Emblemática entrevista a Agustín Edwards, director del diario chileno El Mercurio, fallecido este lunes

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Por Sebastián Rivas.

Es la entrevista más icónica que dio Agustín Edwards en sus 89 años de vida. El 4 de junio de 2000, coincidiendo con el aniversario número 100 de El Mercurio de Santiago -el diario con el cual formó una asociación indeleble-, el dueño se sometió a una extensa entrevista de más de 20 mil caracteres con Raquel Correa, la periodista más reconocida del cuerpo de Reportajes del periódico.

Lo que siguió fue algo particular e inédito: Edwards desclasificando en su propio diario detalles de su infancia, explicando episodios de su vida y revelando sus pensamientos políticos en relación al gobierno de la Unidad Popular y la dictadura ante las preguntas de Correa. Acá, una selección de respuestas de Agustín Edwards sobre diversos temas.

Su visión de Allende

– Usted se autoexilió en el gobierno de la Unidad Popular…

– Bueno, si se puede llamar autoexilio… Si a uno le empiezan a disparar por todos lados. Había un paradero de micro frente a mi casa y me pasaban vigilando. Una vez salí en avión y tuve que despegar a favor del viento y me siguió una camioneta disparándome. Quedaron agujeros en el avión. Y me aconsejaron que me fuera por favor porque era más fácil defender la libertad de prensa que defenderme a mí. Entonces yo representaba todo lo malo del mundo. Era más fácil defender al diario sin mí. Porque Allende no me quería mucho.

– Usted tampoco lo quería a él…

– Yo nunca he odiado a nadie. Claro que hay gente más simpática que otra… (se ríe).

Edwards y las papas fritas

– Yo era muy amigo de David Rockefeller. Nos llevó a su casa, yo llegué primero. La Malú estaba en Buenos Aires con los niños. Vivimos todos en la mansarda de su casa… Entonces David me pregunta qué vas a hacer. No sé, le dije; Donald Kendall, que era presidente de la Pepsi, me ofreció un trabajo, pero me da no sé qué porque no me gusta mezclar trabajo y amistad. ¡Tómalo, me dijo, no seas loco! Y así entré a una subsidiaria de la Pepsi, y me metí en lo de las papas. Eran como hostias, deshidratadas. Después de un tiempo le propuse a Kendall que las vendiéramos directamente como papas fritas. De ésas de coctel que se venden en bolsitas. Partimos a Las Canarias para hacer la prueba… Y nos fue bien. Las introdujimos en México, Japón, España, Francia, Suecia. 16 países. Pero para aprender el negocio, recorrí parte de Estados Unidos en camión, ofreciéndolas.

El secuestro de Cristián Edwards

– Seguramente la experiencia más dura de su vida fue el secuestro de su hijo Cristián. ¿Cómo lo marcó a usted en lo humano y espiritual?

– Bueno, fue una experiencia brutalmente dura. Mucha gente nos acompañó, incluso nos vinieron a ver de Argentina, de Guatemala, gente que había vivido experiencias similares.

– En esos meses, ¿perdió la esperanza? ¿O siempre pensó que volvería?

– La verdad es que no me acuerdo, pero en general soy más bien optimista. Lo peor era la gente que llamaba para dar datos y no saber si eran ciertos o no.

El Mercurio en el gobierno de la UP

– ¿Cómo justifica la intervención activa del diario en la época de la Unidad Popular? ¿No se contradice con la línea de objetividad tan preciada en los medios de comunicación social?

– A lo largo de toda la historia hemos intentado mantenernos fieles a las líneas trazadas en el primer editorial de la edición de Santiago, hace ya un siglo. Hemos procurado entregar una información objetiva y, en nuestras páginas de opinión, analizar la realidad en forma serena, alejada de las banderías políticas, para constituir un factor moderador en las disputas cívicas.

– Pero en la Unidad Popular…

– Durante el gobierno de la Unidad Popular se vivieron años excepcionales. En el contexto histórico de entonces, la lucha ideológica se había exacerbado a niveles que ahora nos resultan casi incomprensibles. Algunos partidos propugnaban una línea de acción que pretendía hacer tabla rasa con las instituciones históricas del país. Y no nos podemos olvidar de que esos sectores habían erigido a “El Mercurio” en el símbolo de lo que querían destruir. “El Mercurio” se vio, sin quererlo, envuelto en una vorágine a la que lo llevaron el gobierno de la Unidad Popular y las fuerzas que lo apoyaban. El ideario tradicional de nuestro diario, centrado en valores tales como el Estado de Derecho, la democracia representativa, las libertades política y económica, se veía gravemente amenazado por los programas y declaraciones de los personeros de gobierno. Además, aún estaba fresco lo ocurrido en Cuba durante la década anterior. Todo ello, unido a las explícitas amenazas contra la libertad de prensa y, en particular, contra la supervivencia misma de “El Mercurio”, nos pusieron en el centro de los acontecimientos y nos tuvimos que defender y defender las instituciones del país.

El rol en la dictadura

– ¿Cómo explica que durante el gobierno militar el diario no haya usado todo su poder para que imperara el Estado de Derecho que siempre ha defendido editorialmente?

– “El Mercurio”, en la medida de sus posibilidades, siempre ha defendido el Estado de Derecho. En el período inmediatamente anterior y posterior al 11 de septiembre de 1973 se creó una situación excepcional de la cual era muy difícil sustraerse. Cabe recordar que algunos partidos políticos muy importantes se habían manifestado explícitamente contrarios al sistema democrático y propiciaban la violencia para alcanzar el poder. El apasionamiento político de la época hizo que la violencia de los primeros meses del gobierno fuera considerada por muchos, no sólo por el diario, como una consecuencia dolorosa pero ineludible en el estado de enfrentamiento que reinaba en el país. Las cosas hay que juzgarlas en su contexto. En ese momento existían serias limitaciones a la libertad de prensa que nos dejaban con muy pocas posibilidades de acción. Hubo censuras, bandos, decretos excepcionales. Era muy difícil o imposible la investigación periodística. Pero, fundamentalmente, no fue por temor ni por presiones que publicáramos poco de lo que ahora sabemos, sino porque no teníamos información seria sobre las acusaciones que en ese tiempo circulaban como rumores imposibles de confirmar.

– ¿No cree, en todo caso, que pudieron haber hecho más?

– En retrospectiva, uno se pregunta si pudimos haber hecho más, y seguramente todos los chilenos pensamos ahora, en la tranquilidad de los tiempos actuales, que podríamos haber reaccionado de una manera más vigorosa.

Violaciones a los derechos humanos

– ¿No debió “El Mercurio” haber denunciado las violaciones a los derechos humanos que se cometían y que hoy todos reconocen?

– Creo, sinceramente, que siempre nos esforzamos por informar lo que ocurría. Pero, como le digo, existían limitaciones muy serias que ningún medio pudo superar. Sin embargo, dentro de las limitaciones intentamos dar la información más completa a la que podíamos aspirar. Ese fue el origen, por ejemplo, de la sección “Chile en el Exterior”. Por ese medio dábamos cuenta de las reacciones internacionales respecto de hechos locales cuya cobertura directa se encontraba limitada. También se puede recordar que, al reunirse en Santiago la Asamblea de la OEA en junio de 1976, destinamos 11 apretadas páginas a la publicación íntegra del Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la respuesta del gobierno de Chile, en las que se hacía un completo análisis de las violaciones a los derechos humanos de las que se acusaba al Estado de Chile. Después, la información sobre tales violaciones fue cada vez más completa. Pero hay que recordar también que “El Mercurio” siempre abogó por sentar las bases para retornar al Estado de Derecho y ponerle un límite en el tiempo al gobierno de excepción.

El pluralismo informativo

– Me llama la atención que sólo se hable de la concentración en prensa, cuando se piensa que ella es más severa y rápida en radio y televisión. En prensa tenemos competencia abierta, surgimiento de nuevos medios, caída de las barreras de entrada a la actividad, etc. Los observadores extranjeros se sorprenden del número de diarios que tenemos en Chile. Muchas ciudades norteamericanas del mismo tamaño que Santiago tienen uno solo. Le digo: hay algo de simplismo en esta discusión.

– ¿Cómo podría asegurarse el pluralismo informativo?

– De la única manera posible y eficaz: mediante la contratación en los medios periodísticos de profesionales de calidad – como los que tenemos en “El Mercurio”- , con independencia absoluta de sus convicciones personales. Para tener una información plural y abierta, hace falta tener sensibilidades distintas, pero no “camisetas” ideológicas o partidistas con espacio asegurado por el Estado, como algunos lo pretenden.

– ¿Está de acuerdo con el fin de la censura de prensa, cinematográfica, de televisión?

– Obviamente que sí. Uno que está en el negocio de las comunicaciones no puede estar a favor de la censura. Sin embargo, veo lógica la calificación cinematográfica por edad, única manera de impedir consumo pornográfico o violento en los niños. Pero el asunto no es fácil: los niños acceden a la pornografía por Internet.

La Tercera

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