decía que su preocupación es si Estados Unidos va a colaborar?

Estados Unidos y Centroamérica.

Exacto.

Vea. En todos estos temas siempre ha habido esta discusión de «la mano dura» o la «mano suave». Yo siempre he dicho desde un documento que produjimos en el PNUD que lo que necesitamos es una mano inteligente. Necesitamos mucha mayor colaboración en temas de inteligencia. Necesitamos ser mucho más sofisticados en la manera de enfrentar ese fenómeno. Necesitamos mucha más capacitación de la policía, una policía que efectivamente lo enfrente y no se corrompa en el proceso. Digo, ¿esas son cosas fáciles de hacer? No, pero tampoco fue fácil ponerle fin a la guerra.

¿Y estamos dando los pasos correctos en virtud de esa sincronía que debe haber, por lo menos contra el crimen organizado?

No, yo creo que debemos hacer más en eso. De lo que me ha dicho gente que trabaja en esto, y aquí yo no soy una experta, hay más colaboración de lo que había en el pasado, pero que no estamos haciendo todo lo que podríamos hacer para efectivamente enfrentarlo de manera conjunta. Así que ahí usted tiene razón: tenemos un déficit de colaboración para tener una estrategia común de la región.

Para esta mayor colaboración, ¿usted cree que la idea de integración centroamericana es una idea…

… De los 80, ja, ja, ja.

Claro, con el mercado común, pero incluso desde antes, con esta concepción de vernos como región, de integrarnos. ¿Cómo se vería esto en la práctica en 2018?

Yo hable de más colaboración, fui cuidadosa en no usar la palabra integración jajaja. Creo que sí puede haber más colaboración, Europa lo está mostrando. Europa ha tenido enormes problemas de colaboración en los temas de inteligencia y para enfrentar el terrorismo. Hoy en día, enfrentados ante la situación han tenido que hacerlo y les está yendo mejor. No han solucionado el problema porque estos son problemas muy serios, de muy larga data pero la colaboración se puede dar en marcos razonables y, si no se da, yo creo que vamos a fracasar en nuestro intento de mejorar. Ahora, ¿lograremos hacerlo? Yo creo que Centroamérica no es el peor ejemplo de colaboración. Por lo menos el mercado común centroamericano hoy día tiene más institucionalidad que el resto de esquemas de integración de América Latina. Lo que sí le puedo decir es que mi generación fracasó en integración económica. O sea nosotros quisimos hacer la integración, lo propusimos mil y una veces y no lo logramos. Yo hoy decía que América Latina tiene uno de los porcentajes más bajos de comercio intrarregional, con respecto al comercio total de la región, es menos de un 20 %. Centroamérica tiene un poquito más y Mercosur tiene más, pero el resto es bastante bajo. El comercio intrarregional en Europa es un 60 % del comercio total. Tendríamos allí una muy buena razón, especialmente ahora con los fenómenos globales de volver nuestra mirada a una mayor integración, por lo menos económica, y una mayor colaboración en las fronteras.

¿Qué papel tienen estos grandes países en el sistema iberoamericano a la hora de aportar plata pero no exigir estos cambios? Parte del estado de la situación actual es como que no hay nadie azuzando: «miren, les vamos a dar este dinero pero, de una vez por todas, hagan esto que tanto urge». ¿Cómo ponderaría el papel de esos liderazgos?

Lo que usted me dice es muy interesante porque yo soy una de las personas que más ha peleado en contra de la condicionalidad, jajaja, de la ayuda. Yo no estoy muy convencida de que la ayuda tenga que tener condicionalidades políticas, porque la puede tener usted de un lado bueno o de un lado malo. O sea, si aquí de lo que se trata es de quien le da más plata, y el que le da más plata, diay, tiene otra manera de comportarse, otros valores, pues a mi me parecería mal. Ahora sí hay plataformas de aprendizaje mutuo y, en eso sí creo. Mi sorpresa al llegar a la Secretaría General Iberoamericana es que encontré una forma de hacer cooperación que realmente considera que no hay país tan pobre que no tenga nada que dar, ni país tan rico que no tenga nada que aprender. Yo sí creo que hay cosas de España que tenemos que aprender, pero también creo que América Latina tiene muchas cosas que enseñarle a España. En la medida en que rompamos esa dicotomía, esa verticalidad, creo que nos vamos a equivocar menos. Porque le voy a decir la verdad, yo viví los 80 y la condicionalidad cruzada de todos los organismos internacionales. Y sé lo que es enfrentarme a una idea que me parecía equivocada y sufrir las consecuencias, y el tiempo nos ha dado la razón a muchos de nosotros porque esa idea era la equivocada y esa condicionalidad no nos ha llevado a un mejor sistema. ¿Me explico lo que te digo?

Sí, entiendo

Y ahí tendría cuidado porque hay ideas que hoy parecen las mejores, dentro de esto, y hay modas. Y terminan siendo perjudiciales hacia el futuro

¿Por ejemplo?

Bueno, tuve una gran discusión en la segunda mitad de los noventas con el Banco Mundial sobre el sistema de pensiones de mi país. Hicimos dos informes distintos, el nuestro y el de ellos. Y ellos estaban muy casados, por ejemplo, con el sistema chileno y nosotros que habíamos estudiado creíamos que eso no era mejor, para nuestro país. Yo no estoy juzgando a nadie más. Y hoy en día, Chile ha tenido que cambiar mucho de lo que tenía, no resultó ser la panacea que todo el mundo decía. Costa Rica se fue con un sistema mucho más mixto y no es que no tenga problemas pero le fue mejor. Y esa condicionalidad era complicada.

Estados Unidos pone la condicionalidad, verticalmente. Lo que acabamos de ver en la cumbre en Miami es básicamente a un patrono indicando órdenes y a un montón de países agachando la cabeza y diciendo que sí

Yo no me he leído la alianza por la prosperidad, tengo que reconocerlo, pero vamos a ver, es lo del Triángulo Norte ¿no?

En el caso de El Salvador es la segunda edición del Fomilenio y lo que dicen es: “ustedes tiene que cumplir esta y esta característica”, con la amenaza de que si no cumple, no van a desembolsar.

Yo no digo que Estados Unidos no tenga una voz cuando ellos van a dar su cooperación. Perdonen que lo diga tan abiertamente, si fuéramos nosotros los que fuéramos a dar una cooperación, pues tendríamos algo que decir sobre lo que vamos a dar. Ahora a mí lo que no me parece es que los que dan crean que tienen todas las respuestas, porque se pueden equivocar fuertemente. Entonces tiene que haber una conversación. En la Alianza del Norte hubo una propuesta que vino de los tres países del Triángulo Norte de Centroamérica. Si Estados Unidos no oyó nada de eso y les parece que ellos tienen la respuesta, me parece que se pueden equivocar fuertemente y entonces no van a lograr su objetivo. Y es lo que digo: aquí tiene que haber una conversación inteligente, donde lo que los países conocen y saben de sí mismos esté presente en las decisiones que se van a tomar. Yo no estoy diciendo que el país que da el dinero no tiene nada que decir, eso sería iluso. Los países se tienen que preparar en sus argumentos, y que Estados Unidos haría bien no solo en tener unos objetivos, sino también en oír las realidades de los países. En el medio de esas dos cosas probablemente lo que salga es mejor que en un diálogo de sordos. Y eso lo he comprobado en muchas de mis andadas en el mundo de la cooperación.

¿Cómo se conversa con esta administración de Estados Unidos? El diagnóstico de ellos es que el narcotráfico es el principal problema de Centroamérica, lo decía el secretario de Estado Rex Tillerson, como el general John Kelly. ¿Cómo se dialoga desde estados con institucionalidades tan débiles como El Salvador, Honduras y Guatemala y con tan pocas cartas en la mano?

Cuando decimos «cómo se dialoga con este Estados Unidos», hay que tomar en cuenta que es un Estados Unidos también diverso en su propia institucionalidad. No es que hay una sola idea impenetrable. Yo creo que eso no es así. Uno tiene que tener una posición estratégica cuando uno va a dialogar. Nosotros tenemos que hacer nuestra tarea. No solo podemos exigirle a ellos que hagan mejor la suya, nosotros tenemos que hacer la nuestra. Y que Estados Unidos diga que el narcotráfico es el principal problema de esta región a mí no me sorprende. Esa es la posición que Estados Unidos ha tenido, no solo en esta administración, sino en todas las administraciones que yo he conocido en mi vida adulta, ja ja. El narcotráfico para ellos en Latinoamérica y la droga que entra a Estados Unidos, ellos lo han definido como el principal problema, para ellos, de la región. Esto no es nuevo. Lo que a mí me pareció nuevo, o importante de la propuesta del Triángulo norte es que se presentaba un plan desde la perspectiva de los países centroamericanos. Eso hay que mantenerlo y hay que documentarlo. Usted no puede ir solo a pedir con cara de buena gente. Usted tiene que llevar sus números, sus datos, sus proyectos y su tarea hecha. Y yo creo que en esa conversación saldrán cosas mejores que cuando uno no hace la tarea, no tiene la propuesta estratégica. Habrá una negociación, y como dice el dicho en ingles, el diablo está en los detalles. Habrá que no soltar la batuta, habrá que estar allí para los detalles, para la comisión, para la conversación, influyendo el resultado final.

¿Qué moneda de cambio tiene el Triángulo Norte para hablar de ese plan?

Diay, que a ellos les interesa que no haya una migración masiva a Estados Unidos y les interesa que haya una mejor respuesta al crimen organizado internacional. Esas dos cosas son del interés de Estados Unidos. ¿No creen ustedes? Ahora pregunto yo, vamos a cambiar jajaja

Es una ecuación válida: a mayor prosperidad hay menos motivos para huir del país. Centroamérica tiene estos problemas de múltiples tipos de violencia pero Estados Unidos parece que está leyendo otra Centroamérica.

Está leyendo una Centroamérica simplificada, casi caricaturesca, eso es lo que diría usted. Sí, a mí me parece. Yo no comparto eso, creo que hay muchas más cosas que podríamos hacer.

¿Y cree que están los espacios para realmente sentarse con Estados Unidos en esa mesa redonda, bilatera, para exigir que se lea bien?
Para exigir no. No hay que ser naif. Hay asimetrías pero esas asimetrías no implican que no haya una conversación racional. Hay mucha gente racional del otro lado, que si usted tiene los proyectos, que si usted tiene los argumentos, que si usted tiene los datos, va a oír. ¿Cuál es el resultado final? Por supuesto, Estados Unidos va a estar negociando por sus intereses y Centroamérica tiene que estar negociando por los propios. Pero habrán puntos de encuentro. Yo no se cuál va a ser el resultado final, ni sé si nos va a decepcionar o no, pero lo que sí sé es que cuando usted no tiene una propuesta le va peor. Cuando usted no se sienta a la mesa con decisión le va peor. Cuando usted no ha hecho la tarea le va peor. Y muchas veces es más fácil decir: «es que no tuve alternativa». Pero usted tiene que usar todo lo posible en los espacios que tiene para presentar su propia visión. No es tan blanco y negro.

Me gustaría que evaluara usted la administración Trump en el sentido de que ha logrado romper algo entre México y Centroamérica que eran los intereses comunes. Estados Unidos está dispuesta a olvidarse de Centroamérica, y decir, vamos a asegurar las fronteras, vamos a deportar más centroamericanos como Estados Unidos quiere. Parece entonces que Trump tiene un poder sobre esta región que antes no se tenía.

Es una pregunta difícil, pero déjeme tratar de responder de alguna manera. En primer lugar, con todo lo que admiramos y respetamos todo el periodo de Obama, fue la administración que más deportaciones hizo en la historia de Estados Unidos. Esa es una facultad que ellos tienen. No estamos cuestionando esa facultad. Lo que creemos es que todas las personas humanas, sean inmigrantes ilegales o no, tienen derechos inalienables y, por lo tanto, la comunidad internacional tiene el deber de exigir un trato humano a todos. Tenemos que reconocer que los países tienen las facultades legales, cuando hay inmigración ilegal, para tomar medidas. Pero lo que uno esperaría es que esas medidas sean bien llevadas, tengan un marco jurídico y consideren el efecto que tienen en otros países dichas medidas. Digo esto porque uno espera que si van a haber deportaciones, en primer lugar, no violen los derechos humanos de nadie y estén en un marco ordenado y legal para llevarse a cabo. ¿Por qué digo ordenado? Porque una de las cosas que más pueden desestabilizar la región es que ni siquiera sepamos ni a quién deportan, ni quienes llegan, ni quienes son. Que no podamos tomar medidas para estas deportaciones. Y si son en un nivel que no permite ni siquiera la absorción pueden desestabilizar la región y eso es un problema. Y eso es parte de lo que hay que hablar. A mí me parece que esa debe ser la conversación razonable que tengamos con Estados Unidos. Ahora tener un buen vecino siempre es una cosa muy importante, especialmente en esta situación.

Sí, pero México tiene una carga de deportación que coincide con el declive de la administración Obama. Como diciendo, ahora México es el policía malo y no Estado Unidos y a México los vemos ahora plegado ese papel de ser mayor aliado de Estados Unidos que de sus hermanitos centroamericanos.

¿Usted lo ve así?

Expertos del lobby latino en Estados Unidos lo ven así, WOLA lo ve así, en el sentido de que hay un interés de México de proteger su tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Nadie puede negar que México ha sido, con todos los pros y contras, un lugar en que muchos latinoamericanos hemos encontrado refugio. México probablemente fue uno de los países más abiertos durante las dictaduras. Por supuesto, México tiene una agenda muy compleja con Estados Unidos porque tiene más de 3 mil kilómetros de frontera con Estados Unidos, y el tratado de libre comercio es uno, pero también tiene los temas de seguridad, los temas de migración, los temas de narcotráfico. Esa agenda es una agenda muy complicada. Yo recuerdo una intervención que hizo el canciller (Luis) Videgaray, en España en una visita, donde hablaba de varios puntos en la agenda con Estados Unidos. Y a ellos el tema de la migración, de sus propias deportaciones, les afecta tanto como les afecta a ustedes esas deportaciones. Tiene que haber una colaboración estrecha entre México y los países centroamericanos y yo no vería razón para que no esté en el interés de México hacerlo. ¿Por qué? Porque al final nuestras fronteras son porosas. Yo no vería la manera en la que México puede sustituir la colaboración por una mayor represión. Yo no lo veo claro. Cuando hay decisión de migrar por falta de oportunidades en nuestros países, eso ¿quién lo para? Digo, nuestros países no tienen sistemas tan sofisticados para parar la migración entre nuestros pueblos. Están demasiado entrelazadas nuestras vidas, ¿me explico? La colaboración entre nosotros nos va a dar mejores resultados que cualquier otra medida. Yo vería en el propio interés de México la colaboración. No vería porque México va a tomar una actitud distinta. Digo, por interés propio, no lo digo por solidaridad.

Pero ¿No estamos perdiendo de vista el lado espurio de la política? Estaba leyendo artículos en los que mencionaban que uno de los rostros emblemáticos de México en estos momentos de negociación con Estados Unidos es el ministro del Interior Osorio Chong, al que perfilan como una persona interesada en promover el lado, más que nada, comercial

Chong es el ministro de interior, el que está negociando es (Ildefonso) Guajardo (secretario de Economía). Las negociaciones comienzan ahora en agosto. No hay duda de que los cambios en Estados Unidos tienen retos muy importantes para México y Centroamérica. Y hay mucha incertidumbre, porque la verdad es que no sabemos muy bien cómo se va a mover lo que se llama la administración norteamericana, porque hay muchos actores. Yo creo que va a haber procesos distintos, que van a ser llevados adelante por distintas instituciones dentro de la administración, y no todo será coherente. Hay un mundo allí que no conocemos bien -lo digo con sinceridad- y no dudo que habrá minas que no habremos previsto, así como habrá cosas que nos parecían perdidas

Que talvez no estallen

Exactamente. Yo personalmente, les soy sincera, no entiendo suficientemente bien.

Es que nadie entiende…

Lo digo con humildad. No entiendo cómo esto se está moviendo, porque dentro de la misma administración Trump hay distintas fuerzas. Y en algunos momentos parece que se va decantando por una fuerza y en otros momentos parece que por otra. Personalmente no digo que es lo que va a pasar porque me parece que nadie puede preverlo exactamente ahora. Lo que sí es cierto es que para nosotros es una situación muy difícil de manejar, porque tenemos intereses muy entrelazados y, por supuesto, estos son países donde un tubo de escape de las presiones sociales ha sido la migración y han sido las remesas. Lo que pase a estas dos variables va a ser un detonante importante de lo que vaya a pasar en terminos de nuestras posibilidades de crecimiento y de estabilidad futura. Así que yo no lo minimizo, no quiero minimizarlo, a mí me parece que estos son elementos muy importantes. Igualmente en el campo económico, tanto en el campo económico, aunque no pareciera haber todavía ningún esfuerzo por poner en duda el CAFTA o los tratados de libre comercio con Centroamérica. Pero el fortalecimiento del dólar es algo que va a afectar a las economías dolarizadas de la región, y El Salvador es una. Porque el fortalecimiento del dólar hace menos competitiva esta economía. Así que yo no quiero minimizar los retos en los que estamos, lo que yo digo es que no sabemos muy bien cómo se van a procesar, o sea cuál es la magnitud de los impactos negativos a los que nos vamos a enfrentar. Yo no creo que nosotros no tengamos nada que hacer, que estemos a la merced de los acontecimientos sin poder influir en ellos. Y tenemos que usar todas las maneras de influir en esos acontecimientos a nuestro favor, con una conversación estratégica y con argumentos basados en datos y en un trabajo serio de parte nuestra. No es que nosotros no tenemos ninguna responsabilidad en lo que vaya a pasar, tenemos que poder influir de la manera más efectiva posible.

¿Usted no cree que Trump es excepcional en la historia y que eso refleja un estilo excepcional de hacer política y que estos diálogos que podría y debería haber, con Trump no se va a poder? Probablemente mi lectura es totalmente pesimista y que solo artículos negativos he leído, pero ¿usted no cree que en eso es excepcional Trump?

No, yo sí creo que hay un cambio que no sabemos muy bien cómo manejar.

Si miramos hacia el sur del continente, hemos visto una posición bien enérgica de la OEA, incluso en algunos sectores de la política española, en términos de Venezuela, exigiéndole un proceso de elecciones al gobierno de Maduro. ¿Cabría esperar una situación similar de cohesión de tantas agendas con respecto a Estados Unidos, frente al tipo de cosas que está haciendo Estados Unidos?

Me parece que ese consenso existe con respecto a Cuba. La posición latinoamericana con respecto a Cuba siempre fue en contra del embargo. Ahí la región tenía una posición cohesionada con respecto a Cuba y la región como un todo celebro la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Y también ve con preocupación los retrocesos que han sido anunciados, con respecto a la administración Obama.

Para atender nuestros problemas ¿cabe esperar un consenso latinoamericano frente a Estados Unidos en otros campos? Por ejemplo, en Europa, el G20 ante Estados Unidos se posicionó de una manera.

Yo creo que en algunos campos existe eso. Por ejemplo, en el cambio climático. América Latina fue una de las regiones que posibilitó una agenda ambiciosa con respecto al acuerdo del cambio climático en Paris. Y la región sigue estando unida en su voluntad de enfrentar los efectos del cambio climático y tratar de exigir que ese acuerdo se cumpla. La retirada de Estados Unidos no ha cambiado la posición de América Latina. América Latina sigue en conjunto comprometida con el tema del cambio climático y lo considera, para ella y para el Caribe, un elemento fundamental de nuestras posibilidades de desarrollo futuro, porque sabemos que el efecto de los desastres naturales puede ser devastador en nuestras posibilidades de crecimiento y combate a la pobreza. Mucho de lo que pasa cuando hay un desastre natural es que el mapa de la pobreza se manifiesta, y nosotros no tenemos tantos recursos como para poder reconstruir permanentemente. Ahí hay una posición de la región que no coincide con la posición de Estados Unidos. No hay que verlo como Latinoamérica contra Estados Unidos pero sí me parece que hay una oportunidad para la región para tomar en serio una mayor integración, una mayor diversificación de nuestras apuestas en el marco global. La dependencia de un solo país se convierte en una vulnerabilidad y la diversificación es una forma de enfrentarse a esa vulnerabilidad y una fortaleza para enfrentar esos vaivenes que podemos esperar.

El Faro

Más notas sobre el tema