Actualización económica en Cuba: desafíos de un socialismo que pugna por renovarse – Por Agustín Lewit

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El crecimiento de la economía cubana en la última década ha sido bastante más moderado que el resto de los países del continente, colocándose en torno al 1.8%, casi la mitad de la media regional. Una de las principales causas de ello –según admiten desde el propio gobierno de la isla- ha sido la falta de inversión extranjera. Sobre ese diagnóstico busca operar la nueva Ley de Inversión Extranjera aprobada recientemente, la cual se enmarca en el proceso de actualización económica de la isla puesto en práctica desde 2012.

Derrumbe soviético y bloqueo.

Hablar de la economía cubana implica remitirse necesariamente a dos procesos ineludibles dentro de la historia contemporánea de la isla, con alta incidencia en la actualidad. El primero, tiene que ver con las relaciones entre Cuba y la URSS y las profundas consecuencias que trajo para la primera el derrumbe del bloque soviético. A poco del triunfo de la Revolución, una vez asumido el carácter socialista de la misma, Cuba pasó a formar parte del conjunto de países protegidos militar y económicamente por Moscú, accediendo por medio de ésta a un sinfín de materias primas, productos varios y –fundamentalmente- recursos energéticos, acoplándose de lleno en lo que se conoció como la “división internacional socialista del trabajo”. Quizás alcance con decir que previo a 1991, el 85% del comercio exterior de Cuba se hacía con países del bloque socialistas. El derrumbe del polo soviético, en consecuencia, produjo un verdadero descalabro para la nación caribeña, quien entró a lo que se conoce como “Período Especial”: un proceso que significó inmensos esfuerzos, sacrificios y privaciones de la sociedad cubana en su conjunto.

A partir de entonces, todos los esfuerzos del gobierno cubano estuvieron orientados a evitar que la caída del Muro de Berlín se llevara puesta también su propia Revolución.

El otro gran factor que ha intervenido de manera determinante en el desarrollo de la vida cubana, afectando fundamentalmente su desempeño económico, ha sido el inefable bloqueo ejercido por EEUU, existente desde 1961. A pesar de la persistente y cada vez más homogénea condena internacional –la asamblea general de la ONU viene reclamando desde 1991 poner fin al mismo- el imperio norteamericano ha persistido en sus intentos de ahogar económica, comercial y financieramente a la isla, no sólo cortando todos los lazos entre ambos países, sino penalizando a cualquier otra nación que decida establecer relaciones con la misma. Sin ir más lejos, la semana pasada trascendió que el gobierno estadounidense impulsó una pena económica de 6 millones de dólares a una empresa holandesa de turismo, que transportó cerca de 45 mil turistas a Cuba entre 2006 y 2012. (https://www.nodal.red/2014/04/eeuu-impone-multa-de-59-millones-de-us-a-empresa-holandesa-por-violar-bloqueo-a-cuba/).

A pesar de que la nación cubana no ha detenido su marcha, el bloqueo norteamericano ha restringido enormemente –y continúa haciéndolo- las posibilidades económicas y sociales de la isla.

Nuevos aires, mismo horizonte.

De algún tiempo a esta parte, un número importante de cambios se suscitaron al interior de Cuba en pos de disminuir la presión estatal sobre la sociedad y a dar respuestas a demandas de diversos sectores. Ya en la década del noventa habían aparecido algunas primeras transformaciones, como la creación de las primeras empresas mixtas, la formación de cooperativas agrícolas extra estatales y la instauración de pequeños comercios privados. Pero es en el transcurso de los últimos años, donde dicho rumbo comenzó a acentuarse.

En esa dirección deben leerse los “Lineamientos de la política social y económica del partido y de la Revolución”, aprobados en abril de 2012 por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, dirigidos a sentar las bases para una actualización del modelo económico, pero ratificando, al mismo tiempo, la continuidad y la irreversibilidad de la organización socialista del país. Algunos ejemplos de ellos fueron la reciente eliminación de las instancias estatales de distribución de productos del agro, facilitando la venta directa, así como un incremento considerable de los trabajadores cuentapropistas y de las formas de empleo no estatal en general, como así también, la flexibilización en la política migratoria. En esa misma dirección, se inscribe la apertura concretada el año pasado de un mercado directo de bienes raíces (aunque prohibiendo la acumulación de los mismos) y la entrega de tierras para usufructo privado.

Sin embargo, más allá de los múltiples cambios mencionados, la pieza central del programa de modernización económica lo constituye la recientemente aprobada Ley de Inversión Extranjera, que entrará en pleno vigor dentro de los próximos dos meses. Esta nueva normativa, aprobada por unanimidad por la Asamblea Nacional el pasado 29 de marzo, establece un régimen de facilidades, garantías y seguridad jurídica a los capitales extranjeros, propiciando la atracción e instalación de los mismos en suelo cubano. Según el texto publicado en la Gaceta Oficial la semana pasada, la nueva Ley se encamina a “la obtención de financiamiento externo, la creación de nuevas fuentes de empleo, la captación de métodos gerenciales y al desarrollo de encadenamientos productivos”, así como a lograr el cambio de la matriz energética del país.

En concreto, la nueva herramienta jurídica apunta a atraer cerca de 2.500 millones de dólares por año, monto calculado por el Gobierno para ubicar al crecimiento económico en la cifra esperable del 6% o 7%. También desde el propio Gobierno se han encargado con insistencia en dejar bien en claro las áreas en las cuales la nueva ley no tendrá alcance: salud, educación y financiamiento de las instituciones armadas quedarán al margen de la nueva normativa, manteniéndose las prerrogativas exclusivas del Estado cubano.

Por otra parte, esta apertura al capital internacional se da luego de que la Unión Europea, el pasado 10 de febrero, haya decidido abrir la negociación con la isla en pos de un acuerdo comercial bilateral, tras casi veinte años de acoplarse a la política de bloqueo estadounidense. Tanto la UE como el Gobierno de Raúl Castro, confían en que en los próximos meses el acuerdo comercial entre las partes prospere y se convierta en un suelo fértil donde la nueva normativa comience a actuar.

Desafíos.

Tanto las variables macroeconómicas como ciertas demandas de un sector importante de la sociedad cubana -en especial los jóvenes-, imponían desde hace rato la necesidad de llevar adelante transformaciones que actualicen la organización social y económica de la isla.

La serie de cambios aquí descriptos, y otros que presumiblemente llegarán en el corto y mediano plazo, se inscriben en esa dirección. En particular, la Ley de Inversión Extranjera aparece como una política que busca sortear los obstáculos impuestos por el bloqueo norteamericano y morigerar las consecuencias de la antigua dependencia soviética.

El desafío mayor, sin dudas, será tratar de conjugar las nuevas políticas dentro de la organización actual de la isla, es decir, lograr que el impulso al sector privado no ponga en jaque las condiciones de posibilidad del propio socialismo cubano.

*Investigador del Centro Cultural de la Cooperación. Periodista de Nodal.

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