Brasil 2014: Balance de la campaña electoral – por Amílcar Salas Oroño (especial para NODAL)

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Amílcar Salas Oroño*

Esta ha sido una de las campañas presidenciales más disputadas – e intensas- de las últimas décadas, sea por los nuevos escenarios que se instalaron tras la muerte de Eduardo Campos, como por la agenda de temas que se pusieron en discusión durante estos meses. No podía ser de otra forma: por detrás de la selección de cargos a Presidente, Gobernadores y Diputados del próximo domingo 5 de octubre, está todavía en proceso de metabolización e incorporación el amplio abanico de cuestiones que se pusieron en juego en las movilizaciones de junio del 2013, un momento clave de la sociedad brasileña sólo comparable a las manifestaciones de los años `80 en pos de la democratización y el fin de la dictadura. Las discusiones abiertas hace más de un año tuvieron en esta campaña presidencial un comienzo de canalización y vehiculización, sobre todo si se consideran los cambios en las referencias políticas y el ingreso de ciertos temas en las agendas de los candidatos.

El PSDB y los nuevos escenarios de la disputa política.

La consolidación de Marina Silva como candidata tiene que observarse, también, a partir de la declinación de quien fuera uno de los polos organizadores de la competencia política en las últimas décadas: el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Fundado al calor de las discusiones de la Asamblea Constituyente de 1987, con el arribo de uno de sus principales fundadores – F. H. Cardoso- a la Presidencia en 1994, se aseguró un rol protagónico en las disputas presidenciales y en la orientación general de los espacios político-ideológicos desde entonces, por lo menos hasta esta elección del 2014. Este año, si bien el partido ya había mostrado un retroceso en el número de intendencias obtenidas en la elección del 2012, la candidatura de Aecio Neves no logró proyectarse substantivamente por la combinación de varios factores. Por un lado, la selección de un presidenciable “mineiro” – del Estado de Minas Gerais- a contramano de la tradición “paulista” del partido.

Hasta esta elección todos los candidatos – Mario Covas, Fernando Henrique Cardoso, José Serra y Gerardo Alckmin- representaron el peso específico que San Pablo siempre tuvo – y tiene- en lo que respecta tanto al diseño del perfil identitario del partido como a la cartera de sus patrocinadores económicos. Esto generó posiciones contradictorias y hasta conflictivas al interior del partido, cuestión que se agudizó durante el 2014. Por otro lado, la fórmula de Aecio Neves se completó con un Vicepresidente del propio PSDB, es decir, una “fórmula pura”, lo que también representó una novedad: sea con el extinto PFL o con otras fórmulas partidarias como el PMDB, DEM o PSD, el PSDB siempre había presentado una fórmula compuesta que le permitiera tener fuertes compromisos electorales por parte de los aliados en determinados distritos claves.

Sirva como ejemplo, sobre este punto, lo ocurrido en esta campaña en el Estado de Río de Janeiro: allí el PSDB no logró colocar un candidato a gobernador propio o aliado lo suficientemente competitivo de forma tal que “sostuviera” la referencia (partidaria) presidencial en el distrito, lo que obligó a Aecio Neves a concentrar su agenda de presencia y actos de campaña precisamente en ese Estado, descuidando otros, incluso el propio- Mina Gerais- donde puede ser que sea derrotado. En ese sentido, puede decirse que la suerte del PSDB, incluso antes de que Marina Silva entrara en la campaña, estaba parcialmente definida: su “política de alianzas” para esta elección había llevado las cosas a un vacío de referencia política en el tercer distrito electoral del país, algo que resta posibilidades a cualquiera.

Agenda electoral y Reforma Política

El vértigo con el que Marina Silva entró a la disputa presidencial debe haber sorprendido hasta el más experto de los publicistas políticos brasileños, ya convertidos en referencia mundial. Si bien no se trataba de una figura desconocida para el electorado durante estos meses la candidata tuvo que construir su propio perfil programático. Las diferentes instancias que impone toda campaña – y con el acompañamiento de los principales medios de comunicación- se convirtió en su posibilidad de despliegue y construcción, bajo los condicionantes emocionales del drama original de su postulación, la muerte de Eduardo Campos, y su propia biografía, su origen humilde.

Sin embargo, con Marina Silva sucedió, al mismo tiempo, una paradojal “construcción” y “deconstrucción” de su discurso. A medida que fue posicionándose frente a los principales temas que marcaron la campaña presidencial este año – “matrimonio igualitario”/administración pública de Petrobrás/autonomía del Banco Central/ entre otros – sus imprecisiones eran rebatidas de forma contundente. Sucedió, por ejemplo, con su afirmación de que el “BNDES le entrega dinero a media docena de empresarios quebrados” cuando en realidad el BNDES, en primer lugar, es el banco que tiene la tasa más baja de no devolución de sus préstamos y, sólo el año pasado, el 97% de las más de un millón de operaciones realizadas estaban vinculadas a micro, pequeñas y medianas empresas. Estas imprecisiones, entre otras, explican también por qué hay una declinante performance en sus intenciones de voto durante las últimas semanas.

En estas circunstancias, la campaña de Dilma Rousseff encontró en la “deconstrucción” de Marina Silva un punto de apoyo para proyectarse. La candidata del Partido dos Trabalhadores (PT) logró colocar en debate no sólo la importancia de sus logros en materia social, de ampliación de derechos y perspectivas colectivas de “movilidad social” sino también, y haciendo un contrapunto con las posiciones de Marina Silva, consiguió instalar la relevancia de la Reforma Política, proyectándola como una cuestión central de su propuesta. El PT sabe que su destino político está atado a un cambio relevante en el actual “presidencialismo de coalición”, una dinámica política que lo obliga a alianzas partidarias que, más de las veces, lleva al partido a relegar espacios territoriales con el objetivo de asegurar apoyos parlamentarios.

Por ejemplo: diseñadas las fórmulas a partir de esos intercambios recíprocos, las elecciones a intendentes del 2012 mostraron un retroceso del PT en el control de las principales ciudades brasileñas, perdiendo capacidad y sensibilidad política frente a las demandas ciudadanas, esas mismas que terminaron expresándose en las movilizaciones de junio del 2013. Considerando la centralidad que le ha dado Dilma Rousseff a la cuestión de la Reforma Política no debe llamar la atención su consolidación como principal competidora: en un cuadro general de reformulación del capitalismo brasileño y periférico, se vuelve imprescindible un sistema político adaptado a las nuevas circunstancias de la dialéctica general.

* Politólogo. Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

 

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