Camila Vallejo, diputada chilena: «Me interesa que la gratuidad universal se cumpla y que esto no sea la historia del nunca jamás»

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Pasó de las calles al Congreso, de ser una dirigenta estudiantil a convertirse en diputada. Camila Vallejo reconoce que no ha dejado de dar batallas. En 2011 el escenario eran las marchas y ahora es el Congreso. Y aunque se podría pensar que las mayores disputas se producen con la oposición, la militante comunista confiesa que el fuego amigo es a veces el más complejo. “Uno ve cómo el tema de las encuestas ha calado profundamente en el gobierno, ha generado incertidumbre, y por lo tanto hay que mantener los pies bien firmes resistiendo ante cualquier intención de retroceder o relativizar la reforma”, comenta, en entrevista con La Tercera.

 

¿Cómo evalúa su trabajo en la Comisión de Educación?

No es tarea fácil conducir una comisión que le ha tocado trabajar en primer trámite los proyectos más importantes de la reforma educacional, con un importante sentido de urgencia y tratando de escuchar a las organizaciones. Ha sido de gran aprendizaje.

 

¿Le ha complicado la presión de la oposición?

Ellos no están en la línea de lo que plantea el programa de gobierno de ver la educación como un derecho, creen en la libre competencia en la educación, en entenderla más como un bien de consumo, no ven el lucro como algo malo. Utilizan recursos para retrasar las discusiones o distorsionar lo que se está debatiendo.

 

¿Y han trabajado en conjunto?

En algunos casos han contribuido y yo no puedo negar eso. Y saludé también en el momento de la aprobación del proyecto de carrera docente a aquellos diputados que, incluso de la UDI, actuaron muy responsablemente a mi juicio.

 

¿Cómo ha cambiado su mirada desde que está en el Congreso?

A diferencia de lo que pasaba en 2011, desde mi punto de vista, dentro del Congreso se radicaliza mucho más la discusión. Hay intereses de clase representados y que son muy distintos a lo que había en el movimiento estudiantil. Y tienes que combatir, discutir y enfrentar esas posiciones y esos intereses que apuntan a mantener el status quo. Ingresar al Parlamento significa estar en una nueva trinchera de lucha que tiene características distintas. No es un movimiento social, no es un movimiento estudiantil.

 

¿Y eso qué implica?

Aterrizar las ideas en proyectos de ley y eso es de una complejidad tremenda, por lo tanto ya no se trata de la instalación de las ideas, sino de materializarlas en proyectos de ley. Ahora se trata de ver cómo ganar esas batallas con una oposición que a pesar de ser minoría igual da una batalla tremenda a través de los medios, de sus organizaciones fuera del Congreso. Ha sido un trabajo desafiante, de cómo te haces cargo de materializar en el Congreso lo que en la calle demandamos con mucha fuerza.

 

¿Cuánto ha tenido que transar?

No me he sentido en la necesidad de transar o ceder, más bien en saber cuáles son los momentos para poder plantear las cosas y cuáles no. Hay proyectos o artículos donde pareciera ser que se está cediendo, sin embargo, en el detalle, te das cuenta que estás ganando, aunque  aparentemente no sea así. Eso es parte del juego de la política. Uno se da cuenta que la tarea no era tan fácil y eso implica considerar las gradualidades. Quizás en el 2011 hablar de gradualidad era como transar y, sin embargo ahora uno se da cuenta que la gradualidad también muchas veces puede beneficiar el logro de los objetivos para no hacerlo mal. Aunque no se vea tan explícita como el 2011, en el Congreso hay una batalla día a día para defender una reforma contra viento y marea.

 

¿A qué se refiere?

Uno ve cómo el tema de las encuestas ha calado profundamente en el gobierno, ha generado incertidumbre. Y, por lo tanto, hay que mantener los pies bien firmes, resistiendo ante cualquier intención de retroceder o relativizar la reforma.

 

La defensa en la Nueva Mayoría ¿es lo más difícil?

Uno de los principales daños al liderazgo, a la conducción del gobierno, a la misma Nueva Mayoría, son nuestras propias peleas internas. De la oposición es esperable la reacción que tienen y es parte de su labor. Cuando uno conversa con los mismos militantes de base de los distintos partidos de la Nueva Mayoría, lo que les molesta son las peleas que se dan dentro en el Parlamento, entre los mismos diputados, entre los mismos dirigentes de la Nueva Mayoría y yo creo que eso obviamente hace un poco de daño y molesta. Uno no puede evitar que haya sectores, obviamente minoritarios, dentro de la Nueva Mayoría que hagan declaraciones en la línea de lo que plantea la derecha. Esa especie de doble posición genera ruido y confusión y es algo que yo espero que superemos prontamente. No digo con eso que hay que negar las diferencias que sabíamos que tenemos. Pareciera ser que la jugada que hacen algunos parlamentarios contribuye más al juego de la derecha que al avance del programa.

 

Se vio emocionada cuando se aprobó la Ley de Inclusión y cuando se rechazó carrera docente en la comisión.

Aunque no lo parezca, porque siempre me han dicho que soy muy seria y muy fría, siempre me he tomado la política con mucha emoción. Hay que actuar, obviamente, con la cabeza un poco fría, pero es inevitable que se involucre la emoción, el corazón, porque uno le pone también pasión a esto. Entré al Parlamento para jugármela cien por ciento por el programa de la Nueva Mayoría y particularmente con la reforma educacional. Cuando se aprobó el proyecto de inclusión fue ver que dimos un paso histórico tremendo, después de haber estado en las calles pidiendo fin al lucro, la gratuidad, fin a la selección en el sistema escolar y no tener ninguna respuesta favorable por parte del gobierno de Sebastián Piñera. Después, comparar esa imagen con la de estar aprobando el proyecto, junto a Giorgio (Jackson) por ejemplo, fue como guau, un triunfo histórico.

 

¿Y en carrera docente?

Sentía mucha frustración, porque es otro proyecto histórico que se puso en riesgo por razones que a veces son muy pequeñas que de repente tienen que ver con fines electorales, tanto gremiales como parlamentarias y entonces eso da un poco de impotencia. Una de las cosas de las que me he dado cuenta estando en el Congreso es que la política está muy marcada por disputas de ego y diferencias que aparentan ser políticas, pero que finalmente se tratan de egos, y obstaculizan mucho la posibilidad de hacer grandes transformaciones.

 

Usted dijo que la gratuidad debía partir en las Ues. estatales. ¿Apoyaría a quienes buscan que la glosa de gratuidad de ese giro?

Retroceder en lo ya anunciado sería un despropósito político. Lo hecho, hecho está y me parecería asumir otro conflicto político más para el gobierno, independiente de que yo siempre estuve de acuerdo con partir por las universidades estatales regionales. Pero ya fue anunciado que era para el Cruch y además hubo una ampliación para algunas universidades privadas. Entonces desdecirse de eso, sería poner en aprieto al gobierno o abrirle otro problema político.

 

¿Qué cambios haría a la glosa?

Hay que poner más exigencias en el tema de participación. Y en la partida de Educación yo eliminaría el AFI, porque es una herramienta que ha sido totalmente discriminatoria al entregarle recursos a las instituciones simplemente por captar mejores puntajes PSU. Esos recursos podrían destinarse a otros fines como programas de nivelación o más gratuidad.

 

¿Qué le parece que el movimiento estudiantil no respalde el inicio de la gratuidad?

No tengo todavía mucha claridad  de cuál es exactamente el problema con el planteamiento de la glosa de gratuidad. Algunos han dicho que esto no es una glosa de gratuidad, que es simplemente beca. Desde mi punto de vista no tiene nada que ver con eso y creo que no hay por donde sostener que es una beca más. Ellos manifestaron que se hubiese esperado el proyecto de la reforma a la educación superior para poder plantear una gratuidad que transformara todo el sistema, pero eso implicaría no tener gratuidad en 2016. Y a lo mejor en 2017 tampoco, entonces era un avance necesario. No había otro mecanismo, desde mi punto de vista, que a través de la glosa presupuestaria.

 

¿Si fuera dirigente habría protestado contra la gratuidad como vimos en la última marcha de la Confech?

Yo no hubiera marchado contra la gratuidad, hubiera marchado a favor de la gratuidad. Yo creo que está bien que el movimiento estudiantil se movilice, creo que es necesario tener un movimiento social fuerte y que sepa, a través de sus propuestas, incidir en el debate y tendenciar a que la reforma avance en la línea correcta. Para eso se necesita la crítica pero también, insisto, construir la correlación de fuerzas que nos permitan avanzar en las propuestas que históricamente se han levantado en materia educacional. Por lo tanto, lograr diferenciar concretamente la crítica de los que no quieren cambios respecto de la crítica de los que sí quieren cambios.

 

¿Cree que se puede llegar a la gratuidad universal?

Yo espero que quede establecido, por ejemplo es un caso hipotético que al año dos ya no serán los cinco primeros deciles sino hasta los siete; al año tres, hasta el octavo y así. Lo que me interesa es que la gratuidad universal se cumpla y que esto no sea la historia del nunca jamás. Que no sea una gradualidad tan extensa que no lo lleguemos a ver en dos generaciones. Si se demora seis o siete años no es tan problemático, lo importante es que estén claros los plazos y que no sea en 20 o 30 años, sino que un plazo razonable y eso se tiene que incorporar en la ley de educación superior. No pueden, por el crecimiento económico, verse amenazadas las reformas estructurales entre ellas educación, nueva constitución, reforma laboral, que son las principales.

 

¿La Presidenta ha cumplido sus expectativas?

Yo no puedo verme conforme simplemente con haber aprobado el proyecto de inclusión y carrera docente y dejar fuera educación superior o nueva educación pública.

 

¿Qué tan importante será el proyecto de educación cívica ante la falta de interés por votar?

En Chile, en la dictadura, la formación cívica fue erradicada y eso ha generado tremendos costos políticos y sociales como el hecho de que hay un ciudadano de a pie que no conozca la constitución política, que no diferencie entre lo que hace un alcalde o un diputado. La formación cívica no tiene que ver sólo con el acto de ir a votar cada dos o cuatro años.

 

¿Cómo ve el anuncio para cambiar la Constitución?

Creo que es una propuesta astuta y desafiante. Asumiendo, desde mi punto de vista, que hoy no existe el liderazgo presidencial en materia, por ejemplo, de apoyo de encuestas para poder comprometerse con otro mecanismo. Lo que hace es abrir la cancha y delegar la responsabilidad en el pueblo, y en sus representantes sociales y políticos en decir bueno, van ustedes a definir los mecanismos dentro del abanico de mecanismos que hasta el momento se han planteado, y dentro de ellos, asamblea constituyente o plebiscito que es algo que hemos venido defendiendo. Extiende el ciclo político de discusión sobre la nueva constitución que trasciende el periodo de gobierno.

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