«Granada: ¿ Restauración… Democrática ?» -Por Tony Bogues

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NUEVA SOCIEDAD NRO. 78 JULIO- AGOSTO 1985,

Han transcurrido casi dos años desde la invasión a Granada. Ella significó un nue­vo desarrollo de las relaciones entre los Estados Unidos y los pueblos caribeños de
habla inglesa. La «Operación Furia» demostró que los Estados Unidos estaban dis­puestos a romper todas las leyes y convenciones internacionales con el fin de esta­ blecer su hegemonía en la región.
La complicidad de los Estados caribeños de Jamaica, Barbados y Dominica en la in­vasión ha sido un gran contratiempo para la unidad regional y, un año después,
aunque la muerte y funerales de Tom Adams constituyeron una oportunidad para que se juntaran los líderes del Caribe que se opusieron a la invasión, la unidad re­gional no ha vuelto a alcanzar los niveles que tenía en el período anterior a ese he­cho.

El proceso granadino fue un símbolo para las fuerzas progresistas de la región. La revolución nacional populista intentó políticas en que se mezclaban medidas de orientación radicales, socialistas y socialdemocráticos.

Una consecuencia de los eventos que condujeron al desvío de la revolución y a la invasión posterior es que se ha logrado un gran debate político entre las fuerzas
progresistas, acerca de los procesos políticos en el Caribe. El debate no ha termina­do y un año más tarde los diversos grupos siguen examinando críticamente la na­turaleza heredada de los sistemas políticos de la región.

RETORNO AL STATUS NEOCOLONIAL
Cuando los marines norteamericanos desembarcaron en Granada en octubre de 1983, abrieron una nueva página en la historia de los pueblos de habla inglesa y EEUU. Por primera vez el ejército de los Estados Unidos ocupaba un país que ha­bía sido una colonia británica. Los americanos habían ejercido una dominación en la región por medio de la fuerza del capital y de sus inversiones. El colonialismo directo británico había sido reemplazado por el control económico de los Estados Unidos. En el transcurso del proceso, el capital estadounidense encontró sumisos servidores en los políticos, quienes preconizaban modelos de desarrollo que coinci­dían con la dominación foránea. El poder, por lo tanto, no necesitaba ser ejercido directamente, sino de una manera encubierta a través de la economía. Granada cambió eso.

En noviembre de 1983, la administración del presidente Reagan anunció un plan orientado a que el sector privado de Granada volviese al estado normal de activi­
dad. El programa debía ser coordinado por la AID (Agencia para el Desarrollo In­ternacional), que había prometido 3,4 millones de dólares. Esta ayuda monetaria de emergencia era para utilizarse en la reparación de los suministros de agua, ca­minos y otras obras de infraestructura que se habían destruido durante la invasión.
Al mismo tiempo, el director de la AID, Peter McPherson admitió que un equipo de asistencia para desastres del Pentágono había ingresado a Granada casi al mis­mo tiempo que las tropas, y que la gente del Departamento de Defensa y los de AID habían estado trabajando mancomunadamente, muy unidos, como un verda­dero equipo.

A pesar de esto, sin embargo, se estimaba que Granada necesitaba EC$ 100 millo­nes (EC, dólar Caribe-Este: 2.70 por US$) para reparar caminos afectados por la in­
vasión y que los servicios médicos, particularmente la medicina preventiva y los sistemas básicos de salud habían colapsado. No obstante, McPherson afirmó que los médicos del ejército estaban llenando el vacío inmediato causado por la repa­triación del personal extranjero.

AID afirmó que bajo el régimen de Bishop la economía granadina se había «dete­riorado» y que la gente de ese país no estaba haciendo lo mejor por sí misma dada
la forma como utilizaba los recursos que poseía para construir la economía. Según la Agencia para el Desarrollo Internacional, la clave para solucionar el problema era inyectar suficiente capital y permitir que la economía se reactivara. El equipo de los Estados Unidos que llegó después de la invasión calculó que US$ 30 millo­nes eran necesarios para la inmediata reconstrucción de la isla, incluyendo la ter­minación del aeropuerto. De esta suma, el Congreso aprobó sólo US$ 110.000 para equipos de electricidad y suministros de agua. El Congreso aprobó luego US$ 15 millones para ser pagados en un cierto número de años. Por sus propios cálculos
hay un déficit de US$ 13 millones en la ayuda directa de los Estados Unidos a la isla caribeña. Esto no es casual. En diciembre de 1984, el político conservador Geor­
ge Brizane señaló que «Granada, con un ingreso de EC$ 81 millones, pagó EC$ 8 millones en el servicio de la deuda externa y que el desempleo subió a 35 %». Esto
último es un alza dramática desde el 14 % que existía en el período anterior a la in­vasión.

 

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