Venezuela: durmiendo con el enemigo – Por Aram Aharonian

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Sin lugar a dudas, lo único que sostiene a la oposición, en sus diferentes matices, es su apuesta unívoca al caos. Debilitada la estrategia de calle y ante el repudio popular (de más del 80% de la población, según distintas encuestas) a hechos violentos, los medios de comunicación opositores centran hoy su estrategia en un agresivo ataque a la gestión económica, con la meta de demostrar el deterioro del apoyo al socialismo en el país y el exterior.

Los indicios sobran: continúan las guarimbas, más focalizadas, más esporádicas y, quizá,  más violentas. Entretanto, parece estar entrando en preparación la llamada “segunda fase” de la conspiración, mientras que hasta ahora “los cerros no bajan” (los chavistas de los barrios populares no se han confrontado en las calles con los opositores). ¿Bajarán?

Apostemos al caos

Ante una pobre respuesta comunicacional oficial, la imposición del imaginario colectivo de un caos económico-social se abre camino desde los medios comerciales cartelizados: “9 millones de venezolanos en situación de pobreza (…)“Venezuela regresó a los índices de 2008”, dicen los titulares.

El portavoz del la ONG Provea –alentada por la orden de los jesuitas- afirma que “con Maduro se están revirtiendo los avances de la gestión de Chávez en vivienda, alimentos, salud e inflación”. La socióloga Maryclén Stelling señala que el caótico cuadro se completa con alarmantes noticias de que el país se acerca a una recesión, que el monto malversado en Cadivi (entidad encargada del control de cambio) equivale a 95% de las reservas y el déficit de dólares obliga al Gobierno a elevar la deuda del país.

Y aparecen los “expertos”, que recitan el mismo guión: el Gobierno ha incumplido promesas económicas y no hay divisas suficientes para pagar compromisos, mientras denuncian que la crisis y escasez disparan hurtos, robo de alimentos y aumentan las amputaciones de piernas por falta de insumos médicos. Todo vale en esta guerra simbólica.

MUDos

La encuestadora Datanálisis, que ha fungido como guionista de la oposición,  alerta que división en la MUD impide capitalizar la caída de Maduro. “La MUD es un espacio de encuentro que está afectado por las características de las cúpulas que existen entre la visión más radical y más moderada en de la oposición”, apuntó su director, Luis Vicente León.

Sin embargo, las elecciones municipales del 25 de mayo, que marcaron el amplio triunfo opositor en dos alcaldías, vuelven a demostrar que toda la derecha se une más allá de sus diferencias a la hora de apuntalar su objetivo común y que la base social opositora vota masivamente para respaldar ese objetivo.

Y mientras el gobierno denuncia nombres de conspiradores y plan golpista y magnicida, Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial opositor, banaliza la grave denuncia y afirma que “Nicolás inventa historias para tapar la debacle económica”.

Eleazar Díaz Rangel, director del matutino Últimas Noticias se pregunta si el gobierno estuvo consciente de cual sería la reacción de los involucrados, de toda la oposición, la democrática y la violenta, y de un muy amplio sector mediático. “Era de suponer que en todo ese amplio espectro rechazarían la denuncia, la calificarían de montaje, de puro teatro, incluso pedirían ¡pruebas de los planes de magnicidio!, que son pretextos para ocultar la crisis del país y tratar de distraer la atención pública, nacional e internacional. Como en efecto sucedió”.

El historiador Vladimir Acosta señala “A pesar de que uno cree que ellos están metidos en eso, el problema es que tienes que demostrarlo ante la justicia, pero esas pruebas aún no son suficientes.

No obstante su gravedad, la denuncia ha quedado en una nueva confrontación mediática, batalla que en el exterior está perdida, ya que la solidaridad para con y el rechazo a las injerencias de EEUU en sus asuntos internos –los de Unasur, los 120 países de los No Alineados, Rusia- son invisibilizados. La falta de una política comunicacional nuevamente se ha hecho sentir, ¡y cómo!.

Mientras la Cámara de Representantes aprobaba un proyecto de legislación que impondría  sanciones económicas contra funcionarios venezolanos, una carta de miembros del Congreso dirigida al presidente Barack Obama expresó un fuerte rechazo hacia la medida. La misiva representa un avance decisivo, al reconocer que la política de EEUU hacia Venezuela forma parte de una estrategia general cuyo efecto ha sido el creciente aislamiento de EEUU en la región, señala el analista estadounidense Mark Weisbrot.

Además de Venezuela, EEUU no cuenta con embajadores ni en Bolivia ni en Ecuador, y sus relaciones con Brasil han estado en su punto más bajo durante décadas, mucho peores que en los años Bush. Si estos miembros del Congreso provocan un nuevo debate, el gobierno de Obama -y sus aliados de derecha- con seguridad lo perderán, aventura Weisbrot.

¿Adiós al diálogo?

En Venezuela, el diálogo se da en medio de una guerra básicamente política (con asomos de componentes armados, como el caso de las guarimbas con participación de francotiradores y elementos con armas de fuego, y sujetos con otros tipos de armamentos, como bombas molotov y morteros caseros). Una guerra, y esto hay que decirlo, que no tiene todavía un vencedor claro. La Revolución ha ganado casi todas las batallas hasta ahora, pero no ha podido aniquilar al enemigo, por diversas razones.

Lo cierto es que las fuerzas y la base de la derecha siguen siendo importantes, y con capacidad para seguir arremetiendo.

Hay distintas aproximaciones al tema de la paralización de la mesa de diálogo por parte de la opositora Mesa de Unidad Democrática, entre ellos el del chantaje de la ultraderecha, el ala terrorista y violenta, que tiene fuerza dentro de la oposición, apoyos externos –no solo financieros- considerables, sobre todo de sectores de EEUU, Colombia y España.

Hoy, los analistas toman en serio la advertencia que de Maduro sobre el plan derechista de colapso y golpe en junio, pese a que se considera imposible la masificación de la violencia. La operación de colapso puede adelantarse con la infiltración de paramilitares en los estados fronterizos con Colombia, con cabezas de puente fuertes en Táchira y Zulia.

Sin embargo, para dar el golpe necesitan de todas-todas la participación de militares ¿Tienen la potencia en la Fuerza Armada que les permita derrocar al gobierno sin resistencia interna?

Un golpe de Estado tradicional no contaría con apoyo internacional, pero sí podría generar una situación de violencia e inestabilidad (el pueblo chavista y los militares leales se irían al combate en defensa de la institucionalidad) que condujera a una extensión del plan conspirador, con la inclusión de fuerzas mercenarias que pudieran finalmente producir un “escenario libio” y la posterior intervención extranjera en cualquier modalidad.

Estaría la mesa servida para lo que Chávez llamó la “guerra de los cien años”, la guerra revolucionaria prolongada, que se iría más allá de las fronteras de Venezuela. Por supuesto, la derecha probablemente no está midiendo las consecuencias a largo plazo.

En Venezuela, hoy por hoy, el capitalismo está vigente y el socialismo es un proyecto. Venezuela es un país capitalista con un gobierno popular y antiimperialista que lidera un proyecto de transición al socialismo, proyecto que aún está distante de hacerse realidad plena.

Numeritos

La población responsabiliza a Maduro de la crisis en alrededor de 23 puntos más que lo que hizo con Chávez al final de su gobierno. La escasez es ahora el principal problema del país en boca de la población y los intentos de atribuirla a la guerra económica se han diluido en el tiempo, por lo que su coeficiente de impacto sobre la popularidad de Maduro es ahora muy elevado.

La variable inseguridad, que nunca afectó la popularidad de Chávez en el pasado, comienza a hacer mella en cambio en la popularidad de Maduro. Pero lo cierto es que la derivación de la protesta hacia acciones focalizadas más radicales como las barricadas y las guarimbas reciben niveles de rechazo superiores al 70% y el coeficiente de estas acciones sobre la popularidad de Maduro es de signo positivo.

Estadísticamente, las protestas radicales, lejos de dañar la popularidad de Maduro, le ayudan a recobrar parte del deterioro ocasionado por sus errores económicos, que íngrimos y solos hubieran generado una mayor pérdida de popularidad, pero que son parcialmente compensados por la desviación de atención que ocasiona la protesta radical que, en algunas oportunidades, termina en actos vandálicos, probablemente manipulados e infiltrados, pero que igual no agradan a las grandes mayorías.

Sin lugar a dudas, lo único que sostiene a la oposición, en sus diferentes matices, es su apuesta unívoca al caos. Pareciera que el venezolano está condenado a dormir con el enemigo…

*Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana

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