Brasil: somos una marea que no para de crecer – Por Mariana Bastos

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Yo paro porque no existe otra alternativa para una mujer en Brasil que no sea parar. En las dos horas que me llevó escribir este texto, muy probablemente una mujer fue asesinada, otras once fueron violadas y otras 24 agredidas en mi país. Cómo no parar en un contexto en que la violencia contra la mujer es algo tan naturalizado. Tanto que, mientras escribo, un personaje masculino de una telenovela del horario central dice con toda espontaneidad que su mujer es una puta y que, por lo tanto, merece un “correctivo”.

Ostentamos el nada honroso quinto lugar en número de feminicidios del mundo. Son tantas las víctimas de violencia machista por aquí que no todas salen en las noticias de los diarios. Un país que mata mujeres como si fueran insectos. No contamos ni siquiera con estadísticas confiables y actualizadas. Llegaremos al 8 de marzo sin saber el número exacto de mujeres que nos dejaron en estos dos primeros meses de 2017.

Paro porque ya en el amanecer del primer día de 2017 nos encontramos con la noticia de una masacre motivada por el machismo. Un hombre disparó contra su ex mujer, su hijo y otras 13 personas de la misma familia, y además de eso dejó una carta con contenido de odio hacia las feministas. Si un musulmán hiciera algo similar contra 20 cristianos lo llamarían ataque terrorista. Por aquí, ninguna autoridad se mostró conmovida con lo ocurrido. Yo paro para que podamos nombrar estos casos como “terrorismo machista”.

Yo paro porque diariamente nos llegan noticias de agresiones brutales, violaciones colectivas, cosas que nos revuelven el estómago y nos llevan a preguntarnos cómo es posible seguir viviendo en un país en el que los hombres son socializados para odiar tanto a las mujeres.

Yo paro porque suenan a escarnio las reformas neoliberales propuestas por un gobierno corrupto e ilegítimo, que no está al servicio del pueblo, sino para mantener la impunidad, mientras el resto de la población enfrenta las consecuencias de la crisis. Crisis que afecta, sobre todo, a las mujeres, dejándolas más vulnerables aún ante la violencia machista.

Pero paro, sobre todo, porque confío en las alianzas que nosotras, las mujeres, tejemos mientras construimos colectivamente un evento en consonancia con el resto del mundo, que tiene la potencia de unirnos y de crear vínculos perennes. Que dejará un legado más allá del 8 de marzo, que nos dejará más fuertes y unidas para enfrentar la ola conservadora que avanza.

Somos una marea que está creciendo. La potencia del cambio en el mundo. Y por eso el 8 saldremos de nuestro trabajo doméstico o profesional en dirección a las calles con una frase en mente: “Si nuestras vidas no importan, produzcan sin nosotras”. «

(*) Periodista y feminista.

Tiempo Argentino

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