El día después (Colombia) – Por Alejandro Mantilla

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Tras la imprevisible victoria del No en el Plebiscito refrendatorio de los acuerdos de La Habana, el país se encuentra inmerso en una profunda incertidumbre política. Aún no es claro cuál será el camino a tomar en el proceso de paz entre FARC y Gobierno, pero las consecuencias de la jornada de ayer ya se vislumbran.

¿Y ahora?

La incertidumbre actual puede explicarse por una brecha abierta entre la voluntad de paz de las dos partes, y el bloqueo del camino diseñado para dar piso jurídico al acuerdo. Tanto Timochenko como Santos dejaron claro que el proceso de paz continúa y que el cese al fuego se mantiene. Sin embargo, el procedimiento especial aprobado por el Congreso para hacer reformas constitucionales y legislativas conformes al acuerdo ya no podrá realizarse.

Ante semejante revés, aún no es claro cuál será el procedimiento para rediseñar la ruta a seguir. La ausencia de Plan B por parte de los negociadores del Gobierno genera un panorama abierto a la especulación. Hasta ahora la única señal es la convocatoria de Santos a las fuerzas políticas, en especial a las que se manifestaron por el No, para escucharlas y trazar caminos. Henry Acosta, uno de los facilitadores clave del proceso, ya sugirió un espacio de diálogo entre FARC, Gobierno y voceros del No. Aquí se abre una compleja tensión, pues el uribismo va a buscar echar atrás puntos cruciales de lo acordado -sobre todo en temas de justicia y participación política de los movimientos políticos postinsurgencia- mientras las FARC defenderán un acuerdo firmado por el jefe de Estado y por su principal comandante y dirigente político.

Otro camino que varios líderes de opinión sugieren es la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. No obstante, tal convocatoria conlleva un riesgo para las libertades y derechos fundamentales, pues ante la victoria de los sectores más conservadores en el plebiscito, la bandera del retorno a la Regeneración podría llegar con fuerza al escenario constituyente, amenazando los logros alcanzados por el movimiento de mujeres, la comunidad LGTBI o los pueblos indígenas.

Las fuerzas políticas

A pesar de la incertidumbre, algunos efectos son claros. El gobierno Santos queda debilitado tras el plebiscito, y su capital político luce agotado. Mientras los sectores de izquierda y los movimientos sociales reafirman su oposición a la política económica del gobierno, el fundamentalismo de derecha promovido por Uribe y Ordóñez no ha cejado en su oposición al proceso de paz y a la llamada “ideología de género”. La receta del gobierno para frenar esa doble embestida se basó en cohesionar la coalición de gobierno a través de una milimétrica distribución de cargos burocráticos que no siempre dejó contentos a todos los partidos de la Unidad Nacional.

Ante tal escenario se fortalece el protagonismo de los sectores más conservadores, y el espectro político nacional se mueve aún más hacia la derecha. Adquieren especial relevancia los sectores que han hecho una oposición frontal al proceso de paz (el Centro Democrático y los sectores del Partido Conservador afines a Ordóñez) y de aquellos que han hecho críticas al proceso de paz pero siguieron bebiendo del reparto burocrático (como el vicepresidente Vargas Lleras o el ex Ministro de Defensa y hoy embajador Juan Carlos Pinzón). El peor escenario es el retorno a una alianza de derechas que nos devuelva al consenso de las clases dominantes que posibilitó los gobiernos de Uribe en la década pasada.

Los resultados del plebiscito fortalecen las precandidaturas presidenciales del Centro Democrático (Zuluaga y Duque, en menor medida Holmes), del partido Conservador (Ordóñez y Ramírez), y de la derecha de la Unidad Nacional (Vargas Lleras y Pinzón). El partido Liberal es uno de los grandes perdedores de la jornada, en especial Cesar Gaviria y Humberto De La Calle. El primero como coordinador de una confiada y mal planteada campaña gubernamental por el Sí; el segundo lucía hasta ayer como un presidenciable fuerte, pero su trabajo en la mesa de negociación no fue respaldado en las urnas.

La política de la irresponsabilidad

También sale muy golpeada la izquierda, por varias razones. En primer lugar, porque la solución política del conflicto hace parte del programa de la inmensa mayoría de sectores de este espectro político. En segundo lugar, porque la izquierda se vio invisibilizada en una contienda que polarizó al país entre Santos y Uribe. En tercer lugar, porque la posible participación político-electoral de las FARC no parece tener buenos augurios en el corto plazo; de ahí que en su comunicado afirmaran que “nuestro reto como movimiento político es todavía más grande y nos requiere más fuertes para construir la paz estable y duradera”.

Pero la razón más fuerte, y la más preocupante, es que la pregunta por la solución negociada implicaba indagar por una posible ruptura de la estabilidad política hacia la osadía de lo nuevo: Por un país donde se supere el conflicto armado, se le abra paso a la participación política de las insurgencias y el Estado habilite una política social más incluyente en algunas regiones. Preocupa constatar que la ciudadanía rechazó esa posibilidad, y que no avaló acuerdos que resultan tímidos en comparación con la apuesta estratégica de las izquierdas.

La gran vencedora de la contienda es la política de la irresponsabilidad. Al igual que en otros lugares del mundo (y basta mirar el resultado del plebiscito de ayer en Hungría), la derecha ultraconservadora apeló a la manipulación, el egoísmo y el miedo para ganar el plebiscito. La contienda de ayer se definió gracias a mensajes de redes sociales que falsearon el contenido de los acuerdos, que promovieron mensajes anticomunistas, homofóbicos y antidemocráticos, una idea de la justicia ligada a la venganza y un escenario de catástrofe en caso de que venciera el Sí. Como lo planteé en otro lugar, “una mano fuerte que lanza promesas fáciles, que falsea la realidad, que miente sin rubor y que alimenta ese miedo creciente, tiene todas las condiciones para avanzar electoralmente”[1].

La incertidumbre del corto plazo no debe nublar la disputa política de largo aliento. La búsqueda de solución política del conflicto y de una construcción de paz con democracia sigue vigente a pesar del revés del plebiscito. Ya hay un acuerdo firmado entre las FARC y el gobierno y las partes han reafirmado su voluntad de continuar con el proceso de paz. El ELN ha reafirmado su voluntad de que se pongan en marcha los diálogos de paz con esa insurgencia. Los movimientos sociales siguen insistiendo en espacios de paz con participación para avanzar hacia un diálogo nacional. Y lo más importante: las regiones que han vivido con mayor crudeza el conflicto votaron, en su gran mayoría, por la solución política.

Ante la irresponsabilidad de quienes acuden a la manipulación, el egoísmo y el miedo, sigue vigente la tarea de avanzar hacia la solución política del conflicto. Urge un diálogo nacional que alimente la paz, los cambios que ella requiere y que rehabilite la cordura colectiva.

[1] Ver al respecto mi artículo: “La política de la irresponsabilidad y la ética de la revolución”, http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/la-politica-de-la-irresponsabilidad-y-la-etica-de-la-revolucion 

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